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Europa, Estados Unidos y China tienen diferentes visiones de la IA

Europa, Estados Unidos y China tienen diferentes visiones de la IACR

Cómo China, EE.UU. y Europa deciden el rumbo de la IA: tres modelos para un futuro inteligente

China, Estados Unidos y Europa avanzan por caminos opuestos en su desarrollo, regulación y aplicación de la inteligencia artificial; tres modelos con prioridades distintas

La inteligencia artificial (IA) ya no es solo un asunto técnico, una ayuda o una noticia graciosa porque se equivoca o recomienda películas. Se ha transformado en un eje estratégico de poder, influencia global y modelo de sociedad. En esta carrera por dominar el futuro, China, Estados Unidos y Europa representan tres formas antagónicas de entender, regular y proyectar la IA. Tres caminos que anticipan no solo diferentes resultados tecnológicos, sino también distintas realidades sociales.

En menos de tres años, estas tres zonas del mundo han interpretado la IA con distintos fines, legislaciones e intereses que empiezan a afectar a las sociedades de uno y otro lado. Los expertos ya avisaban hace años de las desventajas de Europa sobre el resto, pero ahora ya se puede hacer una radiografía completa de qué está pasando con la IA en el mundo.

China: la IA al servicio del Estado

En China, la IA es una cuestión de Estado. Literalmente. El Gobierno central ejerce un control férreo sobre las empresas del sector, ya sean públicas o privadas, y marca la dirección del desarrollo tecnológico. No se trata solo de regular, se trata de planificar y dirigir desde arriba.

El Partido Comunista establece políticas, financia proyectos clave y supervisa alianzas internacionales

El modelo chino parte de una premisa clara: la IA debe servir a los intereses nacionales. Eso implica fortalecer la seguridad, garantizar la estabilidad social y afianzar la competitividad frente a las potencias occidentales. Para ello, el Partido Comunista establece políticas, financia proyectos clave y supervisa alianzas internacionales o lanzamientos de productos, que no pueden producirse sin luz verde gubernamental.

Las grandes tecnológicas chinas, como Baidu, Tencent o Alibaba, mantienen una estrecha alineación con las prioridades del régimen. Entre las exigencias más destacadas están el cumplimiento de normativas sobre censura algorítmica, la protección de datos sensibles y la limitación de colaboraciones extranjeras que puedan comprometer la seguridad nacional.

Esta manera de entender la IA tiene ventajas a la hora de coordinarse y ejecutar cualquier plan como, por ejemplo, la campaña para posicionar a DeepSeek que lastró en bolsa a Nvidia y conmocionó al mundo. Pero también genera tensiones porque la dependencia del aparato estatal puede lastrar la creatividad, restringir la iniciativa privada y complicar la colaboración científica global cuando los beneficios no interesen a China.

Estados Unidos: poder para las empresas

Frente al modelo estatalista chino, Estados Unidos apuesta por el dinamismo empresarial. En ese territorio, la IA avanza impulsada por la competencia, el capital de riesgo y la libertad de acción de sus grandes tecnológicas.

OpenAI, Google, Microsoft, Meta o Amazon lideran los desarrollos más avanzados del sector, a menudo con escasa interferencia del Gobierno federal y hasta con acuerdos con la administración de turno. Aunque Washington financia proyectos de investigación y promueve ciertos estándares éticos, la regulación queda en gran medida en manos de los estados.

OpenAI, Google, Microsoft, Meta o Amazon lideran los desarrollos más avanzados del sector

En este caso, la forma de interactuar con la IA ha convertido a EE.UU. en el mayor polo de innovación en IA del mundo. Pero también en un ecosistema desigual, con normativas dispares según el estado en el que se encuentre la empresa. Mientras California avanza en leyes de privacidad y uso ético, otros estados como Texas optan por ser más permisivos y llevan años dando prioridad la atracción de empresas e inversión.

El resultado es una aceleración sin precedentes en el desarrollo y comercialización de sistemas de IA, aunque con efectos colaterales como el riesgo de sesgos algorítmicos, vacíos legales ante usos indebidos y una preocupación del resto del mundo por la privacidad y la rendición de cuentas. De esto se derivan casos como el que enfrenta a Europa con las tecnológicas norteamericanas y la obligación para que acaten sus normas si quieren hacer negocio en el viejo continente.

Europa: la IA más humana

Europa, en cambio, ha decidido seguir un camino propio. Su propuesta no se basa ni en la supremacía estatal ni en la libre competencia, sino en la defensa de los derechos fundamentales. Para Bruselas, la tecnología debe estar al servicio de las personas, y no al revés.

A esa visión da forma el recientemente aprobado AI Act, un reglamento pionero que clasifica los sistemas de IA según su nivel de riesgo y establece obligaciones específicas para cada categoría. El texto prohíbe explícitamente aplicaciones como la puntuación social o el reconocimiento facial masivo, y exige transparencia, supervisión humana y explicabilidad para los sistemas de alto impacto.

Este marco regulatorio se inspira en los valores fundacionales de la Unión como son la dignidad, la libertad, y la igualdad. No impide la investigación, ni siquiera el desarrollo experimental, pero sí establece límites cuando la tecnología entra en contacto con la ciudadanía.

La gran apuesta europea es que sus ciudadanos puedan confiar en la IA, que sea ética y transparente, pero también competitiva. En Europa no se busca liderar por cantidad de patentes, sino por legitimidad y sostenibilidad social.

Normativas, regulaciones, leyes y, en definitiva, prohibiciones que, como reflexionaba el divulgador Esteve Almirall en El Debate, «mientras en China aplauden a DeepSeek, aquí celebramos multar a Meta».

Tres modelos, tres futuros

China, Estados Unidos y Europa avanzan por caminos divergentes para el uso de la IA en sus territorios. Y, con ellos, también se perfilan tres formas de entender el papel de la inteligencia artificial en la sociedad del mañana.

El modelo chino apuesta por una IA dirigida desde el poder político, orientada al control social y a hacer aún más fuerte al Estado sobre el ciudadano.

China, Estados Unidos y Europa avanzan por caminos divergentes para el uso de la IA

El modelo estadounidense promueve una IA gobernada por el mercado, rápida en su evolución, pero con escasa regulación.

El modelo europeo busca una IA centrada en el individuo, donde la innovación no puede violar derechos ni erosionar democracias.

Esta triple tensión marca la geopolítica tecnológica del siglo XXI y el modo en que millones de personas vivirán, trabajarán y se relacionarán con las máquinas inteligentes.

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