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02 de mayo de 2024

Detalle del 'Prendimiento de Cristo' de Caravaggio.

Detalle del 'Prendimiento de Cristo' de Caravaggio. Judas se volvió el inesperado aliado de los fariseos.

El fariseísmo: el peor defecto religioso, a través de cuatro escritores

A diario sorprendemos en nosotros mismos esa reducción pobre de la vida a la superficie y a lo aparente, abandonándonos a la soledad de nuestros propios prejuicios

Si con alguien se enfrentó Jesús abiertamente fue con los fariseos y con su hipócrita manera de poner el sobrepeso de la ley en la espalda de los judíos, excepto en la suya propia. En cualquier caso, el peor defecto del fariseo no es el de seguir la ley, sino el de no querer reconocer la excepcionalidad de Jesús, cuando la tenían delante. Tal y como puede sucedernos, también a nosotros, frente a las personas con las que convivimos.
A menudo pensamos que el fariseo es el otro. Pero nada más lejos de la realidad; ya que a diario podemos sorprendernos encerrados en esa reducción de la vida a la superficie y a lo aparente, y abandonados a la soledad de los prejuicios.
Mateo 23 recoge toda una retahíla de Jesús sobre una conducta que privilegiaba la apariencia y el privilegio, típicas de los fariseos de ayer y hoy:
«En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen Rabí».

¿Quién cultiva su alma?

José Luis Martín Descalzo en Razones para vivir (Sígueme) describe esta extraña incapacidad para descubrir en nosotros el misterio del alma, quedándonos solamente en la superficie de la apariencia y del aplauso:
«¿Pero quién cultiva su mundo interior? ¿Quién dedica lo mejor de su vida a crecer por dentro? Los más de los hombres se diría que son catedrales abandonadas, se preocupan de todo menos de lo importante. Han dejado vacío el altar mayor de su catedral interior(...). No, no es fácil conseguir que el alma llegue a ser lo que es. No es fácil descubrir que el verdadero amor no nace de la carne, sin del espíritu, (...) Y no es fácil lograr que la inteligencia se convierta en amor y no sólo en sierva del progreso material. Pero más grave que el no luchar por realizar la propia alma es no darse si siquiera cuenta de que se tiene. Y parece que la mayoría de los hombres no han hecho ni este elementalísimo descubrimiento. Uno tendría que subirse al palo de sí mismo y convertirse en un descubridor que gritase, no como Rodrigo de Triana, 'Tierra, tierra', sino ¡alma, alma! Porque ese es nuestro continente desconocido».
'Prendimiento de Cristo' de Hans_Herbst

'Prendimiento de Cristo' de Hans_Herbst

El pensamiento oculto

Giovanni Papini en su Historia de Cristo también describe a menudo esta superficialidad de la mirada, típica del hombre obsesionado con la forma y olvidado del interior, al compararla con la profundidad de la mirada de Cristo a cada corazón:
«Pocos tienen el valor de preguntarse a sí mismos: ¿ quién soy? Y todavía son menos los que pueden responder. La pregunta: ¿Quién eres? es la más grave que un hombre puede dirigir a otro. Los demás son, para cada uno de nosotros, un misterio cerrado, incluso en los tormentos supremos de la pasión, cuando dos almas intentan desesperadamente ser un alma sola. Pero todos somos un misterio para nosotros mismos. Vivimos desconocidos entre desconocidos. Muchas de nuestras miserias nacen de esa universal ignorancia. (...) Porque no tenemos ojos espirituales lo bastante fuertes para leer en el corazón que late dentro de nosotros y en los corazones que laten bajo la carne de los prójimos, tan hondamente separados. Nos engañamos tantas veces por culpa de esos nombres que no sabemos, ilegibles para nosotros, que sólo el genio suele vislumbrar. Pero ¿ qué podía importarle a Jesús lo que decían de Él los hombres del lago y de los pueblos? ¿A Jesús, que podía leer en las almas los pensamientos ocultos a ellos mismos? ¿A Jesús, que era el único que sabía con indecible certeza, sin necesidad de comprobación y mucho antes de aquel día, cuál era su verdadero nombre y su verdadero ser?».

No reconocer a Jesús

Alessandro Pronzato en sus Evangelios molestos (Sígueme) ilustra profusamente la posición de quien cree saber todo, y describe la negación antigua del fariseo reflejada en la ceguera de los hombres de hoy:
«Nos negamos a ver a Dios que se revela con un rostro de hombre. Cristo no abandonó la tierra el día de la Ascensión. No hemos de confundir la desaparición con la partida. La partida lleva consigo ausencia. La desaparición provoca una presencia escondida, casi podríamos decir disfrazada(...). Jesús no se ha marchado. Se ha quedado aquí abajo. Se ha escondido, simplemente. Se ha disfrazado adoptando un aspecto ordinario. El verdadero peligro para el cristiano es entonces el de la distracción. (...) ¡Cuántas veces nos tropezamos con Cristo sin darnos cuenta! No le reconocemos. Tiene el inconveniente de tener una cara demasiado «conocida». La cara del pobre, la del niño, la del compañero, de la cocinera, del vagabundo que duerme bajo el puente, del obrero en paro, del marido, de la esposa, del superior, de la mujer de la limpieza, del forastero, del enfermo, de la persona mal vestida, del preso. Y nosotros, que conocemos esas caras, no sabemos reconocerlo. Y él continúa en el destierro. ¡En su propia casa!»
'El beso de Judas' de Giuseppe Diotti

'El beso de Judas' de Giuseppe DiottiKrause, Johansen

Aconsejar al laico

Por último, Charles Péguy; quizá el autor que mejor ha sabido descifrar la desviación religiosa del fariseo en el cristianismo de principios del siglo XX. Refiriéndose a ciertos sacerdotes, centrados en la norma y en el aprendizaje frío de los mandamientos, olvidando que todo es Gracia y reduciendo la fe a una mera instrucción, los describe de esta manera:
«Caminando con la misma ligereza, parten generalmente hacia el mundo, y comienzan a darles consejos a los laicos. Sabemos demasiado bien lo que son esos consejos(...). No sólo dan consejos. Sino enseñanzas. Sino directrices. Sino mandamientos. Todo. Lo menos que se puede decir de todas esas intervenciones, es que lo propio de ellas es oponerse siempre a la operación de la gracia. Cogerla siempre a contrapié, con una especie de espantosa paciencia. Caminan por los jardines de la gracia con una brutalidad espantosa en esa tierra bendita, en esa tierra de gracia, todos sus pasos que dan marcados, caminan por los geométricos arriates, clavan el talón, forman terrones. Se diría que fueron contratados para eso. Son los obreros de la hora en que se trabaja mal. Se diría que únicamente se proponen sabotear los jardines eternos. Que sólo tienen una preocupación en el tiempo, que es impedir, cuando la ven, cualquier floración. La floración de la santidad, la fructificación de los frutos de la santidad. Y tienen demasiado éxito».
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