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Abecedario filosóficoGregorio Luri

De clásicos a confesión

Sé tan poco de mí mismo –decía Borges– que no sé ni la fecha de mi muerte

Actualizada 09:10

Clásicos

Si la lectura de los clásicos se ha vuelto difícil, la culpa no es de ellos. Por eso no deberíamos convertir nuestra incapacidad en un privilegio.

Clínica

La cuestión no es si la sociedad volverá a codificar el comportamiento sexual, sino cómo lo hará, porque de la autoridad no hay escapatoria. Lo que parece libertad solo es el proceso de transición de la autoridad de la iglesia a la autoridad de la clínica.

Cogito

"'Pienso luego existo' es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas». Kundera, La inmortalidad.

Coleridge

Coleridge murió en 1861 a los 31 años, debido a un enfriamiento causado al asistir con la ropa húmeda a una conferencia de la Sociedad Filológica. Cuando le dijeron que no se recuperaría, exclamó: «Mañana debo empezar a aprender sánscrito». Murió trabajando hasta el final, «con fichas de citas y listas de palabras esparcidas sobre la colcha de su cama». K.M. Elisabeth Murray, Caught in the Web of Words.

Comienzo e historia

«…. y después de esto...». Así comienza Jenofonte sus Helénicas. Como la coherencia de la historia depende de la coherencia del relato, un comienzo como este nos desconcierta. ¿Y si lo que nos quiere decir Jenofonte es que todo comienzo es siempre un «y después de esto»?

Comprender

Los libros, las películas, los sistemas filosóficos y las personas que se comprenden a primera vista nos decepcionan un poco.

Comprenderse

Sé tan poco de mí mismo –decía Borges– que no sé ni la fecha de mi muerte.

Comprensión

Un estudiante interrumpió al profesor Morgenbesser porque no comprendía lo que estaba oyendo. «¿Y por qué deberías ser tú superior a mí?», le contestó Morgenbesser.

Compromiso (o fidelidad)

El compromiso, el hecho de comprometerse con alguien y de asegurarle nuestra fidelidad es el comportamiento más antiutilitario del hombre. Al dar nuestra palabra (¡qué maravillosa expresión: «dar la palabra»!) le decimos al otro que ya no buscamos más, que con él nos quedamos, que renunciamos a la posibilidad de mejorar nuestra elección mañana, que aunque aparezca alguien mejor, mantendremos la fidelidad a la palabra dada. Y de esta forma nos hacemos de fiar.

Comte

16 de mayo de 1845. Cena en casa de Maximilien de Vaux. Entre los invitados se encuentran su hermana, Clotilde, de 30 años, y Auguste Comte, cuyo Curso de filosofía positiva está siendo un acontecimiento filosófico. Auguste tiene 53 años y está felizmente casado. Clotilde acaba de ser abandonada por su marido, que ha huido de Francia con los bolsillos llenos de dinero del tesoro público. Auguste se enamora de Clotilde. Ella no tarda en corresponderle, pero deja claro que no sobrepasará «los límites del afecto». Un año después Clotilde muere en brazos de Auguste y éste renuncia a los acontecimientos mundanos. En lugar de a la ópera, va a la tumba de Clotilde y le habla hasta que logra visualizar su presencia. De esta manera concibe una nueva religión entre cuyos santos están Newton, Galileo, Gutenberg, Shakespeare, Dante, Julio César y, naturalmente, Clotilde.

Abramos ahora la entrada del 19 de octubre de 1870 del Diario de Edmond de Gouncourt. «Madame de Vaux -leemos- murió, pero todos los días él le llevaba flores a su tumba. Su mujer, de la que se había separado y a la que no le pagaba la pensión, se escondió tras la tumba e, imitando la vox de Mme de Vaux, le ordenó ponerse al día en sus pagos. Augusto Comte sintió un miedo de todos los diablos y ya no volvió más al cementerio.»

En su prólogo al Catecismo Positivista, Antonio Zozaya recoge esta anécdota de Comte (de quien dice que «se amaba a sí mismo con amor de mujer»): «El propietario de la casa en que murió, en la Rue de Monsieur le Prince, asombrado al ver que en tan reducido espacio se reuniese tanta gente para llevar a cabo las prácticas religiosas del Positivismo», les dijo: «Su Religión será buena o mala, yo en eso no me meto; pero es una religión que carga demasiado las vigas.»

Entre los discípulos de Comte se encuentran Alain, George Eliot, Jules Ferry, Anatole France, Emile Littré, J.S. Mill, Charles Maurras… y tres fundadores de repúblicas: Teofilo Braga, Benjamin Constant y Tomas Masaryk.

Comunismo

Nikolai Grozni en Jóvenes talentos: «Con qué acierto se abría El Manifiesto Comunista al proclamar que un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo.»

Conciencia

André Gide (Diario): No soy más que un niño que se divierte y un pastor protestante que le aburre.

Conciencia y normatividad

La cultura occidental afirma que la conciencia es superior a la norma. Pero si esto es cierto, entonces la libertad de conciencia consiste o en elegir ser un inconformista como cualquier otro o en elegir la ley a la que entrego mi fidelidad.

Confesión

El ejercicio de encerrarse en sí mismo -«incurvatus in se» lo llamaba San Agustín- para hallar la verdad de uno mismo sobre sí mismo está en el origen de la confesión cristiana. Y la confesión cristiana al proyectar la probidad hacia afuera, crea la ciencia natural. «La conciencia refinada en el confesionario», dice Nietzsche, «se transformó en conciencia científica».

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