
James Caan como Sonny Corleone en El Padrino
Cine
«Nos golpearon, así que les devolvimos el golpe»: James Caan y la violencia mimética en 'El Padrino'
La continuación de una historia tan vieja como la humanidad misma
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El final de James Caan en la vida real llegó hace unos pocos días de modo mucho más pacífico que su muerte cinematográfica en El Padrino; pero será esta última la que pase a la historia, así como toda la espiral de violencia que la precedió y de la que el propio personaje de Caan fue artífice y víctima.
La frase que titula este artículo la pronuncia Sonny Corleone (interpretado por James Caan) en la primera parte de la trilogía de El Padrino (1972), de Francis Ford Coppola. «They hit us, so we hit them back» es la expresión literal en la versión original en inglés. En la escena de la película en la que Caan interviene con esa sentencia, se encuentra el círculo íntimo de la familia Corleone en una habitación en torno a un Don Vito (Marlon Brando) convaleciente de un intento de asesinato y postrado en cama, recién traído del hospital. El contexto en el que a Don Vito, cabeza de la familia, casi lo matan es el de la lucha de las familias mafiosas de Nueva York por el control del submundo de las empresas ilegales. La negativa de Don Corleone a mezclarse con el nuevo negocio de las drogas hace que otras familias criminales quieran eliminar a quienes no estén de acuerdo con la introducción del mercado de narcóticos y puedan representar un peligro; entre ellos, un opositor de primer nivel es el patriarca de los Corleone. Así es como empieza la guerra entre los capos del inframundo neoyorquino, donde el asesinato de uno lleva a querer responder con la misma moneda y a imitar contra el prójimo la violencia que éste ha ejercido en nosotros previamente.
En el fondo, el contexto en el que Sonny pronuncia la frase «nos golpearon, así que les devolvimos el golpe» es el de la violencia mimética: la imitación o mímesis del prójimo, en este caso, no se refiere a sus comportamientos o deseos, sino a reproducir la violencia de unos contra otros que, a su vez, reclama seguir replicando la perenne ley del ojo por ojo, diente por diente. Cuando los Corleone son atacados, Sonny indica como la cosa más normal del mundo que ellos devuelven el ataque. Es la candidez de Sonny al pronunciar esta frase la que evidencia que la premisa lógica más honda de la actuación humana es reaccionar miméticamente, como un espejo: acción-reacción. Devolvemos la imagen que se proyecta en nosotros. En el caso de la violencia experimentada y sufrida en carnes propias, la imitamos haciéndosela experimentar a los demás, que son quienes supuestamente han empezado a maltratarnos a nosotros. El Padrino es, en sus tres películas, el mejor ejemplo cinematográfico de la eterna ley de la venganza mimética: nada puede pararla. Sólo hay descanso para los que mueren; no hay paz para los vivos. Lo constata Michael Corleone en El Padrino III: «just when I thought I was out, they pull me back in»: justo cuando pensé que estaba fuera, me arrastran otra vez dentro. Michael quiere abandonar sinceramente los códigos miméticos de la Mafia, pero se da cuenta de que estar fuera de la ley de la vendetta es mera ilusión: no hay un ‘fuera’.
En el caso del personaje de Sonny Corleone, no puede sino decirse que cae en su propia trampa mimética: fue a esquilar y salió trasquilado. La violencia mimética se vuelve contra aquellos que pretenden utilizarla para vengarse. El ejemplo de Sonny, primogénito de Don Vito Corleone, es paradigmático a este respecto. En efecto, la hermana de Sonny, Connie Corleone (hermana de Ford Coppola a su vez en la vida real), había recibido una paliza de su marido Carlo Ricci y, como consuelo, contacta con su hermano mayor para desahogarse con él. Sin embargo, éste es presa del deseo de venganza y quiere ir más allá y replicar en Carlo lo que éste le ha hecho a Connie. Lo que Sonny ignoraba era que la paliza a Connie era un cebo diseñado premeditadamente por sus opositores para matarlo.Ciertamente, conocedores de los mecanismos infalibles y siempre activos de la violencia mimética, los enemigos de los Corleone saben que, si Carlo le propina a Connie una buena paliza, ésta acudirá a su hermano para buscar comprensión en esos momentos de desamparo y soledad. Y saben también que el hijo mayor de Don Vito reaccionará impulsivamente y se dirigirá a acabar con la vida de su cuñado tan pronto como Connie le cuente el maltrato padecido. Sabiendo lo que ocurriría, Barzini (enemigo de Don Vito) compró a Carlo Ricci para que le diera una paliza a su mujer y así propiciar la reacción de Sonny: ir por Carlo inmediatamente. Como saben lo que va a pasar y que hay un peaje en la carretera entre la vivienda de los Corleone y la de Carlo Ricci, Barzini envía sus hombres a tal peaje para que, cuando Sonny se detenga para pagar en su camino a la casa de Carlo, ellos puedan tener la oportunidad de cargárselo. Y así ocurre: la brutalidad de la paliza recibida por Connie que Sonny quiere vengar en las carnes del perpetrador acaba siendo infligida con creces en el propio vengador. De hecho, su asesinato es el más bestial de la saga de El Padrino, siendo acribillado a balazos en cantidades industriales.
La violencia mimética no deja títere con cabeza; es principio y fin, Alfa y Omega y cualquiera que quiera instrumentalizarla en su favor acabará siendo utilizado por ella inexorablemente. De esto se da cuenta tras muchos años Kay Adams (Diane Keaton), la ex-mujer de Michael Corleone (Al Pacino) en El Padrino III: «it never ends». Es decir: nunca acaba. En el contexto en que Kay pronuncia esta frase de modo apenas audible, está ella sola en un cuarto desde el que escucha cómo le piden a Michael que reaccione ordenando la venganza del asesinato de Don Tommasino, amigo de toda la vida de su padre Don Vito, a quien Michael sucedió al frente de la familia. «It never ends», musita Kay, como quien despierta de un sueño y profetiza con seguridad un futuro que no puede ser sino la continuación de una historia tan vieja como la humanidad misma: la de la violencia mimética.
El Padrino es una trilogía cinematográfica, pero la vida humana real es más mimética y más violenta que la propia ficción. La imitación de la violencia ajena y las represalias atraviesan toda la historia del hombre hasta tal punto que lo dejan sin aliento. Si nos fijamos en el propio contexto del asesinato de Don Tommasino al que se ha aludido, cuando le piden venganza a Michael Corleone le presentan en una frase italiana el fundamento de tal demanda: «sangue chiama sangue», la sangre llama a la sangre. Llegados a este punto, la única solución sería renunciar a responder con violencia a la violencia, es decir, dejar de imitar la venganza ajena. Pero de modo general en la historia humana, parece que sólo la muerte nos ha permitido esa solución. A James Caan ya le ha llegado. Descanse en paz.