Fundado en 1910

27 de abril de 2024

Cristo con la Cruz a cuestas, de Tiziano

Cristo con la Cruz a cuestas, de TizianoMuseo Nacional del Prado

Semana Santa 2024

Gerardo Diego y su Viacrucis: Jesús es condenado a muerte y carga con la cruz

Tras las cinco décimas de la Ofrenda a la Virgen María-, Diego inicia propiamente el «Viacrucis», del que comentamos este Miércoles Santo las tres primeras estaciones: Jesús es condenado a muerte (décimas 1 y 2), Jesús carga con la cruz (décimas 3 y 4) y Jesús cae por primera vez (décimas 5 y 6). El comentario trasciende lo estrictamente religioso -que Diego versifica en la primera de cada una de las dos estrofas de que consta cada estación- para adentrarnos, aunque sea de manera superficial, en lo puramente estético.

Evangelio de San Mateo 27: 22-23.26.

Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?» Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!» Pilato insistió :«pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
En la primera estrofa, Diego nos sitúa ante el espectáculo de la flagelación de Jesús y su coronación como «rey de los judíos», con corona de espinas. Pilato, el único autorizado legalmente para ordenar ejecuciones, cede a los adversarios de Jesús y ordena su crucifixión. El escarnio de la figura de Jesús (adviértase el valor semántico del verbo «escarnecer»: burlarse, mofarse, ridiculizar), a cargo de «todo un pueblo» se hace más angustioso y visible con una especie de enumeración caótica de nombres en relación asindética: «[No bastan] sudor, desvelo, / cáliz, corona, flagelo». La sentencia dictada por Pilato es calificada por Diego como «cobarde», al proceder de un Pilato algo pusilánime y temeroso ante los desórdenes públicos; mientras que el cuerpo de Jesús permanece «inérte» -sin capacidad de reacción, inmóvil- y en silencio -sin rebelarse contra lo injusto de la sentencia- («prestas en silencio oídos»; y de ahí que el poeta destaque su mansedumbre, sin perder en ningún momento su afabilidad («manso Jesús de mi olvido»). La décima constituye un apóstrofe lírico, pues el poeta se dirige a Jesús, en un «monodiálogo» íntimo, lo que acrecienta la tensión emocional; y para ello emplea el pronombre personal átono de segunda persona («escarnecerte») y los determinantes posesivos, bien de segunda persona («tu cuerpo»), bien de primera («mi olvido»). Por lo demás, la décima presenta las siguientes rimas consonantes en versos octosílabos: a(-érte) b(-élo) b(-elo) a(-érte) / a(érte c(-ído) / c(-ído) d(-éncia) d-(éncia) c(-ído).

Primera Estación
[Jesús es condenado a muerte]

Jesús sentenciado a muerte.
No bastan sudor, desvelo,
cáliz, corona, flagelo,
todo un pueblo a escarnecerte.
Condenan tu cuerpo inerte,
manso Jesús de mi olvido,
a que, abierto y exprimido,
derrame toda su esencia.
Y a tan cobarde sentencia
prestas en silencio oído.

En la segunda décima, el propio poeta («soy yo mismo») se confiesa metafóricamente coautor de la sentencia dictada por Pilato, y de hecho se declara «convicto» - es decir, culpable-. Y se identifica con Simón, teniendo presente lo que dice el evangelio de San Lucas (22: 14): «[Simóm] le contestó [a Jesús]: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a la muerte». Jesús le replicó: «Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces»; es decir: “Yo te negué con Simón»; y también con Judas, que vendió a Cristo en el Huerto de los olivos por treinta monedas de plata (tal y como nos recuerda san Mateo en su evangelio: «Uno de los doce discípulos, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes y les dijo: —¿Cuánto me quieren dar, y yo les entrego a Jesús? Ellos le pagaron treinta monedas de plata. Y desde entonces Judas anduvo buscando el momento más oportuno para entregarles a Jesús»).
Diego es especialmente duro con los adjetivos que emplea, que se cargan de valores connotativos que trascienden lo meramente significativo: «sentencia villana» -ruin, abyecta e infame- la dictada por Pilato; «negro veredicto» (obviamente, la anteposición o posposición de ambos adjetivos a los respectivos nombres viene pedida por exigencias de la rima consonante, y no tanto por mantener las ocho sílabas de los versos octosílabos). No obstante, el poeta está convencido de la misericordia divina, capaz de perdonar todas sus faltas («mis culpas desanudas / y me brindas el perdón»; «desanudar puede adquirir el desusado significado de “desatar», con el sentido de «anular»; y «brindar» implica el ofrecimiento de un provecho, cual es, en este caso, el del perdón). Y de nuevo se produce un monodiálogo del poeta con Jesús, en eficaz apóstrofe lírico, y en el que se emplea el presente de indicativo, en primera persona, que implica una mayor cercanía al lector. Es el «yo» enfático del poeta («soy yo mismo», «Yo me declaro», «Yo te negué»), frente al «tú» del Jesús que perdona: «Y aún mis culpas desanudas / y me brindas el perdón».
El empleo de los pronombres personales en función átona de primera («me declaro», «me brindas») y segunda persona («te negué», «Te vendí», «te hice traición») se encargan de establecer el oportuno contraste entre quien traiciona, declarándose «convicto» -al haberse alineado con Simón, Pilato y Judas-, y quien perdona «desanudando culpas». Es notable, por otra parte, la sencillez sintáctica, lograda a base de oraciones simples, yuxtapuestas o coordinadas copulativas, que facilitan la inteligibilidad del mensaje que comunica Diego en sus versos. Y no debe pasar desapercibida la perfección de las rimas, ya que no resulta fácil rimar tres versos en consonante con palabras como «dicto», «veredicto», «convicto» (rima -ícto), dos con palabras como «Judas», «desnudas» (rima -údas), dos con palabras como «villana» y «mana» (rima -ána), y otras tres con palabras como «Simón, “traición», «perdón» (rima -ón), que al ser agudas constan de una sílaba métrica más; de manera que brota una perfecta décima: abba/ac/cddc.
Y soy yo mismo quien dicto
esa sentencia villana.
De mis propios labios mana
ese negro veredicto.
Yo me declaro convicto.
Yo te negué con Simón.
Te vendí y te hice traición,
con Pilato y con Judas.
Y aún mis culpas desanudas
y me brindas el perdón.

