Don Juan Carlos y el Palacio de la Zarzuela
Es incomprensible que ahora Don Juan Carlos no pueda pernoctar en una residencia a la que tan ligado está y en la que vivió cuando no era nadie y cuando nadie daba un duro por si un día podía llegar a reinar
Ahora, cuando el Rey don Juan Carlos, en su breve estancia en España, ha permanecido durante once horas en el Palacio de La Zarzuela y no ha podido pernoctar en él porque el Gobierno se lo vetó, conviene recordar lo que esta residencia significa en su vida.
Como es sabido, como consecuencia del primer encuentro mantenido, el 25 de agosto de 1948, a bordo de El Azor, entre el Jefe de la Dinastía, Don Juan, y el jefe del Estado, Francisco Franco, Don Juan Carlos se trasladó a España para estudiar aquí, porque, como decía Franco, «para que pueda llegar a ser Rey se tiene que educar en España, tiene que ser conocido por el pueblo y ha de tener arraigo en la mayoría de los españoles». Desde entonces y hasta que en 1959 obtuvo los despachos de teniente de Tierra, Mar y Aire, vivió en varios lugares. El primero fue la finca Las Jarillas, de los Urquijo, situada a 17 kilómetros de Madrid. Después, el Palacio de Miramar, antigua residencia de verano de la familia real en San Sebastián, donde estudió el bachillerato. De allí pasó al palacio de los condes de Montellano de Madrid, para prepararse para el ingreso en la Academia General Militar y, por último, en las cuatro academias militares, Zaragoza, Toledo, Marín y San Javier.
Una vez concluida su formación militar comenzó su etapa universitaria madrileña, pasando por las facultades de Ciencias Políticas y Económicas y por varias escuelas de ingeniería, porque Franco había establecido que el Príncipe «debe prepararse para poder responder en su día a los deberes y obligaciones que la dirección de una nación entraña». Es en ese momento, a comienzos de la década de los sesenta, cuando Don Juan Carlos ya tiene 21 años, es mayor de edad y todavía está soltero, cuando, por decisión de Franco, se instala en el Palacio de la Zarzuela y es allí donde, como dice Laureano López Rodó en sus Memorias, el 20 de noviembre de 1961 le visita y el Príncipe le cuenta la conversación que había mantenido con Franco ocho días antes en la que este le dijo: «Ya va siendo Vuestra Alteza mayor de edad», en uno de esos «guiños de Franco», que diría José María Pemán, cuando el status del Príncipe era muy curioso, porque igual podía serlo todo en España como podía acabar sin ser nada.
En 1963, pocos meses antes de su boda con Doña Sofía, Don Juan escribe a Franco, abordando la cuestión de la residencia de los Príncipes en el Palacio de La Zarzuela, y le dice: «Conozco el cuidado y cariño que ha puesto en la restauración y arreglo de este pedazo del Patrimonio y recuerdo lo que me manifestó V. E. sobre la conveniencia de que fuera, para el futuro, una residencia para los Príncipes de Asturias», al tiempo que le muestra su preocupación porque esa residencia hubiera sido cedida personalmente al Príncipe por el Estado. Franco le responde diciendo: «Comprendo vuestra sensibilidad ante la carga que para el Estado puedan representar los gastos de su residencia en Madrid; pero nada más natural que así sea cuando todo se hace en servicio e interés de la propia patria».
A su regreso de Atenas, los Príncipes se establecieron en La Zarzuela, dando comienzo a esa etapa, que duró seis años y medio, hasta que Don Juan Carlos juró como sucesor a la Jefatura del Estado, en la que vivieron dentro de una incógnita permanente, porque no tenían obligaciones tasadas ni nada impuesto y, como diría Doña Sofía a Pilar Urbano, «eran dos personas sin cargo, sin función, sin rango de protocolo, sin tarea que hacer, sin asignación presupuestaria… ¡sin nada!». En definitiva, vivieron los años en los que «no éramos nadie» y en los que tenían que adivinar los gestos de Franco, como ese de permitirles vivir en la Zarzuela o el puesto en el que colocaba a Don Juan Carlos en la tribuna de los desfiles, o sus insinuaciones y medias palabras, como esa de «viaje, Alteza, y que le conozcan». Una etapa en la que, aunque materialmente dependían del Patrimonio Nacional, Doña Sofía confesó que no tenían la sensación de depender de Franco y «nos sentíamos libres».
Y el Palacio de La Zarzuela ha estado ligado a todos los acontecimientos y vivencias familiares de Don Juan Carlos y Doña Sofía. Allí bautizaron a sus tres hijos y, en el caso de Don Felipe, con la presencia de la Reina Victoria Eugenia. Allí Don Juan Carlos, ¡al fin!, le dio a Doña Sofía la noticia que llevaban tantos años esperando: «Sofi, ya está: Franco acaba de decirme que si acepto ser el sucesor. Como para lo que estoy aquí es para eso, le he dicho que sí». Allí, antes del juramento solemne ante las Cortes, Don Juan Carlos aceptó ser sucesor en la Jefatura del Estado. Y allí han vivido todos los momentos, los dulces y los difíciles, los alegres y los tristes de su reinado. Por eso, es incomprensible que ahora, después de haber sido durante casi cuatro décadas el Rey, Don Juan Carlos no pueda pernoctar en una residencia a la que tan ligado está y en la que vivió cuando no era nadie y cuando nadie daba un duro por si un día podía llegar a reinar.
José Ignacio Palacios Zuasti fue senador por Navarra y presidente del PP de Navarra