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Diego García-Bellido (izquierda) y Juan Carlos Gutiérrez-Marco (derecha) posan con los especímenes originales del nuevo fósil de artrópodo depositados en el Museo Geominero de Madrid

Diego García-Bellido (izquierda) y Juan Carlos Gutiérrez-Marco (derecha) posan con los especímenes originales del nuevo fósil de artrópodo depositados en el Museo Geominero de MadridUCM

Ciencia

Hallazgo único en suelo marroquí: encuentran el fósil de un prehistórico artrópodo marino gigante

Paleontólogos vinculados a la Universidad Complutense de Madrid han revelado el hallazgo de un artrópodo marino de gran tamaño, perteneciente al periodo Ordovícico y hasta ahora desconocido, cuya antigüedad se estima en 455 millones de años.

El fósil, encontrado en las montañas del Anti-Atlas, al sureste de Marruecos, ha sido clasificado como una nueva especie y género bajo el nombre de Tafilocaris ordovicica, y representa el primer ejemplar descubierto posterior al Cámbrico dentro de la familia Emucarididae, la cual se creía extinta desde hacía 45 millones de años.

El descubrimiento se produjo en el yacimiento de Bou Nemrou, donde fueron localizados dos ejemplares de este trilobitomorfo. Los restos fósiles muestran un cuerpo dividido en tres partes bien diferenciadas: un cefalón, tres segmentos torácicos y un pigidio. La longitud del organismo ronda los 15 centímetros y su anchura alcanza los 10. Uno de los aspectos más destacados del hallazgo es la conservación de estructuras internas, entre ellas partes del aparato digestivo y zonas en las que se insertaban los apéndices, lo que permite obtener una visión detallada de su anatomía y modos de vida.

El nuevo artrópodo fósil resalta no solo por su rareza, sino también por su excepcional tamaño en comparación con otros miembros de su familia, siendo entre cinco y veinticinco veces más grande. Esta característica ha llevado a los investigadores a plantear una posible relación con el fenómeno conocido como gigantismo polar, una adaptación morfológica documentada en diversos invertebrados marinos que habitan en latitudes elevadas. En este caso, Tafilocaris ordovicica se desarrolló en aguas frías del hemisferio sur, situadas en la plataforma marina del antiguo supercontinente Gondwana, muy cerca del polo sur de aquella época.

Fósil de Tafilocaris ordovicica (izquierda) con una interpretación de sus rasgos internos (centro) y reconstrucción (a la derecha)

Fósil de Tafilocaris ordovicica (izquierda) con una interpretación de sus rasgos internos (centro) y reconstrucción (a la derecha)UCM

A diferencia de otros miembros de la familia Emucarididae, que vivieron durante el Cámbrico en ambientes cálidos del suroeste de China y Australia, este ejemplar representa una adaptación a condiciones climáticas radicalmente distintas. Esta diferencia ecológica refuerza la relevancia científica del descubrimiento, al ampliar las hipótesis sobre la distribución geográfica y los nichos ecológicos de los artrópodos marinos primitivos.

El trabajo de excavación y análisis ha sido llevado a cabo por Diego García-Bellido, actualmente afiliado a la Universidad de Adelaida (Australia), y Juan Carlos Gutiérrez-Marco, investigador en el Instituto de Geociencias, un centro de investigación mixto de la Universidad Complutense de Madrid y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Ambos paleontólogos han dado a conocer los resultados de su estudio en un artículo publicado recientemente en la revista Gondwana Research, una publicación especializada en geociencias y evolución.

Además de aportar información novedosa sobre la evolución de los artrópodos, este descubrimiento subraya el valor paleontológico del Anti-Atlas marroquí, una región que continúa proporcionando claves fundamentales para comprender la historia biológica de la Tierra. Las investigaciones en esta zona han permitido reconstruir aspectos esenciales de los ecosistemas marinos del Paleozoico, en un contexto geográfico hoy desaparecido.

De este modo, el hallazgo de Tafilocaris ordovicica no solo enriquece el conocimiento taxonómico de los artrópodos marinos, sino que también refuerza la importancia de seguir explorando regiones fósiles remotas que, como las montañas del Anti-Atlas, conservan valiosos testimonios de la vida antigua en nuestro planeta.

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