El asesinato de una agente de la Guardia Civil a sus dos hijas de 9 y 11 años en Quintanar del Rey (Cuenca) continúa estremeciendo a la sociedad española. La brutalidad del crimen ha provocado la condena en todos los ámbitos, incluido el político.
La Ministra de Igualdad, Irene Montero, recibió multitud de críticas por tardar varios días en condenar el asesinato de la pequeña Olivia a manos de su madre el pasado noviembre en Gijón. La ministra de Podemos se ha apresurado en este caso en condenar este filicidio, pero sin llamarlo así, sin culpar a la madre e incluso eludiendo mencionar el sexo de la autora del asesinato: «Consternada ante el asesinato de las dos niñas de 9 y 11 años en Cuenca. Todo el cariño a su familia en estos momentos de inmenso dolor. La protección de la infancia ante todas las violencias debe ser una prioridad para toda la sociedad».
Y es que existe una explicación por la que Montero no llama filicidio a este hecho: que su Ministerio no incluye como tal aquellos asesinatos llevados a cabo por las madres, pero sí por los padres.
Es la Delegación de Violencia de Género la única institución que elabora una estadística para dar cuenta de los filicidios que, sin embargo, está manipulada al incluir solo aquellos perpetrados por los progenitores varones. De esta forma, se está ocultando la cifra de madres que asesinan a sus hijos y se da a entender que todos estos crímenes los llevan a cabo los padres.
Lo que indican las cifras reales es que, tanto madres como padres acaban casi por igual con la vida de sus hijos, siendo el dato de las madres algo superior al de los padres. El pasado mes de junio, el Ministerio de Justicia, encabezado por Pilar Llop, elaboró una lista de filicidios a petición de una senadora del Partido Popular. En ella se mostraba que, de 50 filicidios cometidos desde 2007, 26 habían sido cometidos por la madre y 24 por los padres.
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