
Rafael Domingo, durante su visita a El Debate
Entrevista a Rafael Domingo, jurista y catedrático
«El cristianismo tiene que 'desclericalizarse': explicar lo mismo, pero con un lenguaje mucho más fresco»
Rafael Domingo habla sobre su libro El sentido del cristianismo, y aboga por «cristianizar la secularización»: «Tiene que explicar lo mismo, pero con un lenguaje mucho más fresco»
Es especialista en Derecho y en las relaciones entre religión y vida civil, como lo demuestran varios libros: God and the Secular Legal System (2016), Roman Law: An Introduction (2018), Derecho y Trascendencia (2023); Law and Religion in A Secular Age (2023). Es titular de la cátedra Álvaro d’Ors del Instituto de Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, y ha publicado o colaborado en universidades y editoriales de Cambridge, Oxford, Routledge. Ha vivido doce años en Estados Unidos, desarrollando su carrera académica —y donde la CNN lo ha entrevistado medio centenar de veces—, y ahora disfruta del parque del Retiro en Madrid. Pero no piensa en retiros, sino que continúa publicando y muy involucrado en proyectos donde convergen o dialogan empresa, humanismo, política y religión.
Es Rafael Domingo Oslé (Logroño, 1963) y charlamos con él sobre su nuevo ensayo: El sentido del cristianismo (La Esfera de los Libros). Comenta: «El Estado moderno ha desplazado a Dios y pretende ocupar su lugar», y por eso añade: «Una secularización sana no puede excluir a Dios; tiene que estar abierta a la trascendencia».
– ¿Estamos en un mundo postcristiano? ¿Occidente ha pasado página de lo que fue la cristiandad o el cristianismo?
– No creo en la idea de poscristianismo, ya que la encarnación de Dios, su manifestación en la humanidad y su obra redentora son hechos profundamente revolucionarios. El cristianismo ha llegado para quedarse. Nadie puede borrar la huella de la encarnación del Dios mismo ni su poder redentor. Si Dios nos ama de manera infinita y eterna, hoy y ahora, entonces no existe un «después».
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– ¿A qué se debe que Occidente se haya replanteado su actitud hacia el cristianismo?
– Existen múltiples causas. Una de las más evidentes es la secularización. Otra es el cientificismo, y también influyen valores sociales que se oponen radicalmente a los tradicionales, impulsados por ciertas corrientes. Un ejemplo claro de esto es el movimiento LGTBI+. Los valores cristianos han dejado de ser los predominantes. Por otra parte, el propio cristianismo necesita también un proceso de purificación. Tal como señalaba Ratzinger, la fe debe purificar la razón, y la razón, a su vez, debe purificar la fe. Estoy convencido de que, después de este proceso de purificación, el cristianismo saldrá fortalecido en los años venideros.

«El cristianismo tiene que espiritualizarse, recuperar la idea de belleza»
Aversión a la fe
– ¿Existe hoy desconfianza o aversión hacia el cristianismo?
– En países como Estados Unidos, donde he vivido doce años, muchas personas se consideran espirituales y no religiosas. Eso significa que han perdido la confianza en las organizaciones o instituciones religiosas y prefieren un encuentro más directo con el universo o con la divinidad o con Dios. Es una realidad que hay que tener en cuenta. Si el cristianismo quiere recuperar la preponderancia intelectual, cultural y la relevancia que ha tenido durante siglos, tiene que espiritualizarse, recuperar la idea de belleza, cuidar su liturgia, recuperar la contemplación y el misticismo.

