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Emilio Lara es autor de 'Los colmillos del cielo'

Emilio Lara es autor de 'Los colmillos del cielo'Ariel

Emilio Lara: «Lo woke sería Darth Vader oculto tras una máscara de Yoda»

Autor del ensayo 'Los colmillos del cielo. Utopías y desengaños de la historia' (Ariel) Emilio Lara desmonta las promesas de las utopías políticas y las desvela como lo que son: una puerta al totalitarismo

Emilio Lara es uno de los ensayistas más interesantes del panorama intelectual de España en este momento.

Doctor en Antropología, tiene una extensa obra, también literaria, con novelas como La cofradía de la Armada Invencible o El relojero de la Puerta del Sol.

En su último ensayo, Los colmillos del cielo. Utopías y desengaños de la historia (Ariel), desmonta las utopías y sus falsas promesas de sociedades idílicas para desvelarlas como un lobo con piel de cordero que ocultan una pulsión totalitaria.

En conversación con El Debate explica con detalle algunos de los temas centrales del ensayo.

— En su libro habla de las utopías como un faro de esperanza que recrean la visión de sociedades perfectas. ¿Existen las sociedades perfectas?

— Lo habitual es que, históricamente las utopías que se han intentado construir o se han materializado hayan sido distopías, o sea, sociedades plagadas de rasgos negativos. En definitiva, la mayoría de cielos en la Tierra fueron infiernos.

Cubierta de 'Los colmillos del cielo', de Emilio Lara

Cubierta de 'Los colmillos del cielo', de Emilio LaraAriel

Los reiterados intentos de crear una sociedad perfecta han sido experimentos calamitosos, aunque, en mi opinión, hubo una utopía que resultó un rotundo éxito: las reducciones jesuíticas del Paraguay. Estas misiones funcionaron muy bien durante casi doscientos años en la América española. Su final, decretado durante el reinado de Carlos III (paradójicamente uno de los mejores Reyes de la historia de España) fue triste y rápido.

— Continuando con la pregunta anterior: ¿tratar de aplicar en la práctica una utopía política, o una utopía social lleva irremediablemente a la tiranía y al totalitarismo? Usted habla de «cielos con colmillos».

— En efecto, utopía política y totalitarismo es un pleonasmo, las dos caras de una misma moneda. Toda utopía de signo político resulta una colosal dictadura, un cielo con colmillos, un vampiro que se alimenta de la sangre y de la mente de los ciudadanos. Estas sociedades idílicas construidas se basaron en el fanatismo ideológico, en la imposición de un régimen donde el que opinaba de manera diferente se consideraba un enemigo al que eliminar. Los casos en la historia son variados y concluyentes: la Florencia de Savonarola, la rebelión anabaptista de Münster, la Francia del Terror de Ropespierre, el comunismo, el fascismo italiano y el nazismo, entre otros casos.

— El término «utopía» conserva hoy una imagen positiva, de atractiva aspiración de alcanzar un mundo mejor y más justo, un mundo perfecto, o un mundo feliz, que diría Huxley. Sin embargo, como demuestra en su libro, las utopías han llevado a las sociedades donde se han tratado de aplicar a un auténtico infierno. ¿Por qué se siguen defendiendo las utopías?

— A lo largo de la historia ha habido dos tendencias en los seres humanos: la de quienes aspiran a vivir en sociedades perfectas, ideales, para la cual la utopía es un motor de esperanza; y la de quienes piensan que la sociedad progresa por medio de la reforma, donde se conserva lo mejor del pasado y se integra lo bueno que surge, pero aceptando la diversidad de opiniones.

Muchos perpetradores de utopías han sido maestros en la manipulación psicológica de masas

El anhelo de edificar una sociedad perfecta constituye una poderosa fuerza emocional para muchas personas, sobre todo si se les promete una vida feliz, con las necesidades materiales cubiertas y el castigo de los enemigos.

La buena imagen de lo utópico viene porque mucha gente prefiere que se le proporcione una vida ideal de manera veloz, y porque estos laboratorios sociales ofrecen esperanza a la vez que atizan las bajas pasiones como el odio, el resentimiento, la venganza y el rencor.

