Fundado en 1910

23 de abril de 2024

todavía la vidaNieves B. Jiménez

No me gusta quien confunde privilegios con derechos

Por sectarismo político y disensiones internas, España no rentabiliza su enorme potencial

Actualizada 16:51

Leo a Pablo Messiez: «Estaría bien que nos quedáramos mudos una temporada». Elisa, probablemente, no sabe quién es Messiez, pero creo que si lo supiera también le habría increpado. Vociferado. Agarrada al atril, la alumna de la Complutense se saltó todas las normas de urbanidad sobrada de decibelios en su garganta y de puntapiés contra la oratoria; ella, la mejor alumna de su promoción. Algunos adoran cuando el lenguaje torna en terreno beligerante. Confieso: amo cada vez más el silencio. Evito verme mezclada entre los que hablan desde el conflicto. ¿Acaso os extraña el alto fracaso escolar en lengua/gramática? Evidentemente, es la ruina de algo que vemos a diario. Mojando la magdalena proustiana en el chocolate, ese espectáculo me llevó a otra época: sí, amigos, fui profesora de lengua y literatura. Y, sí, efectivamente, desolador. Lo que me costó hacerles entrar en vereda. A la mínima desbarraban con argumentos entre el «yo no necesito saber escribir ni expresarme, ya tengo trabajo asegurado en una empresa» al «para qué necesito saber hablar o escribir, eso no da dinero». ¡Qué empeño en presumir sobre lo bien que golpeaban cruelmente el diccionario! Cuando salía de allí me faltaban fuerzas hasta para pedir en la panadería el pan.
Dicen que nada alimenta más una vida que un buen maestro. Si a esto sumas una enseñanza en casa basada en los buenos modales y el respeto, tengo claro que mi actitud frente a la vida es de agradecimiento por las oportunidades que me ofrecieron de aprender, conocer gente interesante y disfrutar de una familia maravillosa. A veces me siento como esas piezas de belleza imperfecta que en Japón llaman wabi-sabi. Agrietada. Quebrada. Ya no quiero héroes. Y me agarro a lo único que jamás me hace dudar: la buena educación. Imprescindible para poder convivir. Valoro mucho el olvidado «¡Buenos días!». Nuestro mundo está construido con palabras, lo delimitan y llenan de matices. Y no me gustan los que confunden privilegios con derechos. La gente que cree que se lo deben todo.
Entrevistaba no hace mucho a un cónsul de España. Acentuaba nuestra charla en cómo admira la profesionalidad, coherencia, el valor de nadar contra corriente. Sabía de lo que hablaba. «Detrás de cada instancia, cada visado, hay un solicitante, una vida llena de trabajo, una tragedia familiar, una ilusión o una esperanza que el funcionario puede truncar o hacer realidad, retrasar o acelerar, según el interés con que se lo tome». Y le dolía comprobar como por sectarismo político y disensiones internas, España no rentabiliza su enorme potencial: «Se ha primado la especulación sobre el trabajo, el pelotazo sobre el estudio, el beneficio rápido sobre la perseverancia. Razones: culto al lujo y aversión al sacrificio, resultado de la erosión de la familia y sus valores».
El español es la segunda lengua universal y somos líderes mundiales en varios sectores clave: turismo, diseño, sanidad... Por no hablar de la moda, cultura o deporte. «Comprobar que se tiene todo eso y no se rentabiliza es muy doloroso». Al escuchar a Elisa me preguntaba dónde quedaron el esfuerzo y constancia, necesarios para la consecución de objetivos personales y profesionales y enemigos de la vagancia y herencias prescritas.
En los sondeos realizados tras las elecciones del 2000 y 2004, los norteamericanos concluyeron que una mayor presencia de la religión era el mejor modo de fortalecer los valores familiares y la conducta moral. A ver cómo nos los aplicamos porque de odio parece que vamos sobrados. Coincido con Amancio Prada, «es necesario bajarse de la parra y ponerse a cavar la viña». Agárrense los machos de aquí a las Elecciones.
Comentarios
tracking