Borja Jiménez no es un oficinista del toreo
Corta oreja, por su ilusión y ambición, con muy bondadosos toros de Jandilla

Borja Jiménez, con el primero de su lote, al que cortó la única oreja del festejo
Vuelven las figuras y vuelve a colocarse el cartel de «No hay billetes»: ¡Enhorabuena, señor Urtasun! Aquí, no hay bulos que valgan: se impone la verdad del toro bravo, que es la verdad de la Fiesta nacional española.
Los dos primeros diestros que hoy torean son veteranos: Sebastián Castella celebra ahora sus veinticinco temporadas de matador; José María Manzanares, sólo un par de temporadas menos. Los dos rebasan la cuarentena y comparten apoderado poderoso, la Casa Matilla.
Antes, las carreras taurinas solían durar menos. El ejemplo más llamativo es el de una primera figura como Manolo González, que toreó como matador sólo cinco temporadas y se retiró a los veinticuatro años (luego, hizo una reaparición muy breve).
Me comentaba Marcial Lalanda: «Ningún torero se retira por propia voluntad. Nos vamos porque la gente se cansa de vernos». Hoy sucede casi lo contrario: el gran público sólo acude a las Plazas para ver a los toreros que conoce, a los que ha visto en la televisión o de los que ha oído hablar en los programas del corazón…No me parecía que Jandilla estuviera en su mejor momento pero lidia esta tarde una corrida bondadosa hasta el extremo: toros colaboradores y justos de fuerza, en general; destaca el nobilísimo cuarto, con el que Castella disfruta pero pincha. Manzanares no tiene una buena tarde. Borja Jiménez corta una oreja en su primero pero el último le impide redondear su triunfo, a pesar del apoyo del público.
Después de su reaparición, Sebastián Castella parece haber renovado su ilusión por torear pero sigue teniendo como puntos débiles las faenas largas y la espada.
El primer Jandilla se cuela de salida y desarma al diestro. Antes de varas, ya flaquea; después, también. Lo pican trasero. Después de ahormarlo Sebastián por bajo, el toro muestra nobleza, limitada por la escasez de fuerzas. El trasteo, sólo correcto, no conecta con el público; al alargarse, algunos se impacientan. He recordado que Antonio Díaz-Cañabate, en estos casos, solía escribir sobre los toreros que acuden a la Plaza como el funcionario que va a la oficina… Mata con decisión, a cambio de un pitonazo. No ha pasado casi nada.

Sebastián Castella, con el cuarto de la tarde, de nombre Zafio y 545 kilos
El cuarto empuja bien en el caballo, también miden el castigo. Lidia muy bien Chacón y se luce con los palos Viotti. Castella brinda al público, comienza haciendo el poste; dándole distancia, liga con facilidad derechazos, que el toro toma con gran bondad. Por la izquierda, el animal también obedece y humilla, aunque está justito de fuerza. Le deja a Castella estar casi tan a gusto como si toreara al carretón. Cuando al nobilísimo toro se le acaba la gasolina, le aplauden al diestro los alardes encimistas. Suena el aviso antes de entrar a matar: un pinchazo hondo y dos descabellos le privan del trofeo, da la vuelta al ruedo. Recibe una gran ovación el bondadosísimo toro, ideal para el torero: los revisteros hubieran hablado de una hermanita de la caridad.
Superados algunos problemas de salud, no me parece que José María Manzanares haya recuperado su mejor versión pero conserva su empaque. Recibe al segundo con lances, con el compás abierto. El toro acude pronto al caballo: aunque Paco María mide el castigo, en el primer muletazo por bajo, el toro se da una vuelta de campana; embiste pronto y con nobleza a la muleta, Manzanares tarda en cogerle el ritmo, se suceden muletazos simplemente correctos, sin emoción. La gente acaba impacientándose. Agarra la estocada a la segunda. Llevamos dos toros y seguimos sin ver casi nada.
Se lesiona de salida el quinto, al chocar con el burladero. El sobrero empuja en la primera vara, le pegan y va al suelo; en la muleta, queda cortito, vuelve rápido, da dos sustos a José Mari; muy pronto, se para. Le piden que lo mate. Se lo quita de delante con facilidad, con su peculiar estilo actual… Deseo que remonte en la Feria de Hogueras de Alicante, su tierra.
Borja Jiménez es diez años más joven y lleva diez años menos como matador que sus compañeros de cartel. Su entrega, su técnica y su valor le hacen triunfar con regularidad, aunque pierde algunos trofeos por culpa de la espada. Ésta es su primera actuación en San Isidro; volverá el domingo próximo, en la corrida de la Beneficencia, y el siguiente, en la llamada corrida In Memoriam: en diez días, va a torear tres tardes en Las Ventas. Y, entre la segunda y la tercera, confirmará la alternativa en Nimes, con Espartaco como padrino simbólico, matando seis toros de Victorino Martín. Quiere eso decir que, en estos diez días, se juega el resto de la temporada: aunque muchos carteles se hagan con mucha antelación, otros, no; y, en todo caso, triunfar o no en Madrid influye mucho para la cotización artística y económica de un torero.

