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20 de abril de 2024

Carla Pina y david lópez

Infoveritas: un nuevo proyecto para luchar contra la desinformación

Actualizada 18:58

«Las vacunas contra la COVID causan infertilidad» o «el cambio climático no existe». El fenómeno de la desinformación está al alza, tal y como ilustran estos ejemplos. Es más, la mayoría de los ciudadanos ha recibido alguna fake news en los últimos meses. Caer en sus garras es fácil y por eso la desinformación se erige como uno de los principales desafíos de los países democráticos.
La solución a este problema no parece sencilla y tiene muchas aristas. Pero se ha demostrado que las agencias de verificación, como la recién lanzada Infoveritas, son fundamentales para acabar con las noticias falsas. Se trata de un proyecto que combina datos e inteligencia artificial con el trabajo humano de un equipo de expertos multidisciplinar especializado en detectar noticias falsas.
No obstante, cabe destacar que la desinformación, que afecta a cualquier ámbito de la vida, incluso a asuntos tan mundanos como qué pasta de dientes adquirir en el supermercado, no son solo las mal llamadas noticias falsas. También lo son las imágenes fuera de contexto, los datos erróneos o los textos imprecisos. Independientemente del formato, las fake news, cuentan con el engaño en su idiosincrasia.
Ilustración manipulación

Ilustración manipulaciónLu Tolstova

Las consecuencias de este fenómeno en la sociedad son devastadoras, ya que la desinformación pone en jaque uno de los pilares de la democracia: el derecho a recibir información veraz. Minan la confianza de las instituciones y la reputación de las empresas. Acentúan la polarización de la sociedad, suponen un riego para la salud y son utilizadas como anzuelo por los ciberdelincuentes para el robo de datos personales o bancarios.

Un fenómeno con siglos de Historia

Julio del año 64 d.C. Roma es devorada por las llamas mientras el emperador Nerón observa el suceso tocando la lira, suceso que supuestamente él mismo ha provocado. Sin embargo, es poco probable que Nerón incendiara Roma. Las fuentes de la época que dan cuenta de lo que aconteció son pocas y contradictorias y los últimos estudios ponen en duda la veracidad de esta versión. Puede que fuera un mandatario negligente, pero lo cierto es que Nerón no se encontraba en el Palatino el día que se desató el incendio, sino a unos 45 kilómetros de la capital. Además, parece ser que en cuanto fue informado del suceso, dio las órdenes necesarias para controlar las llamas. Pero el culpable ya había sido señalado, y el imaginario colectivo no le ha absuelto con el paso de los siglos. Nerón fue y es víctima de las fake news.
La desinformación no es un invento de Donald Trump ni de Vladímir Putin. Los bulos como estrategia política ya eran populares antes de Twitter y Facebook. Existen incontables ejemplos a lo largo de la Historia. Algunos, dolorosamente actuales sobre la pandemia o la invasión de Ucrania. Y las previsiones no son nada optimistas. Según la consultora Gartner, en este año 2022 se consumirán más noticias falsas que reales, ya sean estas sobre política, salud, migración o medio ambiente. Todas tienen un ingrediente común: apelan a los sentimientos y temores de la gente.
La diferencia entre lo que sucedía hace 2.000 años y lo que pasa ahora es que el ecosistema informativo ha cambiado profundamente. Con las redes sociales, los bulos circulan a gran velocidad y llegan a más personas.
Ante este escenario no sorprende que el 82% de los españoles consideren que la desinformación es un problema, según recogen los datos del último Eurobarómetro publicado por la Unión Europea (UE), correspondientes al invierno de 2021-2022.

¿Cómo resolver el problema?

Resolver el problema de la desinformación «online» no es un tema baladí. Por una parte, personas relevantes en el ámbito digital, incluido el nuevo Elon Musk, abogan por modelos abiertos en los cuales cualquiera pueda opinar libremente sobre cualquier tema sin ningún tipo de censura. Este modelo de «uso de servicios digitales» prioriza el derecho fundamental de libre expresión sobre cualquier otra consideración.
Por otra parte, otros «colectivos» abogan por limitar el derecho de libre expresión con base en otros derechos como la privacidad o el respeto a colectivos vulnerables, por ejemplo, los menores.
A todo lo anterior hay que añadir el problema de gestionar millones de conversaciones en tiempo real con el fin de limitar la diseminación incontrolada de «noticias desinformadoras». A modo de ejemplo, en Twitter se generan 500 millones de conversaciones diarias. En este sentido, resulta fundamental la aplicación de técnicas de inteligencia artificial que complementen la labor humana en la gestión de la desinformación «online».
De este modo, en la lucha contra la desinformación es imprescindible la implicación de muchos actores: grandes tecnológicas, instituciones, ciudadanos, así como el papel de las agencias de verificación de noticias y de los fact-checkers: periodistas especializados en detectar noticias, vídeos o imágenes falsos y verificarlos para reducir así su difusión.

¿Cómo trabajan los fact-checkers?

Una vez localizado el bulo se inicia el proceso de verificación. El periodista selecciona el material susceptible de ser verificado atendiendo a tres criterios: viralidad, peligrosidad e interés público. Tras esto, comienza la investigación, fundamentada en datos, hechos y fuentes oficiales. Además, se consultará a expertos en la materia para facilitar un contexto al lector. Por último, tras haber revisado de nuevo la verificación, se publica en la página web y se difunde en las redes sociales para que llegue al mayor número de gente.
Además, desde Infoveritas les invitamos a ser lectores activos. Si encuentran o reciben algún contenido dudoso, pónganse en contacto con nosotros para que nuestro equipo pueda desmentirlo.
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