Jesús carga con la cruz

Evangelio de San Juan, 19: 16-17

Entonces [Pilato] se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota).
En la primera décima, y tras establecer la identidad entre Sión -fortaleza conquistada por David- y la ciudad de Jerusalén -en cuya colina se hallaba el templo del rey Salomón-, el poeta se refiere a Jesús como «el justo de Sión», frente a los fariseos sumidos en la injusticia, que con gran regocijo celebran ver a Jesús cargado con la cruz en la que será crucificado. No es casual que el esfuerzo físico que ello supone se vea intensificado mediante el empleo del fonema velar sordo /k/ y del fonema vocálico cerrado posterior /u/: «cargar con la cruz a cuestas»; un esfuerzo calificado por el poeta de «sobrehumano», capaz de curvar la espalda a causa de su desmesurado peso. Y aun así, Jesus besa la cruz -que para la Cristiandad representa su triunfo sobre la muerte y el pecado, rescatando a la Humanidad de la condenación eterna-; y de ahí que el poeta sintetice este acto en dos palabras: «caridad infinita», que es la actitud de Jesús, asumiendo su sufrimiento como hombre y «olvidándose del peso» de la cruz. Los versos «Sus espaldas curva, prestas / a tan sobrehumano exceso» no ofrecen dificultad en su interpretación, deshecho el leve hipérbaton: «el Justo de Sión» (sujeto sobrentendido) «curva» (verbo que concierta en tercera persona del singular con el sujeto) «sus espaldas» (complemento directo); y esas espaldas son las que están «prestas» -es decir, son lo suficientemente diligentes- como para cargar con un peso tan excesivamente sobrehumano. En cuanto a la rima, carece de especial dificultad:
a(-éstas) b(-ón) b(-ón) a(-éstas) / a(-éstas) c(-éso) / c(-éso) d(-íta) d(-íta) c(-éso).

Segunda Estación
[Jesús carga con la cruz]

Jerusalén arde en fiestas.
Qué tremenda diversión
ver al Justo de Sión
cargar con la cruz a cuestas.
Sus espaldas curva, prestas
a tan sobrehumano exceso,
y, olvidándose del peso
que sobre su hombro gravita,
con caridad infinita
imprime en la cruz un beso.

Los dos primeros versos de la segunda décima presentan una paradójica contraposición: Jesús («Tú el suplicio»/”Tú la afrenta”) frente al poeta («yo el regalo», «yo la gloria»), en inequívoca referencia al sacrificio de Jesús en la cruz para redimir al género humano; y de ahí que Diego emplee los vocablos «regalo» (el de la salvación) y «gloria» (la vida eterna). Y el suplicio de Jesús se hace patente al contemplarlo con la cruz a cuestas, definida como «violenta carga», que lleva «abrazada» (el adjetivo se tiñe aquí de sorprendentes valores connotativos, más allá del simple significado de «ceñida con los brazos»). Además, la cruz es «de palo», es decir, que la madera es más larga que gruesa, lo que dificulta su arrastre. La segundas parte de la décima tiene un contenido, por el léxico empleado «a lo divino» de resonancias bélicas: la cruz es una «maciza bandera» es decir, un sólido distintivo de Jesús que exhibe como «voluntario abanderado» del sacrificio de la redención. Y aquí se produce una inversión de términos: no es el poeta el que se alista, sino que es Jesús quien lo recluta. Estamos, pues, ante una alegoría de la redención, muy en la línea de aquel soneto de Lope de Vega, al menos en sus dos primeros versos: «¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? / ¿Que interés se te sigue, Jesús mío…? Parece como si Gerardo Diego -en el contexto de esta décima y, más en concreto, del verso “tal vivo mi vida entera»- se estuviera anticipando a las palabras del papa Francisco, escritas el 2 de julo der 2019: «Pon de tu parte y confía en Dios. Tú haces lo posible y Él lo imposible. Revisa tu vida y date cuenta si las actitudes que estás teniendo son coherentes con lo que deseas alcanzar. Confía en Dios». En esta ocasión, las rimas consonantes de la décima no ofrecen especiales dificultades, en especial si tenemos en cuenta el dominio de la versificación que tiene Diego: a(-álo) b(-énta) b(-énta) a(-álo) / a(-álo) c(-éra) / c(-éra) d(-ádo), d(-ádo) c(-éra).
Tú el suplicio y yo el regalo.
Yo la gloria y Tú la afrenta
abrazado a la violenta
carga de una cruz de palo.
Y así, sin un intervalo,
sin una pausa siquiera,
tal vivo mi vida entera
que por mí te has alistado
voluntario abanderado
de esa maciza bandera.

Comentarios
tracking