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20 de abril de 2024

Las actrices de 'Belle époque' entregaron el premio a mejor película

Gil, Cruz, Díaz-Aroca y Verdú, las hermanas de 'Belle époque', entregaron el premio a mejor películaLa 1

Premios Goya 2023  El cine español vende una nueva 'belle epoque' en una gala con las consignas habituales

As bestas se lleva nueva cabezones y Santiago Segura, líder destacado de la taquilla, una mención del presentador

Hubo consignas, sí: fueron las habituales, pero se repitieron menos de lo que nos tienen acostumbrados. Pero, sobre todo, hubo optimismo casi a raudales. El cine español reivindicó su «gran año» (fueron las palabras más reiteradas por actores y directores), una belle epoque –entendemos que más en términos artísticos que de taquilla–, y lo hizo con una ceremonia menos plomiza que lo habitual pero, de nuevo, demasiada larga.
La gala de los Goya empezó como una gala… de Operación Triunfo, lo cual tiene su lógica puesto que la productora es la misma. Manuel Carrasco, blanco como Garci cuando recogió el Oscar por Volver a empezar, entonó Cantares de Serrat con un coro de actores detrás. Fue un chispazo de alegría y de buen rollo al que siguió un paréntesis necesariamente pesaroso. Carmen Maura entregó el Goya de Honor más triste de la historia. Contó que fue temerosa a su primera cita con Carlos Saura, previa al rodaje de Ay, Carmela. Esto le dijo: «Eres una actriz a la que nunca habría llamado para una película mía, pero como comunicas muy bien con el público, en ésta sí». En su día, Pajares contó algo parecido de ese primer encuentro.
La pareja del fallecido cineasta, Eulalia Ramón, y sus hijos Antonio y Anna subieron entonces al estrado. Hubo standing ovation, que dicen los del Oscar, y fue eterna. «Se fue ayer trabajando hasta el último minuto», contó Anna con un maravilloso hilo de voz. Antonio explicó cómo su padre, al estilo de Picasso, fue variando de estilos según cambiaba de mujer: «Quiero reivindicar a las mujeres que han hecho de mi padre la persona que fue».
Después tomó la palabra su pareja. Llegaron los agradecimientos para Elsa, la cuidadora de Saura, y a los médicos y enfermeros que le atendieron en sus últimos momentos. Fue el turno para el primer mensaje político de la noche: «La sanidad pública se merece que la cuiden tal como el personal público nos cuida a nosotros. A quien corresponda, que lo haga». Hablaba de la sanidad madrileña, que es donde fue tratado. Eulalia Ramón leyó una carta del cineasta en la que se despedía de una vida maravillosa, llena de hijos y de películas. Películas de las que se vieron maravillosas escenas. Emocionó Natalia Lafourca cantando el Porque te vas de Jeanette –que sonaba en Cría cuervosen homenaje a Saura, protagonista de la primera media hora.

Un nuevo arranque

Tras el tributo al director aragonés, el nuevo arranque lo protagonizaron Clara Lago y Antonio de la Torre, los dos conductores de la gala. Filosofaron sobre cómo presentar los Goya. «No se puede ser muy de derechas ni de izquierdas», dijeron, y –por extraño que parezca– no en tono de broma. Seguidamente, reseñaron que también es fundamental «no confundir los Goya con los Oscar», y por tanto aguijonearon a Núñez Feijóo, que estaba en la gala pero al que no enfocaron en ese momento (sí después). Salió de nuevo el asunto de la sanidad («lo que dijo Almodóvar el otro día no lo vamos a mejorar») y, para disimular, hubo menciones sin comentario asociado a la valla de Melilla y a que «hemos dejado tirado al Sahara». Y, veinte años después de la gala del «No a la guerra», se citó a Anguita: «Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen». A la fracasada ley del solo sí es sí, ni mención, y eso que la ocasión de protestar era buena, puesto que Irene Montero figuraba entre las autoridades presentes. Tampoco a la muerte de una niña de 12 años por peritonitis tras tres visitas a las Urgencias valencianas, gestionadas por el PSOE, pero, por supuesto, no faltaron las referencias, veladas o no, a la sanidad madrileña que dirige el PP.
Zahera recogió el premio al mejor actor secundario

