John Wayne y Angie Dickinson, en Río Bravo
Cine
La película que es un falso remake de 'Río Bravo': dos obras maestras del wéstern
Las dos películas dirigidas por Howard Hawks tienen muchas similitudes, pero también diferencias fundamentales
En las listas de los directores que se han hecho un remake de sus propios trabajos, siempre se habla de Alfred Hitchcock y El hombre que sabía demasiado (1934 y 1956), de Cecil B. DeMille y Los diez mandamientos (1923 y 1956), de Leo McCarey y Tú y yo (1939 y 1957), de Yasujiro Ozu y La hierba errante (1934 y 1959) y hasta Michael Haneke y Funny Games (1997 y 2007). Y, muchas veces, suele aparecer el nombre de Howard Hawks y dos películas que no comparten el mismo título, Río Bravo de 1959 y El Dorado de 1966. Pero, ¿se puede hablar de remake en este caso?
Río Bravo gira en torno a la detención de un hombre por asesinato cuyo hermano, un terrateniente poderoso, tratará de liberar. El sheriff se apostará en la comisaría hasta que lleguen los federales para llevarse al detenido y sólo contará con el apoyo de su ayudante alcoholizado, un anciano cascarrabias y un joven sin experiencia. Teatral y atípico, este wéstern legendario, psicológico, absorbente y único, es una obra maestra rotunda y una de las cumbres indiscutibles del género.
El Dorado, por su parte, cuenta la historia de un viejo pistolero que, tras rechazar el encargo de un ranchero de expulsar a unos granjeros de sus tierras, se unirá al sheriff local para defender a dichos granjeros de tal amenaza. Juntos, acabarán deteniendo al cacique y sólo con la ayuda de un joven y un anciano, defenderán la comisaría de un posible asalto para liberar al poderoso. Es un profundo relato sobre la amistad, la vejez, el sentido de la vida y la necesidad de redención con la que Hawks rubricó una de sus películas más redondas y complejas.
Está claro, por tanto, que Río Bravo y El Dorado no cuentan la misma historia, pero para muchos, la del 66 es un remake de la del 59. ¿De dónde parte, pues, esta idea?
Para empezar, del guion, pues ambos fueron escritos por Leigh Brackett, magnífica escritora en todos los géneros y autora de Hatari y El sueño eterno, ambas de Hawks, además de El imperio contraataca. Su mano en el guion de Río Bravo y El Dorado es más que evidente, pues en ambos casos está presente la aventura fronteriza, la atmósfera decadente, los protagonistas solitarios o desencantados, los diálogos ingeniosos y cortantes, el realismo rudo y los personajes fuertes con unos personalísimos códigos morales.
Luego está, por supuesto, su protagonista, un John Wayne que mantiene su virilidad y carisma en ambas cintas que hizo con 52 y 59 años, respectivamente. En los dos casos, además, hace un papel muy similar: el del hombre solo, curtido por la vida y letal con el revólver, que debe enfrentarse a una poderosa amenaza donde la comisaría del pueblo es clave para el desarrollo del drama que aborda con una ayuda mínima.
Junto a él, en ambos filmes hay un pistolero al que le une gran amistad que, en ambos casos, está deprimido y alcoholizado además de ser interpretado por dos grandes actores, en Río Bravo, Dean Martin y en El Dorado, Robert Mitchum. En las dos películas, los veteranos cuentan con la ayuda de dos jóvenes sin experiencia, en la primera, la de la leyenda juvenil de la época, cantante y actor ocasional, Ricky Nelson, y en la segunda, la de un casi desconocido James Caan. Y en ambas hay un personaje anciano y experimentado que, de vuelta de la vida y sin nada que perder, se une a la causa: Walter Brennan, en la del 59 y Arthur Hunnicutt, en la del 66. Y aunque los arquetipos –el héroe, el antihéroe, el viejo y el joven– son similares en ambos filmes, ni son los mismos personajes, ni son iguales sus conflictos, ni el drama, ni las pequeñas dosis de humor o de romance.
Y, por supuesto, está el sitio de la comisaría donde ambos grupos se ven forzados a apostarse para defenderse de la amenaza. Esos cuatro hombres protagonizarán en la oficina del sheriff algunas de las defensas y tiroteos más famosos y mejor rodados de la historia del género.
Atendiendo a todo esto, por tanto, sería más ajustado hablar de que El Dorado es más bien una revisión de Río Bravo, pero nunca un remake. Esta es una película sobre la resistencia y el deber en la que el sheriff hará lo que sea por cumplir con su trabajo y en la que sus hombres se dignifican y recuperan su honor gracias a la cohesión, la paciencia y la resistencia que les hace salir victoriosos. El Dorado, sin embargo, indaga más en la amistad de sus personajes: Cole Thornton regresa para ayudar al viejo sheriff porque es un viejo amigo, no por una motivación económica ni heroica. Además, en la del 66, los personajes son más frágiles y vulnerables y sus limitaciones más evidentes.
John Wayne, en un fotograma de Río Bravo
En palabras del propio Hawks, Río Bravo es una epopeya sobre la profesionalidad y la camaradería y El Dorado, sobre la amistad. De hecho, él mismo reconoció que decidió embarcarse en la segunda porque cuando terminó Río Bravo sintió que «podría haberla hecho mejor» y por eso le pidió a la guionista en la siguiente película que desarrollase más la amistad entre los personajes y no tanto el honor.
Porque, aunque es innegable que ambas películas parten de la idea de un grupo de hombres apostados en una comisaría y enfrentados a una amenaza, el desarrollo dramático y moral de los personajes es donde radica la diferencia entre ambas. Y donde radica también, su grandeza.
El maestro Howard Hawks, el rey del wéstern John Wayne y la guionista Leigh Brackett volverían a unirse en 1970 para hacer Río Lobo, considerada por muchos la película que cierra esta trilogía oficiosa o un remake de las dos anteriores. Pero esa es otra historia.