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Un mundo felizJaume Vives

Talibanes de la nada

Una de las religiones más extendidas en nuestros días es el feminismo. Tiene pocos dogmas, aunque los suficientes como para enfermar a cualquier corazón sano que decida adherirse a ella

Actualizada 19:33

Cuando alguien destierra a Dios de su vida ya está listo para colocar en su lugar a cualquier diosecillo de barro. Estamos hechos para creer y trascender. Y cuando no creemos en el Dios verdadero, que es quien verdaderamente sana nuestro corazón, somos capaces de montar las religiones más ridículas que arrancarían una carcajada al tipo más serio del siglo I.

Los humanos hacemos lo que sea con tal de encontrar algo que dé respuesta al deseo que habita en nuestro corazón.

Las religiones paganas de nuestro tiempo tienen mucho de figuritas de barro y muy poco de consuelo para el alma. Y claro, eso solo produce una cosa en el hombre: mucha frustración. Frustración que suele convertirse en rabia.

Recuerdo una frase que solían decir los pijoflautas en sus manis: «Quien siembra miseria recoge rabia». Y con esto pasa un poco lo mismo. Han sembrado mucha miseria espiritual y ahora empezamos a ver la rabia. Han creado una legión de talibanes de la nada.

Ahora solo existe el enemigo de la mujer, que es el varón, por supuesto

Una de las religiones más extendidas en nuestros días es el feminismo. Tiene pocos dogmas, aunque los suficientes como para enfermar a cualquier corazón sano que decida adherirse a ella.

Lo primero que hay que hacer es aceptar que la mujer es buena por naturaleza. Lo segundo es descubrir que los enemigos de siempre del hombre (mundo, demonio y carne) han desaparecido. Ahora solo existe el enemigo de la mujer, que es el varón, por supuesto.

Es una religión miserable que llena de rabia y sinsentido a todo el que compra sus preceptos. Y vuelve tibio y vomitivo al que por estrategia, por miedo o por quedar bien, compra algún punto de su credo.

Otra religión en auge y que gana adeptos cada día es el ecologismo. Obliga a una fe ciega para creer en cosas que no están ocurriendo. Te obliga a comportarte como si fueran reales. Los devotos del ecologismo dicen que el mundo está en el desguace, y que es por culpa de la huella del hombre. Por nuestra grandísima culpa. ¡Como si fuéramos tan importantes! Hasta para flagelarnos somos soberbios. Los dinosaurios no necesitaron a ningún humano para desaparecer de la faz de la tierra. Los animales vienen y van. Y las especies a veces desaparecen. Pero no seamos tan soberbios de pensar que el destino del mundo depende de nosotros, o que la biodiversidad debe ser algo estable e inmutable que se adapte a nuestro criterio. No hace falta matar deliberadamente a todos los felinos del planeta, pero tampoco se acaba el mundo ni se condena nuestra alma si el lince ibérico desaparece.

Los feligreses del ecologismo suelen compartir algo muy divertido a ojos de quienes lo vemos desde fuera: un amor muy grande por la naturaleza, inversamente proporcional al que sienten por el ser humano. Esta miseria queda muy bien reflejada en el documental Grizzly Man, que recomiendo vivamente a los lectores.

Y una última religión que consigue cada día nuevos adeptos es el globalismo. Sus seguidores dicen que no deberían existir ni patrias ni fronteras pero cada noche echan el cerrojo. A ellos les gusta decir que son ciudadanos de un lugar llamado mundo. A mí es algo que siempre me ha generado un enorme rechazo. Ingenuos que piensan que pueden amar la totalidad sin amar antes la particularidad. Los globalistas, lo que aman no es el mundo, se aman a sí mismos. Aman su idea de cómo debería ser el mundo. Pero como en todo, para amar bien, primero hay que empezar por casa.

Y todas estas religiones paganas tienen algo en común. Si la Iglesia, como decía G.K. Chesterton, te dice que al entrar en el templo debes quitarte el sombrero, no la cabeza, ellas te dicen que si quieres puedes llevar sombrero, pero la cabeza, mejor que te olvides de ella. Por lo menos cuando salgas a la calle, que es el gran templo. Aquí nadie ha venido a pensar.

Y es que las religiones paganas hacen esclava a la gente. Eso es lo que hace el demonio, siervos explotados. Solo Dios nos hace hijos. Hijos libres para amarle. Y por eso es tan importante elegir bien y alejarse de las religiones paganas porque, de lo contrario, nos acabaremos convirtiendo en talibanes de la nada.

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