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16 de junio de 2024

La Tentación de Santo Tomás de Aquino, de Velázquez

La Tentación de Santo Tomás de Aquino, de VelázquezMuseo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela

750 años después de santo Tomás de Aquino, su escolástica sigue de actualidad

Para él lo importante era refutar a quienes estuvieran en el error, sin importar a qué partido perteneciesen. Consideraba flaco servicio a la causa de la fe aplaudir cualquier razonamiento concordante con ella

Este jueves 7 de marzo, se cumplen 750 años del día en que santo Tomás de Aquino entregó su alma a Dios. Este fraile dominico italiano es, sin dudarlo, uno de los intelectuales más prominentes de todos los tiempos. Además, sus libros siguen siendo hoy en día fuente de inspiración para personas muy diversas y en la Iglesia Católica ocupa un puesto de honor, siendo recomendado como el principal maestro en los estudios teológicos.

Ahora bien, esto podría llevarnos a ver en él una especie de «pensador de partido», un espécimen muy propio de nuestros días cuya actitud podríamos describir así: «Puesto que yo pertenezco a este grupo, cualquier afirmación que favorezca mi facción me conviene y la defenderé, con independencia de su verdad». Es más, un pensador español que despierta en mí particular simpatía, Miguel de Unamuno, describió de esta manera el proceder del Doctor Angélico: «Tomad la Summa Theologica, de santo Tomás, el clásico monumento de la teología –esto es, de la abogacía–católica, y abridla por dondequiera. […] en el fondo de una gran parte, acaso de la mayoría de sus argumentos, hallaréis una falacia lógica que puede expresarse more scholastico con este silogismo: Yo no comprendo este hecho sino dándole esta explicación; es así que tengo que comprenderlo, luego esta tiene que ser su explicación. O me quedo sin comprenderlo».

Para Unamuno, la escolástica sigue un método «abogadesco» consistente en «aplicar la ley de autoridad, el placitum, el dogma, a distintas y a las veces contrapuestas necesidades prácticas». Se trataría, en definitiva, de una sofistería interesada, que se sirve de un aparente raciocinio solo para lograr sus objetivos: el pensamiento es puesto al servicio del interés de partido, no de la verdad.

Pues bien, nada hay más opuesto a esto que el talante de santo Tomás. El propio método escolástico, cuya lectura resulta tan desabrida para quien está más familiarizado con el género ensayístico, significa un continuo contraste con las razones de los adversarios. La retórica hodierna más bien sigue un procedimiento opuesto: «Callemos los motivos que aconsejan seguir la postura contraria, no vayan a resultar más convincentes que los nuestros». Sin embargo, el escolástico está obligado a tener en cuenta las opiniones de quienes discrepan de él, no tiene derecho a presentar su propio punto de vista sin dar alguna explicación que lo haga preferible a los de sus interlocutores. Es más, si nadie se ha adelantado a cuestionar su tesis, ha de formular él mismo los razonamientos que podrían llevar a un imaginario contertulio a rechazarla.

Por esta razón, no falta en la obra de santo Tomás la atención a los argumentos que podrían llevar a una persona a negar que Dios exista, o los que sugieren poner la felicidad en logros mundanos. Podría uno pensar: «Bien, cualquiera puede hacerse cargo de las posiciones intelectuales ajenas, pues es bien fácil construir ‘hombres de paja’, ridiculizar los pareceres de los demás, para así desbaratarlos con mayor comodidad». Sin duda, no es siempre asequible entender con exactitud las palabras de los enemigos, sobre todo cuando sus puntos de vista se enmarcan en planteamientos del todo diversos.

Ahora bien, se ha de reconocer que santo Tomás hizo un esfuerzo ímprobo por comprender con lealtad el pensamiento de personas con las que no coincidía. En particular, resulta evidente la extraordinaria dedicación al estudio de Aristóteles y el comentario literal de sus obras, en un tiempo en que otros teólogos se conformaban con condenarlo, simplificando su filosofía mediante acercamientos superficiales. San Alberto Magno y santo Tomás se tomaron el trabajo de leerlo con cuidado, página tras página, y verificar cuáles de sus razones eran más fuertes y cuáles más débiles.

Semejante preferencia por la verdad llevó a santo Tomás a dedicar buena parte de sus empeños a contradecir, no a los herejes ni a los musulmanes, sino a sus correligionarios cristianos. Para él lo importante era refutar a quienes estuvieran en el error, sin importar a qué partido perteneciesen. Consideraba flaco servicio a la causa de la fe aplaudir cualquier razonamiento concordante con ella. En estos oscuros tiempos en que parecemos argumentar más para vencer que para elucidar la verdad, estos rasgos del carácter de santo Tomás resultan bien actuales.

  • David Torrijos Castrillejo es profesor en la Universidad Eclesiástica San Dámaso.
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