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TribunaPablo González-Pola de la Granja

El importante discurso de SM el Rey en la Pascua Militar del 2024

El mundo militar se mueve entre la precariedad de los medios técnicos, los bajos sueldos y la endogamia social, pero con un fuerte sentido de austeridad ligada al patriotismo

Actualizada 01:30

Me ha llamado profundamente la atención el discurso de SM el Rey Felipe VI en esta Pascua Militar de 2024. Los medios de comunicación, en general, han destacado la reflexión del Monarca sobre la contribución de las Fuerzas Armadas a la democracia en estos últimos años, desde la muerte del general Franco en 1975. Y apunta don Felipe las tres virtudes que ha cultivado el ejército para hacer posible esta aportación militar a que gocemos en España de una sociedad más libre y más justa. A saber: abnegación, eficacia y dignidad.

Y esta afirmación del Rey no puede ser más acertada. La abnegación es la capacidad de sacrificio en beneficio de los demás, y encaja perfectamente con lo que ha sido la evolución del Ejército en la transición.

Cabría preguntarse cómo un ejército que sale de la dictadura aparentemente con una gran carga ideológica, ha podido adaptarse tan rápidamente y casi sin sobresaltos al sistema democrático. La realidad es que no ha sido nada fácil y temo que la sociedad civil ni ha sido consciente de este cambio de valores al que se han tenido que adaptar los profesionales de las armas, ni lo ha valorado adecuadamente.

Cuando el 20 de noviembre de 1975 murió el jefe del Estado, de teniente coronel hacia arriba, es decir, todos los coroneles con mando de unidades y todos los generales y almirantes, habían participado en la última guerra Civil de 1936 a 1939. Ideológicamente podríamos clasificarlos en tres grupos, uno minoritario formado por ultraconservadores, otro más pequeño aún que podríamos tildarlos de liberales y el grupo más mayoritario que, siendo fieles personalmente a la figura del caudillo y conservadores, no pensaban interferir en la política que marcaba, en aquellos momentos, su jefe: el Rey Juan Carlos. Este fue una pieza clave en todo el proceso de transición, tanto política, como militar. Si comparamos ambas, vemos notables diferencias y paralelismos que se hace imprescindible conocer para apreciar el esfuerzo de adaptación al, para ellos trepidante, proceso de democratización y sometidos a la terrible presión de los asesinos de ETA y GRAPO.

El proceso de transición política de la sociedad española no llevó el mismo ritmo en la sociedad civil y en el Ejército. Si comenzamos desde el principio, el desarrollismo que se inicia a principios de los 60 y va cambiando la mentalidad de los españoles cimentando esa clase media que luego hará posible la transición, no sigue las mismas pautas en el colectivo castrense. El mundo militar se mueve entre la precariedad de los medios técnicos, los bajos sueldos y la endogamia social, pero con un fuerte sentido de austeridad ligada al patriotismo que choca con la pérdida de estos valores en una sociedad civil obsesionada con el Seat 600 y las vacaciones en la costa levantina. Los militares, sobre todo los altos mandos que han hecho la guerra Civil ven, con sorpresa como se incrementan las protestas sindicales y el desorden en la Universidad, entre otras cosas y acusan de ellos a la clase política tecnócrata que rodea a Franco.

Pero, en paralelo y no siendo ajeno a ello, se inicia un proceso de «despolitización» de las Fuerzas Armadas impulsado por el general Agustín Muñoz Grandes, quien se lo comentará a Fraga y este lo recogerá en sus memorias. Había que hacer algo para que a la muerte de Franco los militares no interfirieran en el proceso político. Y el encargado de aquel movimiento fue el entonces general de brigada Manuel Díez-Alegría, quien dejó bien claro su programa insistiendo en el apartidismo del Ejército en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1966. Este fue ampliamente difundido por la prensa más aperturista del momento. Díez-Alegría se declaraba decididamente partidario de la subordinación del ejército al poder civil, aunque admite una circunstancia, extremadamente excepcional, en la que el ejército pueda recoger el poder de la calle.

Los pilares más importantes del proceso que puso al frente del Alto Estado Mayor a Díez-Alegría al fallecer su predecesor el general Muñoz Grandes, fueron la creación del Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEN), el impulso a la profesionalización de los tres ejércitos y su acción conjunta y una ley orgánica de la defensa que modernizaba definitivamente las obsoletas Fuerzas Armadas y cuya base fue utilizada posteriormente en las reformas sucesivas de Gutiérrez Mellado y Narcis Serra.

Las Fuerzas Armadas afrontaron la transición política sin el general Díez-Alegría al frente de su órgano común que era el Alto Estado Mayor, debido a una sutil maniobra del llamado búnker cívico-militar que había logrado su cese en 1974. Esto lo narra detalladamente en sus memorias don Manuel Díez-Alegría recientemente publicadas por le editorial asturiana Impronta.

La eficacia es la segunda virtud citada por SM el Rey y es evidente la capacidad que han tenido nuestros militares para integrarse plenamente en las estructuras internacionales de defensa con un acierto reconocido por el resto de los aliados. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos que, en este momento, la sociedad española cuenta con el ejército mejor preparado de su historia. Me refiero a un ejército regular y sin querer decir que sea el mejor dotado en medios.

La tercera y última virtud destacada por don Felipe es la dignidad. Siempre he pensado que en la Pascua Militar quien debería hablar en nombre de los militares es el jefe de Estado Mayor de la Defensa, que es el oficial de mayor rango de la Fuerzas Armadas y no el titular del Ministerio de Defensa. El Ejército es el gran mudo, pero ser el gran mudo no significa ser el gran sordo o el gran insensible a los problemas que le atañen directa e indirectamente como miembros de la sociedad. Los militares han mostrado su destacable dignidad en muchos momentos de la transición.

Creo que don Felipe con este importante discurso a las Fuerzas Armadas en este 2024, destacando las virtudes militares de abnegación, eficacia y dignidad ha querido mandar un mensaje, también a la sociedad civil destacando, como ejemplar, la figura de un ejército que se ha convertido en una de las instituciones del Estado que mejor desarrolla su papel constitucional.

  • Pablo González-Pola de la Granja es director del Instituto CEU de Estudios de la Democracia
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