Fundado en 1910

28 de abril de 2024

Fausto Marín, padre e hijo

Fausto Marín, padre e hijoArchimadrid

El padre y el hijo que se ordenaron tras la muerte del hermano mayor en los atentados del 11-M

La vida de la familia Marín, después de 20 años, ha cambiado bastante

Vicente Marín tenía 37 años hace 20 y trabajaba en consultoría. La mañana del 11 de marzo de 2004 cogió el tren en la estación de Asamblea de Madrid para bajarse en Atocha e ir caminando hacia las Torres de Valencia.
Su hermano Fausto, hoy diácono de la archidiócesis de Madrid, recuerda que esa mañana estaba en una cafetería a la que no ha podido volver cuando comenzaron a llegar las noticias de los atentados. «Tuve el pálpito de que mi hermano iba en esos trenes», rememora, y continúa: «Cuando echo la vista atrás y recuerdo ese día, me doy cuenta que la presencia del Señor ha sido muy importante en nuestras vidas; ha sido la gasolina que nos ha ido dando cada día el alimento necesario».
Recuerda las palabras que dijo su padre, Fausto Marín, en aquellos días, cuando los médicos le ofrecieron tomar alguna pastilla por la ansiedad que tenía, en declaraciones a la archidiócesis: «La pastilla más importante es haber tomado el Cuerpo de Cristo. Esto siempre ha estado presente en nuestras vidas».
A continuación, Fausto explica que «poniéndolo todo en las manos de Cristo, hemos podido vivir nuestra vida como una familia normal, es decir, como personas que se enfrentan a un dolor tan grande como es la pérdida de un hermano, de un hijo… Es muy traumático». De hecho, cuando falleció la madre de Fausto, su padre entregó su vida al sacerdocio y a la Iglesia: «Él también dice muchas veces que el encuentro que tendrá, cuando el Señor quiera, será con su mujer y con su hijo Vicente».
Fausto y su hermano Vicente

Fausto y su hermano VicenteArchimadrid

El hermano mayor de los Marín había contraído matrimonio dos años antes del atentado en el que perdió la vida. «Estaba empezando su vida matrimonial», recuerda Fausto hijo. En ocasiones, «bromeaba y decía que el Señor le llamaría joven». Asimismo, Fausto recuerda que a Vicente le marcó muchísimo la muerte de su tío Juanjo; también había fallecido joven y unos años antes que él. «Mi hermano tenía una foto con él y detrás de ella había escrito: Nos encontraremos pronto», cuenta Marín.
«Para nosotros la fe es esencial», y como decía su madre, un modo de vivirla con esperanza. Ella solía decirnos «el único temor que puedo tener es encontrarme con mi hijo; y eso no es ningún temor». Después de 20 años, Fausto remarca que «el dolor al que te enfrentas, es una cicatriz en tu alma que te acompaña el resto de tu vida, pero la alegría de ser cristiano es la que te ayuda y la que te sostiene para poder enfrentarte todos los días a las circunstancias que se van presentando en la vida». En este sentido, Fausto explica que «Dios nos regala la fe. Tenemos que tener los oídos abiertos y poner nuestra vida en las manos del Señor. Si hacemos realmente ese ejercicio, los dolores seguirán siéndolo, pero serán más llevaderos».
«En un mundo en el que las ansiedades, las dificultades y las preocupaciones parecen que nos invaden, tenemos que poner la fe en el centro de nuestra vida. La fe es la que nos va a sostener siempre». No olvidemos que «el tiempo que estamos aquí, es un regalo del Señor».
La vida de Fausto y de su familia, después de 20 años, ha cambiado bastante. «Me casé con mi novia que me acompañaba cuando estaba buscando a mi hermano y Dios nos ha bendecido con tres regalos: Vicente (como mi hermano), María y Fausto». Fausto también ha querido recordar de víctimas inocentes que fallecieron en ese 11-M: «Cuántas vidas rotas, cuántos planes paralizados, como los que tenía mi hermano Vicente, entre los que se encontraban el formar una familia, seguir animando a su Atlético de Madrid, escuchar las canciones de Sabina, etc. Hoy y siempre le recordaré como él era, una sonrisa en mi corazón».
Comentarios
tracking