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06 de mayo de 2024

Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y escritor

Jesús Sánchez Adalid, sacerdote y escritorJosé María Visiers

El Efecto Avestruz

Jesús Sánchez Adalid: «Mis novelas no buscan dar sermones, pero pueden ser un primer anuncio de Cristo»

El escritor y sacerdote, autor de ‘Una luz en la noche de Roma’, defiende en ‘El Efecto Avestruz’ la complementariedad entre sus dos vocaciones

Con 22 novelas a sus espaldas, Jesús Sanchez Adalid no necesita mucha presentación. Este sacerdote de la diócesis de Mérida-Badajoz ha conectado con un nutrido público lector gracias a obras como El alma de la ciudad, Alcazaba o Una luz en la noche de Roma, la más reciente. Esta semana, el escritor protagoniza El Efecto Avestruz, el programa de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), donde aborda cuestiones como la relación entre sus dos vocaciones o si la novela puede ser una oportunidad para evangelizar.
–Usted es sacerdote y escritor. ¿Una novela puede ser una oportunidad de evangelización?
–Cualquier disciplina artística puede ser una oportunidad para evangelizar, pero especialmente un relato, puesto que utiliza la palabra. «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios», ¿no? Al final, la evangelización es el relato de la historia de salvación y la comunicación de Dios con los hombres. Es Dios quien quiere ser amigo de los hombres, y redimirlos de su realidad a través de Cristo, el salvador del mundo.
–Jesucristo, por cierto, también enseñaba a través de parábolas.
–Exacto, y la literatura puede ser la gran parábola de nuestro tiempo. Cuando Nuestro Señor se encarna, usa los medios asequibles y comprensibles para aquellos que han de recibir su mensaje. Es hombre en todo el sentido de la palabra, y utiliza los cauces comprensibles para sus contemporáneos y para los hombres de todos los tiempos. Por eso se sirve de relatos, cuentos y expresiones populares, que están al alcance de los pequeños y los sencillos… pero también llegan a los maestros de la ley. Pensamos que algo tan grande como Dios tiene que usar un vehículo enormemente complejo, y no es así: en la simplicidad y sencillez de la palabra de Jesús está precisamente la grandeza de lo que expresa.
–En esta línea, ¿un relato puede ser más eficaz que un sermón para despertar la sed de Dios?
–Un sermón y un relato son géneros distintos, pensados para momentos y lugares distintos: el primero está pensado para ser expresado tras la Sagrada Escritura, en una celebración eucarística, y el segundo está al servicio de una persona que lo puede estar leyendo en casa, en la playa o en el metro. Con mis relatos no pretendo de ninguna manera dar sermones, pero sí es cierto que pueden llevar a los lectores a plantearse cosas que serían un primer anuncio, que después les puede conducir a buscar la palabra de Dios. O a un encuentro más expresamente religioso, o celebrativo.
Jesús Sánchez Adalid en El Efecto Avestruz

Jesús Sánchez Adalid en El Efecto AvestruzJosé María Visiers

–En su Poética, Aristóteles decía que al construir una historia es inevitable generar una respuesta moral.
–Yo procuro que mis novelas no tengan moralina, en todo el sentido de la palabra, pero es verdad que en mi intención siempre está el silogismo. Ha de haber una lógica, unas premisas que conducen a una conclusión final. Hoy cualquier relato debe bastante a la crónica. En nuestro mundo la actualidad —la realidad, el reality— está muy presente, pero yo procuro que haya algo más. Que haya una historia de sentido de fondo, y que conduzca al final al lector a algo que pueda servirle para su vida.
–Muchos artistas cristianos, cuando se les pregunta, asocian el proceso creativo con la acción del Espíritu Santo. ¿Juega también un papel en su trabajo como escritor?
–Yo procuro tener muy presentes las palabras de Jesús: «El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va». Esto que llamamos talento, que identificamos con un don, es un misterio enorme: tampoco sabemos por qué está ahí. Pero es cierto que un católico tiene que identificarlo con un don del Espírítu Santo. Y a los que se nos han concedido ciertas capacidades tenemos que ponerlas al servicio de aquello para lo que estamos llamados. En mi caso, como sacerdote, para evangelizar.
–¿Cómo encaja su vocación sacerdotal con su vocación de escritor?
–En la larga historia de la Iglesia siempre ha habido sacerdotes que se han dedicado a diversos ministerios, y sacerdotes escritores hay muchos: los nombres son incontables. En mi caso, este carisma particular siempre ha estado asociado a la pastoral: siempre he sido párroco y en ningún momento he dejado de ejercer el ministerio. Algunos pueden pensar que, como escribo libros, me paso la vida en un despacho, alejado de la gente, pero no: lo compagino con atender a los fieles, visitar enfermos, dedicarme a los jóvenes, celebrar misa, asistir a religiosas… La vida normal de un sacerdote.
–Usted ha escrito ya 22 novelas: ¿cuál es el secreto para captar la atención de los lectores?
–La creación es un misterio, muchas veces se realiza por sí sola y uno se deja conducir. Siempre hay que ir con un buen equipaje, haber leído buena literatura, y tener una buena historia, que el lector sienta real, pero todo lo demás es bastante misterioso. Creo, como decía Dostoievsky, que escribo aquello que me gustaría leer. Por otro lado, es cierto que hoy vivimos permanentemente bombardeados por imágenes y sensaciones, y que sería muy difícil hacer comprensibles textos maravillosos y fundamentales, como la Suma Teológica de santo Tomás o las Confesiones de san Agustín, pero creo que se puede expresar lo mismo que se dice ahí en otros términos y transmitirlo hoy en día.
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