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17 de mayo de 2024

El cuadro de Morante de la Puebla antes y después de ser modificado por los antitaurinos

Un cuadro de Morante de la Puebla antes y después de ser modificado por los antitaurinos

Rosa Montero, Cayetano y la superioridad moral del animalista y del antitaurino

La mayor parte de los que se consideran contrarios a la Fiesta no saben nada de ella, del mismo modo que a muchos de los que les gusta no saben explicar por qué

La escritora Rosa Montero, hija de banderillero y declarada antitaurina y animalista, ha manifestado en distintas ocasiones sus argumentos en contra de la Fiesta. Dijo que fue aficionada hasta la adolescencia, cuando la rebeldía juvenil la separó de la tradición familiar. Cuando volvió a una plaza, ya adulta, decidió que aquello no era lo suyo. Se puede considerar a Montero una autoridad (una de las pocas) en la materia del antitaurinismo, si se va a suponer que para estar en contra de algo primero hay que conocerlo, incluso sentirlo, como es el caso de la autora.

Intransigencia antitaurina

Uno de los matadores más «comprensivos» en la actualidad con quien no les gustan los toros quizá sea Cayetano, torero «tardío», pero de irrenunciable abolengo (le llueven los ascendentes por línea paterna [su padre fue Paquirri], materna [su abuelo era Antonio Ordóñez], fraternal [su hermano es Francisco Rivera Ordóñez] y política [su tío y apoderado es Curro Vázquez]), quién una vez confesó que «con los antitaurinos no se puede hablar». Parece una generalización exagerada como todas las generalizaciones, pero, si se tiene en cuenta que el antitaurino genérico nunca ha asistido a una corrida de toros, y tampoco conoce la historia de una tradición y una cultura de siglos, la exageración parece menor.
Ser contrario a algo y hacer activismo en contra de ese algo sin argumentos desacredita la protesta. Sobre todo cuando, como es el caso, el antitaurinismo mayoritario reduce sus reproches a lo que ellos llaman «tortura», un concepto que sin duda merece ser explicado, incluso en su contexto y fuera de él, mucho más allá de la falacia o, si no tanto, la impropiedad que tergiversa con una simple palabra capciosa no solo una cultura sino un sector laboral y muchos otros sectores más. El documental La Última Lidia se adentra en este partido interminable e irresoluble, donde la propia Montero es protagonista destacada por su caso particular.
Pero la intransigencia antitaurina, el dogma basado en el reduccionismo del desconocimiento, esa suerte de animalista superioridad moral tan cercana rechaza la discusión cuya lejanía o cuyo intento de alejamiento tiene como motivaciones modernas (y también antiguas) las nuevas teorías woke, la cancelación y demás sinónimos de lo que significa imponer una sensibilidad sobre otra por superioridad moral: la superioridad moral sin argumentos de quien se considera mejor que el otro porque sí y se arroga el derecho de, por ejemplo, quitarle a Morante el puro de un cuadro para ponerle una ramita.

«Desarrollar la sensibilidad»

Y nunca se vio más esa superioridad que en quién menos necesitaba usarla, precisamente por su conocimiento, como Rosa Montero. La escritora que vaticina la desaparición de la tauromaquia (vaticinar no es muy teórico) en un sueño animalista real, propio, y legítimo, de reconocimiento de los derechos de los animales que alcanza a decir que los humanos se diferencian de los simios en menos de un 1% de los genes. Rosa Montero, extaurina, opina que a los taurinos les falta «desarrollar la sensibilidad», ¿acaso hay una muestra de superioridad moral mayor que esta?
Rosa Montero cree que el mundo taurino es una «sociedad obsoleta», pero nunca se oyó decir a ningún taurino que el antitaurinismo reflejaba una «sociedad obsoleta», ni ninguna otra sentencia semejante. En todo caso, Cayetano dijo una vez que con los antitaurinos no se podía hablar (sí con los animalistas, como Rosa Montero, el problema es que también es antitaurina) y tenía razón. Una parte de las dos que dijo el taurino Luis Eduardo Aute en que se dividía el mundo.
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