Basílica del Sacro Cuore, en Roma
El Sagrado Corazón que bendice Roma desde lo alto: la única basílica que supera en altura a San Pedro
Por esas «ironías de la vida», como dice el padre Javier, solo un santo podía lograrlo: que el Corazón de Cristo se alzara por encima de la mismísima basílica de San Pedro
En una de las siete colinas de Roma, la del Esquilino, se levanta una basílica que guarda una historia tan sorprendente como providencial. Es la del Sacro Cuore, la iglesia salesiana que, contra todo pronóstico, supera en altura a la gran basílica vaticana. Su párroco, el padre Javier, lo resume con una sonrisa: «Son de esas ironías de la vida».
Situada junto a la estación de Termini, la basílica fue erigida por la Congregación Salesiana, fundada en 1859 por san Juan Bosco, aquel sacerdote turinés que dedicó su vida a los jóvenes y a los más necesitados. No es casual su ubicación: Don Bosco siempre quiso estar cerca de las estaciones, donde se cruzaban las vidas más frágiles.
De San José al Sagrado Corazón
Todo comenzó en 1870, cuando el Papa Pío IX consagró el mundo a San José y decidió levantar una basílica en su honor, precisamente en la colina del Esquilino. Pero con el paso del tiempo, y ante la petición de varios obispos —además de cumplirse los doscientos años de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque—, el templo cambió de «titularidad»: sería dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
El sueño, sin embargo, tropezó con las dificultades materiales. Los elevados costes de cimentación dejaron la obra inconclusa. Hasta que, bajo el pontificado de León XIII, una providencial amistad cambió su destino.
El cardenal Gaetano Alimonda, amigo de Don Bosco, sugirió al Papa: «Si quiere acabar la basílica, désela a Don Bosco». El Pontífice, sorprendido, respondió: «¿Qué tiene este pobre sacerdote que no tiene el Papa?». A lo que Alimonda respondió con fe: «Una cosa muy importante: la confianza en la Divina Providencia».
«Un deseo del Papa es una orden para Don Bosco»
Por aquel entonces, Don Bosco buscaba un terreno en Roma para levantar una iglesia. El Papa Pío IX le había ofrecido varios, pero ninguno cumplía su deseo: quería un lugar cercano a una estación, «porque sabía que era donde se reunían los muchachos de la calle», explica el padre Javier.
Finalmente, le encargaron acabar la basílica que el Papa no había podido concluir y que además, tenía una peculiaridad: se encontraba frente a la estación de Termini. El santo, «dijo una expresión que para nosotros, salesianos, es muy significativa: 'un deseo del Papa es una orden para Don Bosco'», afirma el párroco del Sacro Cuore.
Durante siete años, el santo italiano recorrió Roma y media Europa «llamando a la puerta» de nobles y benefactores. Con su fe inquebrantable logró reunir los fondos para concluir la obra. El templo, de 68 metros de largo y 35 de ancho, sigue siendo hoy un refugio para los necesitados que se acercan a los alrededores de Termini.
Una estatua que toca el cielo
El proyecto inicial del campanario preveía una estructura similar a la de Santa María la Mayor, con un globo y una cruz coronando el frontón. Pero Don Bosco lo dejó inconcluso, plano, con las campanas al descubierto.
Décadas después, en 1929, el Papa Pío XI beatificó al fundador de los salesianos. Los exalumnos argentinos quisieron rendirle homenaje: ellos, que habían recibido a los primeros misioneros enviados por Don Bosco, decidieron terminar ese campanario que, como explica el padre Javier, por esas «ironías de la vida que solo los santos pueden saber» no estaba acabado.
Pidieron permiso al entonces superior, don Rinaldi, también beato, y aunque no llegó a ver la obra terminada, su sucesor, don Pedro Ricaldone, aprobó el proyecto. Una empresa de Milán se encargó de esculpir la monumental estatua del Sagrado Corazón de Jesús, destinada a coronar la basílica.
Querían que fuera visible «por encima del edificio que les tapaba», pues un hotel recién construido ocultaba parte de la iglesia. El resultado superó cualquier expectativa: al colocar la imagen, el conjunto del campanario alcanzó los 62,5 metros de altura y, al encontrarse en el punto más elevado de Roma, superó en altura a la mismísima basílica de San Pedro.
El Sagrado Corazón de Jesús sigue hoy bendiciendo y protegiendo a toda Roma.
«Si es el Sagrado Corazón… ¿Qué puede decir el Papa?»
En Roma, existe una ley «no escrita»: ningún edificio puede superar en altura a la basílica más importante de la cristiandad. Los salesianos acudieron entonces al Papa Pío XI —el mismo que había beatificado y canonizado a Don Bosco— para pedirle permiso.
Cuando el Pontífice les preguntó qué querían poner encima de la iglesia que fuera a superar la basílica petrina, le explicaron el proyecto de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, a lo que el Papa respondió: «Si es el Sagrado Corazón, si es Cristo ¿Qué puede decir el Papa?».
Y así, desde lo alto del Esquilino, el Sagrado Corazón de Jesús sigue hoy bendiciendo y protegiendo a toda Roma.