Lindsey Strout, durante el Foro Global de la Nicotina celebrado en Varsovia

Lindsey Stroud, durante el Foro Global sobre Nicotina celebrado en Varsovia entre el 16 y el 18 de junioMiguel Ruiz de Arcaute

Entrevista

Lindsey Stroud: «Los vapeadores están reduciendo las tasas de fumadores en el mundo»

La experta en consumo de tabaco analiza los desafíos y el futuro de la industria en el marco del Foro Global sobre Nicotina 2022

Cientos de personas de una amplia multitud de países se dieron cita en Varsovia entre los días 16 y 18 de junio en el Foro Global sobre Nicotina, un congreso internacional que desde 2014 reúne a expertos y legisladores para abordar el estado de los productos de reducción del daño causado por el tabaco, como los cigarrillos electrónicos o los vapeadores. Entre las panelistas de este año se encontró la estadounidense Lindsey Stroud, directora del centro del consumidor de la organización sin ánimo de lucro Taxpayers Protection Alliance (TPA), y cuya labor consiste en la recolección de datos sobre el uso de productos como el alcohol, el tabaco y los vapeadores en todo el mundo.
–¿Por dónde pasa el futuro de la industria del tabaco?
–No me imagino un mundo sin cigarrillos, porque los países dependen mucho de ellos ya sea en forma de impuestos o de liquidez económica. No obstante, cuando uno mira al mundo observa reducciones en las tasas de fumadores con la llegada de los nuevos productos de reducción de daño del tabaco. Si miras hacia Japón, el descenso es del 40 %, lo que ha sido atribuido a los calentadores. El Reino Unido tiene la tasa de reducción más grande, y en EE.UU. ha pasado de un 27 % en 1997 a un 9,6 %. Por lo tanto, hay una caída a partir de la llegada de este mercado, incluyendo los cigarrillos electrónicos, productos sin humo y otras tecnologías que desearía pudiéramos obtener en EE.UU. No obstante, creo que esto último va a ser difícil, porque la OMS solo quiere facilitar su uso desde un punto de vista sanitario, pero no comercial. Puedes volverte adicto al tabaco que compras en una tienda convencional, pero para dejarlo usando estos nuevos productos tienen que ser prescritos por un doctor.
–Algunas tabacaleras, como Philip Morris, se han propuesto acabar con el comercio de tabaco convencional de 10 a 15 años. ¿Cree que será posible?
–Efectivamente, sé que algunas compañías están tratando de ir en la misma línea que el Reino Unido, cuyas autoridades aspiran a erradicar los cigarrillos tradicionales para 2030. Y eso está genial, porque demuestra que todo el tema del vapeo y los nuevos productos está obligando a las tabacaleras a cambiar sus productos. Lo que no entiendo es por qué las autoridades sanitarias creen que esto supone un problema. Las tabacaleras, al final, intentan hacer productos más seguros para la gente que fuma. Es como si un fabricante de coches produjera vehículos eléctricos y las reguladoras le dijeran a los conductores «podéis seguir usando coches de combustible, porque son buenos». Es algo que no ves con ningún otro producto.
–¿Cómo ha cambiado la industria a lo largo de la historia?
–Ahora las compañías tabacaleras escuchan a sus clientes. Sin embargo, en las últimas décadas ha habido un historial de empresas que han intentado hacer productos más seguros. En los años 90, por ejemplo, algunas compañías ya patentaron sus propios productos a pesar de que nadie los usaba. Ahora están más cerca de los consumidores, y eso lo ves también en otras industrias en el uso, por ejemplo, del plástico por la mayor concienciación del público con el medio ambiente.

Los fabricantes diseñaron y comercializaron los productos para ayudar a las personas que fuman a dejar los cigarrillos combustibles nocivos, no para enganchar a los jóvenes

–¿Cuáles son sus grandes desafíos?
–Hay una profunda animadversión hacia el tabaco y hacia el hecho de que sea empleado en terapias para ayudar a quitar el hábito. En este sentido, existe también un gran problema con el enfoque de «dejarlo o morir», aunque ahora se está cambiando esta narrativa con la aceptación de terapias de reducción de daños a través de un enfoque médico. En general, los fumadores son personas de bajos ingresos que no van a ningún centro médico, y si se condiciona su uso a las terapias sanitarias lo único que se hace es levantar una barrera aún más alta para que no accedan a estos productos menos dañinos.
–¿Por qué muchas autoridades sanitarias tienden a restringir el uso de estos productos?
–Creo que las agencias están preocupadas por su uso por parte de los jóvenes. Obviamente, los fabricantes no los diseñaron para atraer a los niños. Diseñaron y comercializaron los productos para ayudar a las personas que fuman a dejar los cigarrillos combustibles nocivos. Aunque es necesario abordar el uso de productos novedosos por parte de los jóvenes, las agencias de salud tienden a reaccionar con políticas prohibicionistas que restringen el acceso de los adultos a los mismos productos.
Por ejemplo, en varios estados de EE.UU. en los últimos años, grupos como Campaign for Tobacco-Free Kids se negaron a permitir que las tiendas solo para adultos vendieran productos de vapor con sabor. Creo que la salud pública está informada por esos grupos y otros, financiados por Michael Bloomberg, que esencialmente han demonizado incluso el uso de productos de vapor por parte de adultos.
–Precisamente la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE.UU. acaba de retirar del mercado los productos de la marca Juul, una de las más potentes en el país, alegando su uso abusivo por parte de los jóvenes. ¿Qué opina?
–La FDA no escuchó a la ciencia, sino que se inclinó ante la presión de políticos mal informados y grupos financiados por Bloomberg al emitir sus negativas. El Reino Unido, país líder en el número de adultos que cambian de cigarrillos tradicionales a electrónicos, permitió que Juul se vendiera a los consumidores en su país, pero EE.UU. simplemente se negó. Sin embargo, el viernes se anunció que la Corte de Apelaciones de EE.UU. para el circuito de Washington D.C. acaba de emitir una suspensión de los productos de Juul, lo que la convierte en otra empresa que se enfrenta a los tribunales con respecto al proceso de autorización de la FDA.
–¿Cuáles son los países más restrictivos y permisivos en cuanto al uso de estos productos?
–Estados Unidos solía ser un lugar fantástico para los cigarrillos electrónicos, pero desafortunadamente, desde 2016, cuando la FDA los consideró como un producto de tabaco, las pequeñas empresas que en esencia crearon la industria se han visto sobrecargadas con costes regulatorios y cumplimientos prohibicionistas y regresivos impuestos a nivel local, estatal y federal. Así que clasificaría a los EE.UU. en un término medio. Va a ser interesante ver dónde estamos en unos años.
Por su parte, el Reino Unido y Japón tienen algunas de las mejores políticas de salud pública con respecto al vapeo y otros productos de reducción de daños del tabaco. El Reino Unido tiene tiendas de vapeo en los hospitales y, de hecho, ayuda a las personas de bajos ingresos a obtener acceso a dichos productos mediante subsidios. En Japón, la aceptación del tabaco calentado ha ayudado a reducir significativamente el uso de cigarrillos combustibles.
Nueva Zelanda también tiene políticas de salud pública que promueven el uso de cigarrillos electrónicos y productos de riesgo reducido en lugar de demonizarlos o restringir el acceso de los adultos. Algunos de los peores países serían Australia y México. Australia ha promulgado un sistema de solo prescripción para que los adultos accedan a productos de vapeo y México también anunció recientemente la prohibición de los cigarrillos electrónicos.

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