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19 de abril de 2024

El entrevistado Kristján Kristjánsson

El entrevistado Kristján Kristjánsson(c) Manuel Castells

Kristjánsson: «Los países que puntúan más alto en PISA reconocen problemas de salud mental en sus escuelas»

Aristóteles puesto al día. Esta es la receta del profesor Kristjánsson para un modelo educativo centrado en la responsabilidad y maduración personal. Un modelo donde justicia, responsabilidad y emociones van de la mano

El islandés Kristján Kristjánsson es profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Birmingham, y ha publicado un largo número de artículos y libros sobre maduración del carácter y ética basada en virtudes, siguiendo al maestro de hace dos milenios y medio: Aristóteles. Habla de desarrollo personal y de bien común. De emociones y de responsabilidad. De «espacios seguros» y de Greta Thunberg. Ha visitado España invitado por el Centro Humanismo Cívico del ICS de la Universidad de Navarra y ha charlado con El Debate.

Un concepto de moralidad que no tenga nada que ver con las emociones nos impide encontrar la verdad moral

–Usted es profesor de Educación del carácter y Ética de virtudes ¿Es una nueva área de investigación y docencia en las universidades, o es una aproximación nueva a temas antiguos?
–Diría que lo último. Por supuesto, el tipo de educación del carácter en el que estoy trabajando es de impronta neoaristotélica. Se basa en las ideas de Aristóteles acerca de la maduración de la personalidad y el carácter, y trata de aplicarse a la docencia contemporánea. El propio Aristóteles era un observador e investigador metodológico, lo cual implica que, conforme a su pensamiento, toda teoría ha de ser contrastada mediante comprobaciones empíricas. De modo que, al tratar de implantar una educación aristotélica del carácter, hoy en el Reino Unido, o España, o donde sea, obviamente hemos de tener en cuenta los avances en la psicología, así como las evidencias empíricas. En concreto, la educación del carácter a la que me dedico se aplica básicamente a la ética.
–¿Este concepto se aleja del mito actual de «Alcanzarás todo cuanto te propongas» y la autenticidad?
–Sí. Hay que tener en cuenta que Aristóteles carecía de ciertas nociones modernas como la autenticidad y la autonomía. Él no conocía esta noción de identidad individual en la que, sin más, creas tu propia identidad completamente independiente, como Greta Thunberg, quien ha decidido que sólo hay dos valores en la vida: el medio ambiente y la amistad.
–Y nada de escuela, en su caso.
–Bueno, probablemente haya sido la escuela la que haya promovido ese concepto de tanta independencia. Aristóteles no iba por ahí, no pensaba que puedes crear la identidad que quieras. Él se fijaba en el telos humano, y creía que un maestro resulta esencial para ayudar a los niños a que comprendan la naturaleza humana y la mejor manera de desarrollar su potencial.
–Usted también habla bastante acerca de emociones y responsabilidad. ¿Cuál es la relación entre lo uno y lo otro?
–Este es uno de los aspectos más interesantes de la teoría moral de Aristóteles. Y nutre el concepto aristotélico de educación del carácter. Aristóteles creía que somos responsables de nuestra vida emocional. Él pensaba que todas las virtudes incluían un componente emocional. Actualmente, cuando se habla en psicología de regular las emociones, a menudo se está dando a entender la supresión de las emociones. Lo cual significa que las emociones se interponen en la toma de decisiones morales racionales. Y, por tanto, hace falta reprimir, vigilar las emociones. Pero Aristóteles tiene una visión muy, muy diferente. Según él, regular las emociones no significa suprimirlas ni tenerlas bajo vigilancia. Él infunde la emoción dentro de la razón. De manera que, para cada una de nuestras emociones, como la gratitud y la compasión, pero también la envidia, los celos y la justa indignación, necesitamos que nuestras emociones reflejen la verdad moral. En consecuencia, para Aristóteles, la educación del carácter, sobre todo la de los niños pequeños, consiste en ayudarlos a desarrollar sus vidas emocionales, a asumir la responsabilidad de sus sentimientos.

Un buen amigo es alguien que te critica, no quien celebra las elecciones de identidad