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– Desvinculación con respecto a las religiones como entidades organizadas y, al mismo tiempo, estamos más vinculados a otro tipo de religión, que es el Estado. ¿Es una coincidencia?
– No es ninguna coincidencia. El Estado es fruto de la Revolución Protestante. Es un producto de la Edad Moderna, aunque sus bases se encuentran ya en la Edad Media; el Estado no se entiende sin el cristianismo. Por eso, nació en países cristianos. Pero el Estado moderno, como poder secular supremo, ha desplazado a Dios y pretende ocupar su lugar. Yo no soy contrario a la idea de Estado, pero sí soy contrario a la idea de un Estado absoluto y laicista, es decir, un Estado que excluye a Dios y que considera que goza de un poder absoluto sobre los ciudadanos.
Madre Teresa
– En este libro usted habla de la influencia del cristianismo a lo largo de la historia. ¿Cómo ha sido ese influjo?
– Resulta complicado comprender el mundo actual sin considerar el impacto del cristianismo, al igual que es difícil entenderlo sin la filosofía griega o el derecho romano. La contribución del cristianismo se manifiesta en diversos ámbitos, como la cultura, el arte y la educación. Basta pensar en la creación de universidades, en el desarrollo artístico y en los movimientos sociales liderados por figuras como Martin Luther King y Desmond Tutu. También en la lucha contra la pobreza, representada por la labor de la Madre Teresa, y en la resistencia al comunismo, encarnada por Juan Pablo II. La presencia del cristianismo seguirá siendo muy poderosa, ya que su mensaje actúa como un motor de transformación, no solo a nivel personal, sino también social.
– ¿Este influjo cristiano se puede dar en una sociedad con pocos creyentes?
– Así es, al igual que el clima nos afecta, incluso cuando permanecemos en casa. El clima influye no solo en el color de nuestra piel, sino también en nuestra forma de ser y en nuestra manera de respirar. Lo mismo ocurre con la Bolsa: su impacto se siente, aunque no compremos acciones. Incluso lo que se publica hoy en El Debate, aunque no lo leamos, deja huella en nuestras vidas. De manera aún más profunda, el cristianismo y todas las religiones, tantas veces sin advertirlo, iluminan la realidad humana en sus múltiples dimensiones. Un mundo sin la celebración de la Eucaristía, por ejemplo, sería radicalmente diferente. Se tenga o no la fe cristiana.

Rafael Domingo, durante su visita a El Debate
– En el libro también se habla de secularismo y de cristianizar la secularización. ¿Puede explicarlo?
– El cristianismo tiene que secularizarse y, para ello, desclericalizarse. Tiene que explicar lo mismo, pero con un lenguaje mucho más fresco, y no desde la confrontación, sino desde el diálogo. Por otra parte, la secularización se da en los países occidentales, precisamente y en gran parte por el cristianismo. No se ha producido en el mundo judío o en el islam de una forma tan clara. Asimismo, una secularización sana no puede excluir a Dios. Una secularización sana tiene que estar abierta a la trascendencia. Hay que volver a un cristianismo consciente, presente en la sociedad por iluminación, y recuperar la idea de un Dios que es amor.
La «pobreza buena»
– ¿Cómo influye el concepto de Trinidad en la sociedad?
– Ese es el capítulo del libro que más me gusta, porque la Trinidad nos afecta en el día a día. Un Dios que es amor es necesariamente trino, porque requiere un amante, un amado y un amor que los une. Si la persona, y por tanto la sociedad, está hecha a imagen de Dios, la estructura de la sociedad es esencialmente trinitaria.
– ¿En qué consiste esa «pobreza buena» de que se habla en el libro? ¿«No tendrás nada y serás feliz»?
– Lo de «No tendrás nada y serás feliz» no creo que sea cierto, porque es un espiritualismo barato. Leyendo una y otra vez el Evangelio, he llegado a una definición de pobreza y de riqueza. Pobre es el que pide y rico es el que comparte. Todos pedimos desde que somos niños. Y todos tenemos algo que compartir: un talento, una sonrisa, una gran fortuna, un modo de hacer. Todos somos pobres, todos somos ricos. Hay que superar el capitalismo mediante una concepción más amplia, más social, más solidaria, que incorpore la idea antropológica de que todo ser humano tiene que pedir y todo ser humano tiene algo que compartir.
– Visto así, ¿compartir nos diviniza?
– Divinización es una de las palabras teológicas más profundas. En el fondo, es lo que en Occidente llamamos santidad. Compartir nos diviniza. Esa es la concepción trinitaria. El Padre comparte todo con el Hijo, menos su condición personal de Padre. El Hijo comparte todo con el Padre, menos su condición de Hijo. El Espíritu Santo que los une comparte todo con las otras dos personas, siendo Él también persona. Hay una divinización buena, que es la del que se siente criatura y quiere unirse a Dios-Amor eternamente. Y una divinización mala, que es la quien quiere endiosarse excluyendo a Dios. Esta es la divinización europea de nuestros días.