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25 de abril de 2024

Mañana es domingoJesús Higueras

«Encontraron a María, José y al niño»

Maria es la esperanza para la humanidad que mira al futuro contando con la gracia y la ayuda de Dios sin detenernos en nuestra pequeñez, sabiendo que Él lo puede todo

Actualizada 04:00

El comienzo del año civil coincide siempre con el final de la octava de Navidad, es decir, con la fiesta de la maternidad divina de María. Que los cristianos todos los años comencemos nuestra andadura por el calendario de la mano de la Virgen tiene un importante significado, pues es por ella por quien vino Dios al mundo y sigue siendo por ella por quien quiere llegar a nuestro mundo personal. Del mismo modo que Dios hizo al primer Adán del barro de la tierra, María es la tierra limpia con la que Dios crea en sus entrañas purísimas al verdadero Adán, Jesús el Mesías.
María es la esperanza para la humanidad que mira al futuro contando con la gracia y la ayuda de Dios sin detenernos en nuestra pequeñez, sabiendo que Él lo puede todo. Mirar al futuro, tener planes, sueños y esperanzas es lo propio de un corazón joven que entiende que tiene una misión que cumplir en la vida y desea con todo su ser realizar este plan que Dios le propone. Es verdad que no somos dueños de los acontecimientos que van a marcar nuestra vida, pues aunque nos encante controlar y decidir cómo tiene que ser las cosas, la historia no es obediente a los caprichos del hombre y solo Jesús puede dar sentido a cada suceso humano, sea éste bueno o malo.
Para el cristiano existe un concepto que es la Providencia divina, es decir, ese proyecto que Dios tiene pensado para cada uno de nosotros y que no necesariamente va a coincidir con el placer, el triunfo en todo o la salud completa, pues muchas veces el sufrimiento es el espacio donde el ser humano saca lo mejor de sí mismo y aunque Dios no se goza con el dolor –al contrario, lo sufre más que nosotros– cuenta con él para hacer una historia de salvación personal.
Mirar con esperanza al futuro como hizo Santa Maria, es lo propio de un creyente que está llamado por Dios a la vida para vivirla con pasión, intensidad, con optimismo y sin quejas inútiles que nada ayudan a los demás que caminan a nuestro lado. No olvidemos que somos responsables, no solamente de nuestra historia personal, sino de acompañar a los que Dios nos encomendó en su devenir por el escenario del mundo. Un cristiano, ayudado por la Gracia, puede ser luz, compañía, esperanza y apoyo para tantos hombres que ven pasar el tiempo y los años sin ningún valor ni significado. Ahí está nuestra tarea.
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