Zahera recogió el premio al mejor actor secundarioLa 1

Empezó entonces el rosario de premios. Luis Zahera, que hizo de hermano gemelo de Feijóo en un recordado mensaje de Navidad del presidente gallego, se llevó como estaba previsto el de mejor secundario por interpretar a un gallego pasado de rosca en As bestas. A sir Anthony Hopkins le dieron un Oscar al actor principal por interpretar al doctor Lecter y aquí mismo prometo que, cuando estrenen As bestas en una plataforma, voy a cronometrar si Zahera sale menos en la de Sorogoyen que Hopkins en la de Demme. «Siempre quise matar un francés», soltó el actor gallego –con retranca pero sin pensarlo mucho– al recibir el premio.

La frustración de Casanova

A continuación, Eduardo Casanova empezó a pensar que no era su noche. Su película, que ha tenido menos espectadores en cine que un partido de Primera Federación librado a las 12 de la mañana, se quedó sin el Goya a maquillaje y peluquería, el primero de los tres a los que aspiraba. Fue para la gente de Modelo 77, que empezó así su cosecha. Yolanda Piña recogió el cabezón y avanzó la que sería la tónica de la noche: «Suerte que me ha tocado la gala del minutito», ironizó. Ese era el tiempo, 60 segundos, fijado para los discursos de agradecimiento.
El momento más emotivo –Saura aparte– llegó con el premio al actor revelación a Telmo Irureta. No se recuerda una dedicatoria tan particular: a su personaje, David. Por ser «un guiño a la sexualidad de las personas con discapacidad». Después se equivocó al apuntillar: «Porque nosotros también existimos, y nosotros también fo…». A continuación, la realización enfocó a una niña, lo que refrendó que ciertas expresiones a ciertas horas, y más en una televisión pública, están fuera de lugar.
Telmo Irureta, recogiendo su premio

Telmo Irureta, recogiendo su premioLa 1

La gala avanzó y la película de Casanova tampoco se llevó el Goya a dirección de arte, que fue para Modelo 77, que a esas alturas aspiraba a reeditar el éxito de Celda 211 (después resultó que no).

Hay Goya de sonido

Llegó el turno del Goya de sonido. Con lo que cuesta escuchar muchas de las películas españolas, cuesta creer que esté instituido tal premio. Es cierto que la mala vocalización de muchos de los actores patrios tampoco ayuda, pero el caso es que no somos ni uno ni dos los que, más a menudo de lo que nos gustaría, tenemos que recurrir al subtitulado para entender cine español.
Lo del sonido en el cine español da «pena, penita, pena», canción que interpretó Lolita. La hija de La Faraona no ganó premio alguno, pero también quiso dar las gracias, y lo hizo a una empresa: Gestmusic, que produjo la gala.
Habló, y bien claro, Antonio de la Torre en el que fue el momento más divertido de la noche. Fue recorriendo el patio de butacas e interpelando a directores y actores varios. Aprovechó también para reivindicar la sanidad y la educación públicas. Y algo que le honra: se acordó del «amiguete», ese que no rasca una nominación ni por equivocación. «Uno de cuatro espectadores que vio cine español fue a ver una película de Santiago Segura», recordó.
Quien no va a recordar esta gala es Casanova, que poco después, cuando se dio el Goya de diseño de vestuario, confirmó que se iba de Sevilla como su película se ha ido de las cines, o sea, de vacío.