–Siguiendo a Aristóteles, ¿cada emoción, igual que cada virtud, tiene un justo medio?
–Sí. Los extremos de escasez y exceso los vemos, por ejemplo, con la gratitud. De un lado, está el desagradecido, el que no siente gratitud; pero, por parte del exceso, también hay quienes no paran de dar gracias, y el caso extremo de exceso de gratitud es el Síndrome de Estocolmo. Uno tiene que plantearse cuándo y con quién debe mostrarse agradecido, puesto hay una conexión entre emoción, virtud y justicia. Hace falta saber responder a la pregunta: «¿Qué te motiva a hacer algo?». Por otro lado, hay algunas virtudes sin componente emocional, como la cortesía que uno muestra a un funcionario de correos o con el conserje de un edificio. No es necesario sentir ningún afecto hacia el conserje, simplemente se trata de ser cortés. En todo caso, un concepto de moralidad que no tenga nada que ver con las emociones nos impide encontrar la verdad moral.
–Según su modelo, ¿cuál es el principal objetivo de la educación? ¿Adquirir habilidades laborales?
–El modelo aristotélico no consiste, sin más, en la adquisición de virtudes, sino en el despliegue, crecimiento y maduración de la personalidad. Y no es algo referido sólo a individuos, sino que afecta a las sociedades y los estados. El cimiento de la educación del carácter supone desarrollar, con la ayuda de las personas que uno tiene a su alrededor, todas las potencialidades en tanto que ser humano. Pero hay que preguntarse: «¿Por qué, para qué?». La respuesta final es: «Porque pretendo que mi vida y la vida de los que están a mi alrededor sea una vida exuberante, floreciente». Hablamos de desarrollar capacidades morales en tanto que seres sociales, emocionales y racionales; hablamos de desarrollar lo que hay en la naturaleza humana, igual que un árbol, por naturaleza, tiende a crecer hacia el sol y hacer crecer sus hojas. Este es el punto central. Con respecto a la adquisición de habilidades y destrezas, existe un gran malentendido entre padres y profesores, pues hemos realizado encuestas en el Reino Unido, preguntándoles cuál es el principal objetivo de la educación.
–¿Qué respondían?
–Los padres respondían que el objetivo era que los chicos fueran felices y buenas personas. Pero, si les preguntábamos qué pensaban ellos acerca del punto de vista de los profesores, decían que a los profesores sólo les interesaba el éxito profesional y los exámenes de los chicos. Luego preguntábamos a los profesores, y decían que el objetivo de la educación consiste en el desarrollo integral y que los chicos llegasen a ser buenas personas, pero que los padres sólo estaban interesados en la capacitación laboral de los chavales. Desde los años 80 se ha impuesto la mentalidad de que el objetivo de la educación es la creación de capital humano que pueda ganar dinero, vivir bien e incrementar el PIB nacional. Pero ahora se está produciendo un cambio: del modelo de generación de capital humano se pasa al de crecimiento personal. Probablemente esto vaya a reflejarse en las métricas anuales de PISA (Programme for International Student Assessment). Los países que suelen puntuar más alto, como Singapur, Hong Kong, Finlandia, están reconociendo problemas de salud mental en sus escuelas. Niños infelices, e insatisfacción con la enseñanza. Se dan cuenta de que algo no funciona en su política educativa. No basta con puntuar muy alto cada año en estas métricas internacionales, si sus alumnos son infelices. Por eso se está produciendo un cambio hacia un modelo de crecimiento y maduración personal.
–¿Cómo se integra esta educación del carácter en el currículo docente?
–A través de las materias ya existentes. Cuando mi hijo estudiaba educación primaria y secundaria en Islandia, solía leer sagas islandesas. Luego nos mudamos al Reino Unido y leía a Shakespeare en la escuela. Y me sorprendió mucho la forma en que se enseñaba la literatura. Cuando miré los exámenes y los ejercicios, sólo había preguntas sobre metáforas y estilo, no había preguntas sobre todos los asuntos existenciales y los dilemas morales. De manera que no hace falta una nueva asignatura, ni plan de estudios completamente nuevo, ni un horario completamente nuevo. Sólo necesitamos maestros que incorporen en sus asignaturas enseñanzas sobre el carácter.

Si tienes mucho dinero, tu obligación es ser un filántropo

–¿No puede resultar un modelo idealista?
–Aristóteles entendía que un mundo ideal era aquel en que el ser humano tuviera todas sus necesidades materiales satisfechas, y pudiera dedicarse a leer libros y charlar con los amigos. Pero él sabía que ese no es el mundo en el que vivimos. Así que hemos que crear un sistema educativo para el mundo en el que vivimos. Él era muy realista. Pero en este mundo hay personas que son muy ricas, muy afortunadas, y tienen la grave obligación de ser benefactores públicos. Deben dedicar sus recursos a los menos necesitados; es su responsabilidad. Es algo que está antes de leer libros, beber vino y divertirse con los amigos. Si tienes mucho dinero, tu obligación es ser un filántropo.
–¿Cuál es su opinión acerca de la «cultura de la cancelación», los «espacios seguros», y la afirmación de que Shakespeare y Homero son una «amenaza para mis emociones»?
–No es sólo un problema de la ideología woke. Cuando hablas con adolescentes, y les preguntas: «¿Qué es un buen amigo?», te responden: «Un buen amigo es alguien que apoya cada decisión que tomes sin cuestionarla, y celebra tus elecciones acerca de quién quieres ser». Sin embargo, para Aristóteles la amistad es completamente diferente. Para él, un buen amigo es un amigo crítico. Un buen amigo no apoya tus elecciones de identidad porque podrían estar equivocadas. Un buen amigo es alguien que te critica, te desafía, te mantiene alerta y te pregunta: «¿Estás realmente seguro de que eso es lo que quieres?». Por tanto, no se trata de crear espacios seguros. Se trata de crear espacios críticos, donde las personas estén amigablemente en desacuerdo. Por eso necesitamos una interacción constante con las personas que nos rodean; para que nos digan quiénes somos y qué es lo mejor para nosotros. De eso se trata la amistad. Crecer juntos a través de una comunidad de compromiso crítico, no sólo celebrando las elecciones de identidad.
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