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Investigadores descubren por qué los mapas mentales se desvanecen con la edadGetty Images/Fabio Camandona

¿Por qué con la edad es más fácil olvidar dónde dejamos las llaves? La ciencia tiene la respuesta

Investigadores descubren por qué los mapas mentales se desvanecen con la edad

Recordar dónde dejamos las llaves, dónde cenamos o dónde conocimos a alguien son tareas cotidianas que dependen de la memoria espacial, una de las primeras capacidades cognitivas que suele deteriorarse con la edad y cuya alteración temprana puede ser señal de demencia.

Un nuevo estudio de Stanford Medicine, publicado en Nature Communications, revela qué ocurre en el cerebro cuando esta habilidad comienza a fallar y abre la puerta a posibles formas de prevención.

Los investigadores compararon ratones jóvenes (equivalentes a humanos de 20 años), de mediana edad (50 años) y mayores (75-90 años). Descubrieron que la corteza entorrinal medial –región considerada el 'GPS del cerebro'– pierde estabilidad en su actividad neuronal con el envejecimiento, lo que se traduce en confusión a la hora de orientarse.

Mapas mentales inestables

Durante el experimento, los ratones recorrían pistas de realidad virtual en busca de recompensas. Con el tiempo, todos lograron memorizar la ubicación de la recompensa en una pista determinada, desarrollando patrones neuronales únicos.

Sin embargo, cuando se alternaban dos pistas con recompensas distintas, los ratones mayores mostraron claras dificultades para diferenciar en qué entorno se encontraban. Sus células de cuadrícula –encargadas de generar mapas internos del espacio– disparaban de manera errática, reflejando la confusión.

La corteza entorrinal medial –el 'GPS del cerebro'– pierde estabilidad en su actividad neuronal con el envejecimiento

«La tarea era parecida a recordar dónde aparcaste el coche en dos estacionamientos diferentes o dónde está tu cafetería favorita en dos ciudades distintas», dijo Lisa Giocomo, PhD, profesora de neurobiología y autora principal del estudio.

«Su memoria espacial estaba realmente deteriorada», señaló Charlotte Herber, estudiante de MD-PhD y primera autora del estudio.

Aunque, en promedio, los ratones mayores eran notablemente peores que sus contrapartes más jóvenes a la hora de navegar por sus entornos, había una amplia variación entre ellos, una señal de que el deterioro de la memoria espacial puede no ser una parte inevitable de la edad avanzada.

Algunos conservaron un rendimiento casi intacto, lo que sugiere que el deterioro no es inevitable. Un caso llamó la atención: un «ratón superenvejecido» que resolvió la prueba tan bien como los más jóvenes.

Al analizar los perfiles genéticos, los científicos identificaron 61 genes asociados a la inestabilidad neuronal, algunos de los cuales podrían estar vinculados a la protección de la memoria. Entre ellos destaca Haplin4, implicado en la red de proteínas que estabiliza las neuronas.

Paralelismo con humanos

Los resultados de la investigación que comparó el comportamiento espacial en ratones jóvenes, de mediana edad y ancianos arrojan paralelismos significativos con las capacidades cognitivas humanas, especialmente en lo que respecta a la orientación y la memoria espacial en la vejez.

Lisa Giocomo explicó que estos hallazgos concuerdan con lo que se observa en las personas mayores: «Las personas mayores suelen poder desenvolverse en espacios familiares, como su casa o el barrio donde siempre han vivido, pero les resulta muy difícil aprender a desenvolverse en un lugar nuevo, incluso con experiencia». Esta afirmación apunta a una dificultad específica para adquirir nuevas referencias espaciales, a pesar de conservar la capacidad de orientarse en entornos ya conocidos.

La memoria cambia a partir de los 60

En contraste, los ratones más jóvenes y aquellos de mediana edad lograron entender la tarea de asignación espacial hacia el sexto día del experimento. Su actividad neuronal reflejó con rapidez una correspondencia clara entre la activación de las células de la cuadrícula –estructuras cerebrales clave para la navegación– y el contexto en el que se encontraban.

Los animales más jóvenes eran capaces de formar representaciones cerebrales diferenciadas para cada entorno, los más viejos no lograban establecer esos patrones bien definidos, lo cual se traduce en una menor capacidad para discriminar espacios distintos.

Si bien los ratones de mediana edad mostraron una activación algo menos intensa en las células relacionadas con la orientación, su desempeño no se alejó significativamente del que exhibieron los ratones jóvenes. Esta observación llevó a Herber a concluir que la función cognitiva relacionada con el reconocimiento espacial se mantiene relativamente preservada al menos hasta los 13 meses de vida en ratones, una edad que podría equivaler, según su análisis, a los 50 o 60 años en seres humanos. «Creemos que esta capacidad cognitiva probablemente se mantiene intacta al menos hasta los 13 meses en un ratón, o quizás hasta los 50 o 60 años en un ser humano», afirmó el científico.

Estos resultados ayudan a comprender mejor el declive cognitivo que acompaña al envejecimiento, tanto en animales como en personas, y apuntan a la relevancia de la plasticidad cerebral para mantener las capacidades espaciales en la edad avanzada. El estudio también refuerza la utilidad de los modelos animales para analizar en detalle los mecanismos neuronales involucrados en la navegación y la memoria espacial.

Actividades que estimulan el cerebro

Investigadores de la Universidad del Sur de Australia han descubierto que el tipo de actividad que se realiza durante el tiempo sedentario puede marcar una diferencia significativa en la salud cognitiva de los adultos mayores.

El estudio, que analizó los patrones de actividad de 24 horas en 397 personas mayores de 60 años, concluye que ciertas conductas sedentarias resultan beneficiosas para la memoria y el pensamiento, mientras que otras pueden ser perjudiciales.

Los investigadores encontraron que actividades como leer, escuchar música, rezar, realizar manualidades, tocar un instrumento o mantener conversaciones sociales se asocian con una mejor función cognitiva.

Por el contrario, pasar demasiado tiempo viendo televisión o jugando videojuegos mostró un efecto negativo sobre la memoria y la capacidad de pensar.
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