Tres argentinos y una francesa

La gala llevaba buen ritmo y justo le dieron un premio a una película argentina. El director de todo esto se temió la peor. Y más cuando subieron al escenario tres argentinos. Esta vez el tópico no se materializó: fueron breves. No faltó la dedicatoria a Messi.
Fue el tramo internacional de la gala, con un premio a la mejor película europea y uno de honor para Juliette Binoche. Un crítico español, cuyo nombre no recuerdo, dijo de ella cuando aquella pesadez de Azul que tenía «un rostro de eterna trascendencia». No lo lució en esta ocasión, sino la mejor de sus sonrisas, una emocionada francesa, que recibió la segunda standing ovation de la noche. En su discurso sí se puso trascendente: «La línea de la luz es tan fuerte cuanto rodamos que siempre me da ganas de seguir» fue la frase más simple que dijo.

Causas diversas

Cuando Binoche acabó de hablar como un personaje de Kieślowski, se produjo el momento más desconcertante de la noche. Un recopilatorio de besos entre chicos y chicos y chicas y chicas de toda la historia del cine español. Nadie entendió a qué vino. Después, Israel Fernández y Pablo López cantaron Alegría de vivir, a lo que siguió un vídeo sobre personajes trans, y entonces la confusión creció a niveles Dinio. Salieron Los Javis y Abril Zamora a explicar lo que acabábamos de ver: que el cine español siempre ha estado abierto a la causa LGTBI. Otro causa, la de la diversidad corporal, quedó reafirmada con el premio a actriz revelación para Laura Galán (Cerdita).
No podía faltar la cuota ecologista, resuelta con el anuncio de la creación del Bosque del Cine Español, una plantación de árboles destinada a paliar la huella de carbono de la gala.

Esteso sin Pajares

Eso fue después de que Esteso hiciese un chiste a lo Ozores. Apareció en el escenario no junto a Pajares, lo que habría procedido porque su media naranja cinematográfica protagonizó Ay, Carmela, la película de Saura más colmada de premios Goya (nada menos que trece). Esteso compareció para recordar al fallecido director Agustí Villaronga.
Esteso entregó uno de los premios

Esteso entregó uno de los premiosLa 1

Así avanzaba la cosa, sin variados mensajes políticos, cuando llegó el turno del presidente de la Academia de Cine, Méndez-Leite. Tampoco los dio. Bromeó con ello, avanzando que las peticiones llegaron en unas horas, en los despachos, pero sí quiso dejar un mensaje –enigmático– a toda la fila de políticos (Sánchez y ministros varios, Feijóo, Moreno): «Yo lo que quiero es que las pelis vuelvan a llamarse películas».

Minutos de silencio

La gala del minutito dejó de serlo para dar paso a los minutos de silencio. Fueron varios porque son muchos los que se han ido hacia la eternidad.
Como muchos fueron los minutos sin Clara Lago en la gala. Regresó para hacer un número al estilo del que había hecho antes Antonio de la Torre. Hubo cuota política (mención a la sanidad pública) y sentimental, pues agradeció a Penélope Cruz su actuación en La niña de tus ojos: a los nueve años, cuando salió de verla en el cine, decidió ser actriz.
Otra sobre el nacimiento de vocaciones: Jordi Évole decidió no callarse y convertirse en reportero dicharachero cuando vio la gala del «No a la guerra», veinte años atrás. Así lo dijo antes de animar a asistir hoy domingo a la manifestación «por la sanidad pública en Madrid» y de entregar el Goya al mejor documental a la hija de Labordeta.
La gala finalizó con una traca final de As bestas, que fue sumando cabezones (actor principal, director y película en la tacada final) hasta alcanzar los nueve. Sorogoyen aprovechó su enésima ocasión en el estrado para protestar por la instalación de molinos de energía eólica en la aldea gallega de Sabucedo, donde se celebra una famosa rapa das bestas.
Presentaron el premio más preciado, el de mejor película, las cuatro hermanas de Belle Epoque, treinta años después de su estreno: de la mano salieron al escenario Penélope Cruz, Miriam Díaz-Aroca, Ariadna Gil y Maribel Verdú. Al acabar la gala, La 1 pasó la oscarizada película de Fernando Trueba, que –dicho sea de paso– ha resistido bien el paso del tiempo.
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