
La ciudad de Oxford
De cómo Oxford, cuna de la excelencia y el clasicismo británico, se está convirtiendo en un paraíso 'woke'
La llegada tras la pandemia de nuevos vecinos procedentes de Londres ha provocado la aplicación de nuevas políticas
ala ciudad de Oxford la llaman «la ciudad de las agujas de ensueño» por su colección de torres puntiagudas en abadías, iglesias y catedrales. Hay evidencias, desconocido el año exacto, de la fundación de su famosa Universidad en el primer siglo del año mil. Los mil años que la contemplan, mil nada menos, habían acabado definiendo un estilo de tradición y clasicismo enteramente británico que incluso había creado un estilo en la moda.
Pero ese trascender, los muros medievales entre los que durante diez siglos se formaron académica y humanamente unos elegidos y siguen haciéndolo, y más allá de estos, entre los recoletos y apacibles pueblos y parajes de irrenunciable té a las cinco del condado de Oxfordshire, escena de nuestra cuento, ha acabado por dar un giro inesperado, aunque paulatino, en sentido contrario.
Se prohíbe comer carne
Si la mismísima monarquía inglesa se ha visto contagiada por el virus woke en la inefable pareja formada por el príncipe Harry y Meghan Markle, vulgar versión, acorde a los tiempos, de Eduardo VIII y Wallis Simpson, también lo han sido los campos y las gentes del núcleo de lo british por excelencia hasta detalles insospechados y poco conocidos.
Esencia de la propiedad en las costumbres, se ha convertido en pionera de las nuevas, contrarias a la tradición más elemental. En Oxford, en todo Oxfordshire, se avanza en la idea (una realidad ya conseguida en muchos casos) de que nadie coma carne. Lo vegano está conquistando los menús, del mismo modo que los baños neutros van ocupando el espacio de los baños separados por sexo.Colonización «progresista» londinense
Al parecer el nuevo rumbo comenzó en mayo de 2021, cuando los conservadores se vieron desalojados del poder por una coalición laborista y ecologista, que impuso la prohibición de comer carne en las reuniones del consejo del condado. Un hito woke desconocido. Según el Daily Mail, una de las claves del viraje en un lugar tan tradicional ha sido el éxodo de londinenses progresistas a Oxfordshire, una suerte de colonización woke de los reductos clásicos más antiguos del país, inmortalizado en los libros y en el cine.
Si los apacibles habitantes de Oxford han visto llegar a sus nuevos vecinos ha sido para ver como han llegado para introducir políticas ajenas a un lugar donde son innecesarias.

Baliol College, en Oxford
La intromisión en el consejo del condado de los nuevos residentes ha provocado no pocas disensiones en su seno, desde el mismo día en que se decidió, supuestamente por mayoría (o quizá no, lo woke no se guía por las normales reglas democráticas) no servir carne a los miembros del consejo en una reunión. Al parecer un concejal verde dijo que aquella comida sin la sustancia de siempre era un «triunfo absoluto» que en absoluto se lo pareció a los concejales conservadores resistentes, que rechazaron la comida emplazándose a una pinta y a la «comida típica de pub», adonde todavía no han llegado los baños inclusivos, ni tampoco la «eliminación de barreras para las personas transgénero y no binarias» perseguida por una concejal recién llegada.
«Zonas de emisiones cero»
Palabras extrañas para la cada vez menos secular comunidad de Oxford, el propósito de «enmendar una realidad de segregación transgénero», que, además de a chino (sin ninguna intención de menosprecio a este idioma ni a sus hablantes), les suena a un gasto municipal añadido cuyo montante tendrá que dejar de destinarse a motivos más importantes, prácticos y también tradicionales.
Porque tampoco se va a poder fumar con libertad en las calles de Oxfordshire, porque los nuevos políticos woke se han propuesto lograr un ambiente «libre» de humo de todos los tipos, del tabaco y de los coches, con ridículas e improcedentes «zonas de emisiones cero»... en Oxford. El ejemplo del avance de lo woke hacia territorios no conquistados, donde quizá más que en ningún otro sitio, «la ciudad de las agujas de ensueño», cuna del pensamiento libre sin comillas, nunca se creyó que podría llegar para quedarse.