El ensayista y novelista, Emilio Lara

El ensayista y novelista, Emilio LaraAriel

Muchos perpetradores de utopías han sido maestros en la manipulación psicológica de masas, y no hay que olvidar que el género humano se mueve por una combinación de racionalidad, intereses y emociones. Los grandes gurús de las sociedades perfectas eran fanáticos que conocían a la perfección las mentes y corazones de los hombres y mujeres.

— ¿Cuál cree que ha sido la utopía llevada a la práctica más dañina para la humanidad?

— No hay duda que las utopías políticas llevadas a cabo en el siglo XX. Me refiero a los totalitarismos: el fascismo, el nazismo y el comunismo.

En la actualidad siguen existiendo tiranías comunistas, lo que hace a esta utopía la más longeva

La Alemania nazi fue una utopía política y biológica culpable de una incalculable destrucción en todos los órdenes, no sólo por el fanatismo inoculado en la población alemana, sino por desencadenar la Segunda Guerra Mundial y planificar a escala industrial el holocausto, pero el nazismo terminó derrotado en 1945. A la postre, el Reich de los Mil Años duró doce tristes primaveras.

Sin embargo, el comunismo soviético salió vencedor de la Segunda Guerra Mundial, lo que incrementó su poder territorial y lo prestigió aún más entre la intelectualidad mundial, lo cual explica que alargara en el tiempo su opresión y ruina económica. Es más, en la actualidad siguen existiendo tiranías comunistas, lo que hace a esta utopía la más longeva.

— En los últimos años se ha hablado mucho del movimiento woke, de la aplicación de sus principios en las democracias liberales y sus efectos perniciosos, como la cultura de la cancelación. ¿Es lo woke una utopía que lleva a ese «cielo con colmillos»? ¿Qué opina de la «utopía woke»?

— Michael Ignatieff, el último Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, dice que lo woke «es política radical disfrazada de Ciencias Sociales». Estoy de acuerdo con él. En mi opinión, el movimiento woke es un experimento utópico que interrelaciona variados elementos donde prevalece la emocionalidad y un fanatismo de trinchera que no sólo rehúye cualquier acuerdo de convivencia, sino que pretende reescribir la historia para escribir el futuro.

El mundo woke hay que contrarrestarlo con una inteligencia emocional que contenga sentido común

El mundo woke nace en Estados Unidos debido al sustrato puritano de ese país, lo cual conduce a una pureza y superioridad moral por parte de sus ideólogos y partidarios.

Hay que contrarrestarlo con una inteligencia emocional que contenga sentido común, conocimientos históricos, afán de convivencia y pérdida del miedo a ser cancelados por los nuevos inquisidores. Si nos atenemos al universo simbólico de Star Wars, lo woke sería Darth Vader oculto tras una máscara de Yoda.

— El desarrollo científico y tecnológico ha traído una rápida secularización de sociedades hasta no hace mucho tiempo muy religiosas. La ciencia y la tecnología, y el consumismo que traen con ellas, parecen ser una nueva religión que dirige nuestras vidas, nuestras economías, nuestros trabajos, nuestras relaciones familiares y personales y hasta nuestros sistemas políticos. ¿Es la utopía basada en un mundo regido por la ciencia y la tecnología la utopía definitiva? ¿Hacia dónde nos va a llevar?

— Bueno, no es un fenómeno nuevo porque ya se vivió algo parecido en el siglo XIX con las sucesivas revoluciones industriales, los avances científicos y las nuevas ideologías, lo cual produjo un choque tectónico con las religiones.

Lo que sucede es que en el siglo XXI se ha producido una mutación en las creencias como consecuencia de la aceleración tecnológica. La pérdida o la hibernación de valores éticos y morales, así como el abandono de un sentido religioso de la vida ayudan a que el deslumbramiento por lo científico y tecnológico rellene ese hueco, y asimismo, a que las utopías de cualquier índole proporcionen esperanza de cualquier índole.

El desarrollo de la Inteligencia Artificial así como los avances en nanotecología, medicina y reprogramación genética pueden generar grupos humanos privilegiados frente a otros desafortunados, algo que, como muy bien han reflejado la literatura y el cine, puede acabar en sociedades al estilo de Blade Runner.

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