Borja Jiménez, con la muleta ante el primero de su lote
Al tercero, castaño, bien armado, lo recibe Borja con verónicas, cargando la suerte. El toro acude bien al caballo, miden el castigo: es noble, va largo pero está justo de fuerzas; resulta lógico que lo brinde al público. Comienza genuflexo, con doblones largos, que al público le encantan. Liga derechazos mandones y se echa todo el toro por delante, en el pase de pecho. También se luce en naturales suaves, aunque el toro se ha venido a menos. Le ha faltado toro para que el éxito fuera más rotundo. Entrando de lejos, como siempre, deja un espadazo desprendido de rápido efecto: oreja. El toro ha sido un noble colaborador y Borja lo ha aprovechado bien: le funciona la cabeza e intenta hacer el toreo bueno.
El último es un espectacular jabonero, lleno de manchas, como si necesitase ir a la tintorería, y pesa 628 kilos. Lo recibe Borja con lances aceptables pero el toro no se entrega. Apenas señala la vara Tito Sandoval. Sale del caballo desentendido pero Borja muestra su actitud con suaves lances. La Plaza entera empuja para que aguante el toro. Lo llama desde el centro: de rodillas, liga cinco suaves derechazos. El animal flaquea y protesta, embiste rebrincado. No tiene toro para redondear su tarde pero se justifica con valor. (Con un toro así, el grito de felicitación al ganadero no sé si iba en serio o con retranca). Para mayor desgracia, se le va la mano, en un feo bajonazo.

El sexto de la tarde, de nombre Oftalmólogo y 628 kilos, era un precioso jabonero
Tendrá que esperar Borja Jiménez para abrir por tercera vez esta Puerta Grande. De momento, su ilusión y su ambición se han ganado al público madrileño. No es un oficinista del toreo. Pero no debe olvidarse del carretón: la suerte suprema es decisiva, la hora de la verdad, en el arte del toreo.
FICHA
- Madrid. Plaza de Las Ventas. Feria de San Isidro. Jueves , 5 de junio. «No hay billetes».
- Toros de Jandilla (5º, sobrero): en general, muy nobles, justos de fuerza; destaca el bondadosísimo cuarto.
- SEBASTIÁN CASTELLA, de negro y plata, estocada y descabello (aviso, silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y dos descabellos (aviso, vuelta al ruedo).
- JOSÉ MARÍA MANZANARES, de azul marino y oro viejo, pinchazo y estocada (silencio). En el quinto, estocada (silencio).
- BORJA JIMÉNEZ, de caña y oro, estocada (oreja). En el sexto, bajonazo (palmas de despedida).