La ludopatía, bien sea en su versión más clásica o a través de las nuevas tecnologías, siempre ha sido un tipo de adicción habitual

La ludopatía, bien sea en su versión más clásica o a través de las nuevas tecnologías, siempre ha sido un tipo de adicción habitualGTRES

Hábitos y dependencias

Cuando la adicción nos atrapa: «El cerebro está hecho para ser adicto a casi todo»

Así funciona la mente de un adicto. Daniel tenía tal obsesión por los videojuegos que estuvo años jugando en pijama y sin salir de casa, que solo abandonaba para alguna cita médica. Francisco estaba tan absorbido por su trabajo que dedicaba más tiempo y pensamientos a su labor profesional que a sus hijos. Ángel no solo echó por tierra el curso escolar, sino su salud por estar 'conectado' día y noche a las redes sociales. María protagonizó no hace mucho un reportaje en la prensa generalista donde relataba el infierno de ser compradora compulsiva. Y Rebeca contó en televisión como la vorágine de tener sexo cinco veces al día no era suficiente para ella, lo que arruinó su relación y su vida.
Aunque ningún nombre citado es real, sus ejemplos sí que lo son. Todos representan un determinado perfil de adicción que, en estos casos, cursan sin sustancia. Y de las cuales nuestro país ha experimentado un incremento en los últimos tiempos, seguramente agravado por la pandemia y el confinamiento.
«Ha habido una subida de casos y lo estamos viendo en consulta. No es un fenómeno nuevo, lo que es nuevo es que se le preste tanta atención. Tras la pandemia, hemos observado un incremento en la gravedad de la patología y de las consecuencias y el derrumbamiento de los factores de la personalidad», nos dice Ricardo Rodríguez Suárez, psicólogo sanitario y coordinador técnico de UniADIC (Unidad Integral de Tratamiento de Adicciones).

No es tanto la conducta implicada si no la relación que se establece con ellaRicardo Rodríguez Suárez, UniADIC

Tipos de adictos y de adicciones

Ludopatía, criptomonedas, redes sociales, videojuegos, compras, sexo, trabajo... muchas son las actividades en las que podemos quedar atrapados cuando volcamos sobre ellas no solo todas nuestras energías, sino todo tiempo y dinero.
«Todas estas adicciones tienen una conducta compulsiva y una parte de pérdida de control. Cuando hablamos de adicciones comportamentales no es tanto la conducta implicada sino la relación que se establece con ella, perdiendo la persona el control sobre aquella actividad que le daba placer», explica Rodríguez Suárez.
La 'culpa' de todo aquí no la tiene Yoko Ono, como cantaría el grupo de hip hop Def con Dos, sino la dopamina. Es el neurotransmisor del placer, el que nos mueve a conseguir algo que nos proporciona bienestar. Si algo nos gusta, el cerebro reclama que repitamos.
«Nos movemos en base a la dopamina. El cerebro está hecho para ser adicto a todo. Cuando la industria de las tragaperras, de los juegos o de las criptomonedas descubrió esa debilidad humana, la explotó. Uno no puede ser adicto a una sustancia o actividad, si no tiene disponibilidad de ella».
En cuanto al perfil del adicto, este profesional asegura que las adicciones a las criptomonedas y a los videojuegos son propias de chavales cada vez más jóvenes, aceleradas por la aparición de teléfonos inteligentes y acceso fácil y rápido a la conexión a internet. «A partir de los 13 años ya hemos visto casos que incluso roban dinero a sus padres».

Nos movemos en base a la dopamina, cuando algo nos gusta, el cerebro reclama que repitamosRicardo Rodríguez Suárez, UniADIC

En el caso de la adicción al trabajo, no hay un perfil tan marcado, ya que puede afectar tanto a personas con familia estable como a otras de perfil más solitario. Las adictas a las compras compulsivas, por lo general, son mujeres de entre 25 y 50 años que quizás atraviesan un proceso de carencia afectiva. Los ludópatas son hombres a partir de los 30 y de tipo solitario, mientras que los enganchados al sexo compulsivo pueden ser de ambos sexos a partir de los 27 o 28 años en adelante, siendo este el perfil más amplio.

Pronóstico y solución

No siempre el adicto es consciente de su problema, pero sí lo son las personas de su entorno, a los que su conducta compulsiva ha acabado por afectar. Otras veces es el propio enfermo el que no niega la dificultad porque sufre síndrome de abstinencia o es incapaz de controlar su conducta compulsiva.
Caer en las garras de una adicción puede destruir la vida del adicto y los que le rodean, pero es importante saber que no está todo perdido a pesar del riesgo de recaídas y de que la tentación siempre puede regresar.
«El pronóstico es buenísimo, el cerebro tiene una capacidad plástica de poderse recuperar hasta de la peor situación. Un cerebro, después de un año de estar limpio, sin consumir, se recupera al 100 %».

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