Las lecciones de Zapatero, muleta del chavismo, sobre cómo resolver conflictos
Zapatero publica un libro sobre resolución de conflictos mientras blanquea al chavismo y a la China comunista

El solucionador de conflictos, José Luis Rodríguez Zapatero, junto con el dictador chavista, Nicolás Maduro
Zapatero fue el hombre que ofendió a la democracia más poderosa del mundo (Estados Unidos) al negarse a levantarse ante su bandera durante el desfile de la Hispanidad del 12 de octubre de 2003.
Zapatero fue el presidente que embarcó a España en una costosa e inútil, pero rimbombante y por lo tanto útil para su propaganda, Alianza de Civilizaciones que nunca se supo muy bien para qué servía y que terminó diluyéndose como un azucarillo.
Zapatero es el expresidente metido a lobista de regímenes autoritarios que lo mismo propone una alianza estratégica con una dictadura comunista como China para contrarrestar a Trump, como blanquea a la dictadura bolivariana de Maduro en aras de una supuesta concordia, para lo cual no duda en mirar para otro lado ante el clamoroso pucherazo en las elecciones de julio de 2024.
Poco parece importarle al expresidente socialista que China sea responsable según la ONU de «graves violaciones de los derechos humanos» contra su población uigur, o que Maduro haya sumido, también según la ONU, a Venezuela en una «represión sin precedentes» que «sumerge a la nación en una grave crisis de derechos humanos».Con un currículum semejante uno diría que lo último a lo que se atrevería Zapatero es a dar lecciones al respetable sobre resolución de conflictos, y, sin embargo, estamos ahora mismo en esa tesitura.
El inefable ZP, esgrimiendo por bandera su ya olvidada Alianza de las Civilizaciones, pretende sentar cátedra al explicar «el nuevo orden mundial a partir de su propia experiencia en resolución de conflictos» en su último libro, La solución pacífica (Plaza & Janés).

Cubierta del libro de Zapatero
Cabe preguntarse qué clase de experiencia es la que tiene Zapatero resolviendo conflictos, más allá de apuntalar dictaduras, animar al actual Gobierno socialista a la rendición ante el independentismo catalán, u ofender en su día a una superpotencia como Estados Unidos con un gesto tan pueril como no levantarse ante la bandera y, se presupone, aguantar la respiración como señal de protesta y patalear disimuladamente.
En la reseña biográfica del autor del libro se ofrece otra clave: «Durante su mandato, tuvo lugar uno de los hechos más relevantes de nuestra historia reciente: el abandono de la violencia por parte de la organización terrorista ETA en octubre de 2011».
Zapatero se atribuye en exclusiva –lo ha hecho en declaraciones públicas– el fin de ETA, como si no fuera el resultado de décadas de dura lucha policial contra el entramado etarra, y como si lo que hizo el Gobierno de Zapatero no fuera una rendición en toda regla que ha llevado a los herederos políticos de la antigua Batasuna a ser la segunda fuerza política en el País Vasco y a ser llave de gobierno en Navarra y Pamplona.
El libro se presenta como «una defensa del diálogo como respuesta a los retos del presente». Nuevamente, el diálogo como fórmula mágica que todo lo soluciona porque sí, uno de los mantras de los años de Zapatero en la Moncloa que, entre otras cosas, metió a España en el atolladero del Estatut catalán y, de propina, abrió las puertas del proceso independentista.
Zapatero, en su ensayo, ensalza la figura, como imprescindibles, de los «agentes de paz», a los que se refiere con el cursi anglicismo de los «peacemakers». Obviamente, Zapatero se incluye entre dichos peacemakers que, a fuerza de dialogar, ha terminado por comulgar con dictadores como Maduro.
La solución pacífica está repleta de esas frases huecas, rimbombantes y ñoñas (acordémonos de aquel «la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento»): «Construir la paz es la tarea más apasionante de un demócrata», «aún estamos a tiempo de que este siglo genere más esperanza que resignación», «si queremos paz, hagamos paz. Nos apremia el futuro», «milito en el lado de la esperanza», «están en juego los principios de la Ilustración", “sigamos dialogando».
Frases todas ellas que no significan nada, no aportan nada, no quieren decir nada porque son la nada más absoluta. No tienen contenido, son palabras huecas, simplemente porque son fruto de una profunda ignorancia de lo que se está hablando, no buscan transmitir una verdad, solo una narcisista loa del personaje.
Y de narcisismo va sobrado Zapatero. En eso, no hay duda.