Fundado en 1910
Mother Matylda Getter, superior of the Warsaw province of the Congregation of the Franciscan Sisters of the Family of Mary, founded in the mid-19th century, is seen on an undated photo (center) with her sisters. "I will not send away any Jewish child," she assured, managing to save, with her fellow sisters, hundreds of Jewish children in the midst of the horrors of the Holocaust. The world commemorated Jan. 27, 2025, the 80th anniversary of the liberation of German death camp Auschwitz-Birkenau -- where 216,000 Jewish children, among 231,000 children from various nations, perished, among 1.1. million victims. (OSV News photo/courtesy Institute of National Remembrance)

La Madre Matylda Getter aparece en el centro junto a las hermanas de su congregación
OSV News

Madre Matylda Getter, la monja polaca que desafió a los nazis para esconder a más de 500 niños judíos

«Quien reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe». Siguiendo estas palabras de Jesús, más de 120 hermanas de la congregación acogieron a los pequeños perseguidos, arriesgando la vida por ellos

Es casi imposible saber cuántas vidas salvaron los religiosos polacos durante la ocupación nazi. No lo hicieron para ponerse medallas o por una cuestión de imagen. Es más, sabían que al abrir sus puertas se jugaban la vida y que el Tercer Reich no perdonaba a quienes protegían a los judíos.

Quienes ayudaron a proteger tantas personas no los movía el cálculo ni el reconocimiento, sino la certeza de que la vida humana es sagrada. Y muchos murieron sin contar jamás lo que hicieron. Sus nombres quedaron en la sombra y sus gestas sepultadas junto con ellos. Pero algunos dejaron un rastro, un testimonio que permite reconstruir una historia de heroísmo silencioso.

Una de ellas fue la Madre Matylda Getter (Varsovia, 1870), la monja franciscana que hizo de su congregación un refugio para cientos de pequeños condenados por el nazismo. «No abandonaré a ningún niño judío», aseguró con firmeza, según recoge el medio polaco OSV News. Como superiora de la provincia de Varsovia de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Familia de María –fundada en el siglo XIX por el padre Segismundo Félix Felinski, santo–, puso al servicio de la resistencia todos los recursos de su orden para salvar vidas.

Una red oculta de refugios

El 27 de enero, en el 80º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz–donde fueron asesinados más de 200.000 niños judíos–, el mundo recordó no solo a las víctimas de semejante barbarie, sino también a quienes, en medio del horror, decidieron mostrar valientemente resistencia.

Getter tenía casi 70 años cuando los nazis invadieron Polonia en 1939. La edad no fue un impedimento: se sumó a la resistencia clandestina y convirtió su congregación en un bastión contra la ocupación.

La llegada de los nazis a Polonia trajo consigo el exterminio de la élite intelectual, ejecuciones sumarias, el desplazamiento forzado de millones de personas a campos de concentración y el sometimiento del país a la pobreza extrema y la hambruna. Frente a esta realidad, la Madre Matylda y sus hermanas, además de asistir a huérfanos y prisioneros políticos, impartían clases en secreto y organizaban comedores para los más pobres.

Pero cuando la persecución de los judíos se intensificó y los guetos se llenaron de familias condenadas a la deportación, la monja supo que tenía la misión de salvar vidas, aunque eso significara arriesgar la suya.

Los pequeños judíos llegaban a las manos de la valiente monja de distintas maneras: algunos eran encontrados en la calle, otros entregados por sus propias familias desesperadas y otros lograban escapar de los guetos por sus propios medios. Las hermanas los escondían en más de 40 orfanatos que ellas dirigían y en familias católicas de confianza.

«¿Aceptarás la bendición de Dios, hermana?»

Pero no bastaba con esconderlos: debían engañar a los nazis, que a menudo ponían a prueba a los niños para descubrir si eran judíos. Para evitar sospechas, les enseñaban polaco, así como oraciones en ese idioma, y a los de cabello oscuro les teñían el pelo.

«El carisma de nuestra congregación se resume en las palabras de Jesús: 'Quien reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe'. Cuidamos de los huérfanos, de los niños que corren mayor riesgo, y durante la ocupación eran los niños judíos los que corrían más peligro y necesitaban cuidados especiales», explica la hermana Magdalena Abramow-Newerly, historiadora de la congregación, en el libro Salvar mil mundos, citado por OSV News.

Una de las supervivientes de esta red de salvamento, Lusia Alterman, tenía solo cuatro años cuando una patrulla alemana irrumpió en el orfanato donde se escondía. Su tutora, la hermana Helena, la metió en una cesta, la cubrió con paja y apiló huevos encima. Mientras el soldado intentaba confiscar la comida, Lea, sin comprender el peligro, creyó que jugaba al escondite.

Getter no estuvo sola en esta tarea. Se estima que al menos 120 hermanas de su congregación participaron en la misión de rescate, desafiando la orden nazi de castigar con la muerte a quienes ayudaran a los judíos. De ellas, 22 fueron reconocidas como Justas entre las Naciones, el mayor honor que Israel concede a los no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar hebreos del Holocausto. Afirma Avvenire que Getter llegó a salvar a más de 500 niños y 250 ancianos judíos en el gueto de Varsovia durante la ocupación nazi.

«A quien venga a nuestro patio y nos pida ayuda, en nombre de Cristo no podemos negarle nada», afirmaba la Madre Matylda. Para ella, cada niño era una bendición, y así lo transmitía a sus hermanas. Antes de enviar a un pequeño a un orfanato, preguntaba a la superiora del mismo: «¿Aceptarás la bendición de Dios, hermana?», asegurándose de que estaban dispuestas a asumir el riesgo de protegerlo.

Se estima que, durante la ocupación alemana de Polonia (1939-1945), la Iglesia jugó un papel crucial en el auxilio a los judíos. Afirma Alina Petrowa-Wasilewicz en el artículo sobre la vida de esta monja que 66 órdenes religiosas femeninas brindaron refugio en alrededor de 450 instituciones, en su mayoría monasterios. A ellas se sumaron 25 órdenes masculinas, que operaban en 85 centros, y más de 700 sacerdotes diocesanos, que prestaron ayuda en al menos 580 localidades del territorio ocupado.

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