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TRIBUNAManueL ROBLES *

Mildred Martínez: la luz que ilumina lo que toca

Los sacerdotes del barrio sabían que en esa casa siempre encontrarían café caliente, una conversación serena y una familia que los acogía como si fueran de casa. «Esta mujer —decía un viejo cura— no solo cría hijos, cría almas»

En cada gesto del Papa León XIV hay un rastro de ella. En su mirada atenta, en su manera pausada de hablar, en su cariño por las familias sencillas. Y es que Mildred Martínez, su madre, no fue solo la matriarca de la familia Prevost: fue su alma, su música de fondo y su guía silenciosa.

Educó a sus hijos con una fe alegre, tejida en lo cotidiano: rezar el Rosario mientras se cocía el pan, dar gracias a Dios aunque la despensa estuviera medio vacía, saludar al vecino como si fuera Cristo mismo. La casa de los Prevost siempre olía a orden y limpieza, con mucha ternura. Mildred no hablaba de teología, pero vivía la caridad como quien respira.

Los sacerdotes del barrio sabían que en esa casa siempre encontrarían café caliente, una conversación serena y una familia que los acogía como si fueran de casa. «Esta mujer —decía un viejo cura— no solo cría hijos, cría almas». La suya era una vida de piedad humilde, escondida, poderosa: enseñaba a rezar sin palabras, amaba sin condiciones.

Nunca buscó protagonismo y, sin embargo, quienes la conocieron no la han olvidado. «Tu madre me enseñó a creer sin miedo», le dijo una vecina al Papa, muchos años después. Hoy que su hijo viste de blanco y pastorea a millones, ella sigue presente, sin necesidad de estatuas ni homenajes: en la forma en que él sonríe a un niño o se arrodilla ante el sagrario.

Mildred Martínez no quiso brillar, pero iluminó. Y en esa luz callada creció un hombre que quiere ser sal y luz para la iglesia, comenzando por su casa.

Manuel Robles es sacerdote y rector de la basílica del Sagrado Corazón, de Gijón.

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