
Otto Neururer fue beatificado el 3 de junio de 1940
El cura que salvó a una chica de un posible matrimonio con un nazi y bautizó en secreto a un prisionero
Otto Neururer se convirtió en mártir tras ser sometido a un castigo brutal: lo colgaron de los pies, lo despojaron de toda dignidad al dejarlo desnudo y lo condenaron a morir lentamente durante 34 largas horas
En el corazón de los Alpes tiroleses, en el pueblo de Piller, Austria, nació en 1882 Otto Neururer, el último de doce hijos de una familia humilde de molineros y agricultores. Desde temprana edad, Otto mostró una profunda devoción religiosa y una inteligencia notable que lo impulsarían a ingresar en el seminario menor con tan solo 13 años, donde se formó bajo la tutela de la comunidad vicentina.
Fue ordenado sacerdote en junio de 1907, y celebró su primera misa en el mismo pueblo que le vio nacer, marcando el inicio de un ministerio que lo llevaría a vivir momentos de extraordinaria prueba. Los años previos a la Segunda Guerra Mundial trajeron tiempos convulsos para Austria, y en 1938 el país se vio inmerso en el clima opresivo de la Alemania nazi cuando se anexionó a este.
En ese ambiente de miedo y represión, Otto Neururer se destacó por su firmeza en mantener sus convicciones y ofreció un consejo a una joven feligresa que le podía costar la vida: le advirtió que no debía casarse con un hombre divorciado, ateo y miembro del Partido Nazi, conocido por su vida desordenada. La muchacha escuchó el consejo de su padre espiritual y rechazó al soldado; El hombre, por despecho, denunció al párroco ante la policía secreta, la Gestapo, «por haber impedido una boda alemana».
Convertirte en un hombre para la eternidad
El 15 de diciembre de 1938, Otto fue arrestado y encarcelado en Innsbruck, marcando el inicio de un calvario que lo llevaría a enfrentar de primera mano la brutalidad del régimen nazi. La frialdad de aquella detención contrastaba con la calidez de su ministerio, siempre enfocado en servir a los demás. Posteriormente, fue trasladado al campo de concentración de Dachau el 3 de marzo de 1939 y, finalmente, al de Buchenwald el 26 de septiembre de ese mismo año.
En los lúgubres recintos, Otto encontró la fuerza en su fe para resistir la desolación. A pesar de las condiciones inhumanas y de las constantes torturas, mantuvo intacta su dedicación pastoral. Con una generosidad que contradecía la crudeza del entorno, compartía las escasas raciones de comida con los compañeros de prisión más débiles y, siempre en silencio, continuaba su labor espiritual de forma clandestina, ofreciendo consuelo en medio del sufrimiento.
En abril de 1940, cuando la desesperación alcanzaba a muchos de sus compañeros, un prisionero se acercó a Otto con una solicitud que cambiaría el curso de su destino: le pidió que le administrara el bautismo. Consciente de los riesgos que implicaba llevar a cabo un sacramento en un entorno tan hostil, y sabiendo que cada palabra de fe pronunciada podía ser motivo de condena, Otto aceptó sin dudarlo, convencido de que la salvación no debía esperar, ni siquiera en el lugar más desolador.
Sin embargo, la administración del campo descubrió su acción. Como represalia, Otto fue sometido a un castigo brutal: lo colgaron de los pies, lo despojaron de toda dignidad al dejarlo desnudo, y lo condenaron a morir lentamente durante 34 largas horas. Su martirio fue consumado el 3 de junio de 1940.
Otto Neururer fue beatificado el 24 de noviembre de 1996 por el Papa Juan Pablo II, en una solemne ceremonia en la basílica de San Pedro, donde se le reconoció como mártir in odium fidei (por odio a la fe). La brutalidad de su destino no quedó exenta de un intento de borrar su memoria. Sus restos fueron vilmente incinerados en un crematorio civil.
Los nazis, intentando reescribir la narrativa de su muerte, declararon que había fallecido a causa de una enfermedad cardíaca. Afortunadamente, quienes lo conocieron y lo amaron lograron recuperar las cenizas de su cuerpo, las cuales hoy reposan en silencio bajo el altar de la parroquia que él presidió.