Gana la violencia
Hoy la violencia no es un recurso permanente, como lo fue, simplemente es un recurso que siempre está disponible y se usa a capricho e interés de quien mueve los hilos en ese infecto submundo
La sociedad vasca es una sociedad enferma. La histórica empatía con el terror de ETA, tanto de los partidos nacionalistas, como de sus representantes en las instituciones, hizo que la violencia, la más terrible y cruel violencia, fuera justificada y normalizada. Los portavoces de la muerte y la amplia nómina de cómplices que les acompañaba, razonaron de manera tan inverosímil, como concienzuda, la bondad y la necesidad de su utilización. Y lo hicieron durante lustros. Fueron incansables en la siembra de la semilla del mal. Ponderaban el uso de la violencia como legítimo y justo, y por tanto se instaló en el interior, en lo más íntimo de la doblegada sociedad vasca que la violencia siempre es un recurso al que se tiene 'derecho' para defender aquellos fines que determine el nacionalismo.
Quienes tenían y tienen a su disposición la legitimidad real del uso de la violencia para garantizar el orden, la paz y la protección de los derechos de los ciudadanos, es decir los poderes públicos, es decir el Gobierno Vasco y el resto de las instituciones comandadas por el cobarde y pusilánime nacionalismo, atemorizados por sus propios complejos, perpetúan esa minusvalía ética y social que constriñe y sepulta las ansias de libertad de los vascos de bien. El catálogo de disparates es infinito: pregoneros festivos que ensalzan a criminales, homenajes y bienvenidas a asesinos, reivindicación de sus horribles hechos, vandalización de tumbas o placas de homenaje, etc.
Hoy la violencia no es un recurso permanente, como lo fue, simplemente es un recurso que siempre está disponible y se usa a capricho e interés de quien mueve los hilos en ese infecto submundo. Como muestra la última acción violenta en la Vuelta Ciclista a España, hay quien organizadamente usa la violencia para recordar que sigue estando presente, hay quien la ensalza manifestando que el País Vasco es un referente en la lucha por los derechos, la solidaridad y la libertad de los pueblos (Otegui dixit) y hay quien, acobardado, a pesar de ser el responsable de asegurar nuestra vida en libertad, afirma que se trata de actos incívicos, restando importancia al detestable uso de la violencia, pero permitiendo que siga latente en el tiempo. Y el rendido vasco mira hacia otro lado. Y el derrotado vasco no rechista. Y sometido el vasco traga. Y el vasco no es capaz de salir de ese lodazal ético en el que el nacionalismo le ha sumergido.
ETA asesinó a mi padre el 13 de septiembre de 1979. Sus asesinos andan sueltos, no han pagado por su delito. No han sido detenidos ni juzgados. Hay 350 casos similares y nadie se pregunta por qué. A nadie parece importarle, porque quien alza la voz para exigir justicia, verdad, memoria y dignidad se le tilda de extremista y se le excluye de una vida normalizada. Desgraciadamente gana la violencia. Y los jóvenes y los jubilados se siguen marchando. El erial ético y físico está servido.
Rafael Carriegas Robledo fue diputado del Partido Popular por Vizcaya