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El Papa Benedicto XVI, junto a su secretario personal, Monseñor Georg Ganswein

El Papa Benedicto XVI, junto a su secretario personal, monseñor Georg GansweinGTRES

La renuncia de un Papa que nadie vio venir y que solo una periodista entendió

La decisión que Benedicto XVI hizo pública el 11 de febrero de 2013 desató un verdadero terremoto en la Iglesia, que en ese momento ya se encontraba sacudida por crisis internas y escándalos mediáticos

fue la periodista italiana Giovanna Chirri la que se percató del discurso en latín que estaba leyendo Benedicto XVI. Sus oídos y sus conocimientos en la lengua madre confirmaban lo que pensaba, pero era demasiado fuerte para ser real. El Papa renunciaba a la Sede Petrina. La corresponsal en el Vaticano de la agencia italiana Ansa tenía una bomba entre las manos pero podía arriesgarse a un error histórico.

Antes de lanzar la noticia, pidió confirmación al padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Cuando obtuvo el visto bueno, pulsó el botón de enviar. La explosión mediática tardaría pocos minutos en estallar.

Era la mañana del 11 de febrero de 2013, día de fiesta en el Vaticano, pues se conmemora la firma de los Pactos de Letrán, el acuerdo que en 1929 puso fin a la disputa entre la Iglesia y el Estado italiano, reconociendo la soberanía de la Santa Sede. Un día que amanecía tranquilo cambiaría el rumbo de la historia cuando el Pontífice comenzó a leer 259 palabras escritas en 20 líneas en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico.

Caras de sorpresa acompañaron el gesto de Benedicto cuando se salió del guion para leer un discurso que nadie tenía previsto: «Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino...». Paralelamente, la Sala de Prensa estaba casi vacía de periodistas. Solo unos pocos vaticanistas seguían la retransmisión en directo, sin imaginar que estaban a punto de presenciar un momento que cambiaría la historia.

¿Qué había detrás de la decisión?

Cuando la noticia de Ansa se publicó, el desconcierto se apoderó de los medios. ¿Por qué en latín? ¿Por qué un anuncio tan trascendental en un contexto tan discreto? Ante la avalancha de preguntas, Lombardi respondió con serenidad: «El Papa no puede dimitir con un comunicado de la Sala de Prensa».

El Código de Derecho Canónico es claro: la renuncia papal debe ser libre y manifestarse formalmente, pero no necesita la aprobación de nadie. Y así lo hizo Benedicto XVI. A partir de ese momento, la especulación se desató. ¿Fue una decisión puramente personal o hubo presiones ocultas?

La renuncia de Benedicto XVI desató un verdadero terremoto en la Iglesia, no solo por lo insólito del acto, sino por el eco histórico que resonaba en el lejano ejemplo de Celestino V, quien, en el siglo XIII, también decidió abandonar el pontificado. Sin embargo el Papa alemán no se retiró en circunstancias similares, sino en medio de una Iglesia que en 2012 había sido sacudida por crisis internas y escándalos mediáticos.

«Mi conciencia está tranquila»

«Fue una difícil decisión. Pero la tomé en plena conciencia y creo que lo hice bien. Algunos de mis amigos, los que más me seguían, todavía están enfadados, no quisieron aceptar mi elección», reiteró Benedicto XVI en una entrevista publicada por el diario italiano Corriere della Sera.

El Papa emérito no solo se enfrentó a la incomprensión dentro de la Iglesia, sino que también tuvo que lidiar con una serie de hipótesis que intentaron arrojar luz sobre su decisión. «Pienso en las teorías de la conspiración que surgieron; algunos dijeron que fue culpa del escándalo de Vatileaks, otros mencionaron una conspiración del lobby gay, incluso algunos vincularon mi renuncia al caso del teólogo conservador lefebvriano Richard Williamson. No quieren creer que fue una elección consciente. Pero mi conciencia está tranquila», llegó a afirmar Ratzinger.

Benedicto XVI, a pesar de la creciente controversia que se desató a su alrededor, permaneció firme en su convicción. La multitud que acudió a la audiencia general, tan solo dos días después de su anuncio, le brindó un apoyo incondicional. Cuando comenzó su discurso con las palabras: «Queridos hermanos y hermanas, como sabéis, he decidido...», los aplausos resonaron con fuerza y le impidieron seguir, un gesto que reveló la lealtad y afecto de los fieles ante su inesperada decisión.

Texto de renuncia de Benedicto XVI

Texto de renuncia de Benedicto XVIGTRES

De Benedicto a peregrino

El 28 de febrero de 2013, Benedicto XVI, en su última audiencia pública como Papa, expresó: «Entre ustedes, en el Colegio Cardenalicio está el futuro Papa, al cual ya desde hoy prometo mi incondicional reverencia y obediencia». Entre los cardenales presentes se encontraba el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, quien, poco tiempo después, sería su sucesor.

A las 17:00 horas de esa misma tarde el Pontífice alemán partió en helicóptero hacia Castel Gandolfo, la residencia papal de verano, mientras las campanas de todas las iglesias de Roma repicaban en su despedida. Desde la ventana de su nuevo retiro se dirigió a la multitud con humildes palabras: «Seré solo un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinar por esta tierra, y que quiere en ella rezar con todas sus fuerzas por el bien de la Iglesia y de la humanidad».

Stanislaw Dziwisz, quien fue secretario cercano de Juan Pablo II, criticó la renuncia de Benedicto XVI argumentando que «de la cruz no se baja», en referencia a cómo Wojtyla, a pesar de su enfermedad, nunca abandonó el papado.

¿Realmente Joseph Ratzinger abandonó la cruz? En lugar de rendirse, el Papa alemán dio un paso atrás por el bien de la Iglesia que siempre había amado y servido, y que siguió haciendo hasta el día de su muerte. Muchos pudieron ver su renuncia como una retirada cobarde, pero en realidad, Benedicto XVI demostró que el valor del liderazgo también radica en saber cuándo ceder el testigo para salvaguardar el futuro de la Iglesia.

Fue un Papa que, aunque no deseaba serlo, asumió con responsabilidad el peso de la misión, ofreciendo su obra teológica, su defensa de la verdad y su incansable lucha contra la «dictadura del relativismo» como testimonio de su entrega y humildad.

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