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29 de marzo de 2024

Retrato de don Ángel Herrera Oria en su etapa como sacerdote (1940-1947

Retrato de don Ángel Herrera Oria en su etapa como sacerdote (1940-1947ACdP

Ángel Herrera Oria, el alma moderna, la política y los falsos dioses

Herrera Oria encaró con intensidad las cuestiones fundamentales de la relación entre los cristianos y el mundo contemporáneo

Desde que Jesucristo remarcó que sus discípulos «no son del mundo», las relaciones entre los cristianos y el entorno social, político y económico han estado marcadas por la tensión: ¿Cómo se puede estar en el mundo sin ser del mundo? Muchos pensadores cristianos han abordado la cuestión, como el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa: el capuchino define la vida cristiana como una propia de «peregrinos y forasteros».
Entre aquellos que han enfrentado esta cuestión con más intensidad en el siglo XX, destaca la figura del primer presidente de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), Ángel Herrera Oria. El periodista, político y cardenal vivió dando testimonio de una vida comprometida con el mundo, pero con la mirada puesta en Aquél que lo trasciende. Por eso, recopilamos a continuación algunos de sus escritos en los que aporta luz a la compleja relación entre la Iglesia y el mundo moderno:

Un mundo sin alma

«El mundo moderno no tiene alma. Todo es actividad, movimiento, acción, conversación, conferencias, precipitación, inconstancia, superficialidad, veleidad, impresionabilidad, mimetismo. ¡Cuánta tierra de la segunda simiente, la de la gente temporal y versátil, sin grosura ni hondura!»

Nuestra época

«El hombre que, en el buen sentido de la palabra, no se reconcilia con la época y con el siglo en que ha nacido, está completamente fracasado para la acción práctica»

La Iglesia, la excepción

«La civilización actual puede perecer. Conviene distinguir (...) entre Iglesia católica y civilización cristiana. La civilización cristiana pertenece al orden temporal, (...) son las naciones y la vida internacional, inspiradas y vivificadas por el espíritu del Evangelio. Lo que perece es la civilización cristiana. Lo que se destruye es Europa y las demás naciones inspiradas en la civilización europea. La Iglesia, no. Por el contrario, la Iglesia es hoy más fuerte que nunca. Argumento cierto de que está sostenida por el Espíritu de Dios. La Iglesia es una excepción en el mundo. Ha caminado en el siglo XIX en sentido contrario al que han recorrido los pueblos. Envejecidas, derruidas y aniquiladas las potencias temporales, la potencia espiritual tiene hoy una organización más perfecta y una vida más fecunda que nunca»

Teología y política

«De la Iglesia vienen las luces de orientación. Apartando la política de esta influencia de la teología, fácilmente la humanidad se detiene, se estanca, yerra o desanda el camino de la civilización… Los principios fundamentales de la sociología y de la política están sometidos a los más altos de la filosofía y de la teología. No se da aquí una intervención de los eclesiásticos en el gobierno. No es un caso de clericalismo. Es una iluminación de los caminos de la política y de la sociología, hecha por la Iglesia desde su altura, arrojando sobre ellos haces de luz que proceden, en último término, de la verdad revelada por Dios»

Iglesia y política

«La confusión de lo religioso con lo político y el convertir a veces los partidos en representantes de Dios y de la Iglesia ha hecho que se lleven al campo religioso las pasiones, los intereses, las divisiones y hasta las ambiciones propias del campo político. La Iglesia de Dios no se puede circunscribir en los estrechos límites de ningún partido político, porque la Iglesia de Dios es la ciudad celestial y todos los partidos políticos pertenecen a la ciudad terrena»

Los ídolos

«Existen, en efecto, los ídolos modernos. Falsos dioses que han producido falsas místicas. Cuatro místicas –tres falsas y una verdadera– se citan de ordinario. La mística nacionalista, la capitalista y la comunista son las erróneas. La cristiana es la verdadera. (...) [Su esencia] se encuentra en que la luz y la fuerza le vienen al hombre de fuera. Por eso el místico es un hombre de espíritu eficaz y contagioso»

El impulso de la caridad

«En nuestros días, las mentes han de ser frías, pero los corazones cálidos y decididos. Cuando nos agobia el peso de las matemáticas y por toda la nación se extiende una ola de sensatez y de buen sentido, hacen falta también espíritus audaces, emprendedores, tenaces, que no desmayen. Pecad de imprudentes si la caridad os impulsa. En las grandes obras modernas hay que remover muchas piedras que obstaculizan el paso. Dios mandará un ángel del cielo que deje franco el camino. Y si las dificultades arrecian y os cerca la incomprensión y hasta la injusticia, no decaigáis en ánimo. Levantad los ojos al cielo»

El sacrificio auténtico

«El segundo tipo [de hombres] no dice querría, como el primero, sino dice quiero. Pero pone condiciones a Dios, de suerte que quiere lo que Dios quiere, pero sin abandonar lo que conviene a su amor propio. Es decir, no quiere ir directamente a Dios, sino que quiere que Dios venga a sus afectos desordenados. (...) ¡Cuántos hombres hay en lo social pertenecientes al segundo binario! Redención del proletariado; sí. Sabia y justa distribución de las riquezas; sí. Pero «quedándose con la cosa adquisita». Es decir, no perdiendo sus ganancias, su posición social, ni sus privilegios de clase… Supliendo muchas veces por una fácil caridad corta los sacrificios auténticos que demanda la justicia»

La fuerza de la vida

«Pero no nos conformemos con fijar los ojos en el pasado. Debemos, ante todo, mirar hacia el porvenir. La fuerza de la vida no está en la tradición, que es respetable y honrosa y fuente de la experiencia de los pueblos, sino en la esperanza. Debemos comenzar a preparar el porvenir con la educación de los niños pequeños. El hombre que deja de esperar deja de vivir»
«A medida que Cristo se ausenta, la sociedad retrocede hacia el paganismo y la barbarie».
«El mundo de los intelectuales es el más sometido a la tiranía de la moda. ¡Luego decimos del peinado de las pobres mujeres!...»
«La civilización actual puede perecer. Conviene distinguir, para entender bien toda la literatura pontificia, entre Iglesia católica y civilización cristiana. La civilización cristiana pertenece al orden temporal. La civilización cristiana son las naciones y la vida internacional, inspiradas y vivificadas por el espíritu del Evangelio. Lo que perece es la civilización cristiana. Lo que se destruye es Europa y las demás naciones inspiradas en la civilización europea».
«La Iglesia es una excepción en el mundo. Ha caminado en el siglo XIX en sentido contrario al que han recorrido los pueblos. Envejecidas, derruidas y aniquiladas las potencias temporales, la potencia espiritual tiene hoy una organización más perfecta y una vida más fecunda que nunca. Pero no nos conformemos con fijar los ojos en el pasado. Debemos, ante todo, mirar hacia el porvenir. La fuerza de la vida no está en la tradición, que es respetable y honrosa y fuente de la experiencia de los pueblos, sino en la esperanza. Debemos comenzar a preparar el porvenir con la educación de los niños pequeños. El hombre que deja de esperar deja de vivir».
  • Todos los fragmentos reproducidos en este artículo están recogidos en el libro El pensamiento de Ángel Herrera Oria. Antología política y social, editado por CEU Ediciones.
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