
El monumento en Corea del Norte a Kim Il-sung y su hijo Kim Jong-il
Cinco estatuas de dictadores, autócratas y déspotas en las que el ego y la propaganda se fusionan
Desde la dictadura norcoreana al chavismo bolivariano, pasando por las dictaduras árabes o la Rusia de Putin, los autócratas han mostrado una obsesión con perpetuar su imagen en monumentos no siempre de buen gusto
Desde que el emperador Octavio César Augusto se hiciera retratar en mármol y bronce —la hoy conocida estatua de Augusto de Prima Porta que se custodia en los Museos Vaticanos— y ordenara colocar copias en los foros de las ciudades a lo largo y ancho del orbe romano, la estatua propagandística con fines políticos ha sido una constante.
Incluso se ha convertido en todo un género artístico con verdaderas obras maestras: la citada Augusto de Prima Porta, Marco Aurelio a Caballo que preside la romana Piazza del Campidoglio, en España tenemos las estupendas estatuas ecuestres de Felipe III y Felipe IV y, ya antes, el espectacular conjunto escultórico de Carlos V dominando al furor…
Sin embargo, con la llegada del siglo XX y el auge de los totalitarismos, el asunto se fue de las manos.
La pretensión de dictadores, autócratas y déspotas gobernantes a emular a los reyes y emperadores de antaño los llevó a imitar —con muy mala fortuna en la mayoría de los casos— la estrategia propagandística consistente en mezclar arte y política.Lenin, Stalin, Mao Zedong, Hitler, Mussolini y, en tiempos más recientes, los dictadores libio e iraquí Muamar el Gadafi y Sadam Hussein se han levantado a sí mismos monumentos en los territorios que gobernaban con puño de acero y los bolsillos repletos de oro.
Mao Zedong, un dios dorado
La historia de este monumento es peculiar. Lo levantaron empresarios chinos en un área rural y despoblada de la provincia de Henan en honor a Mao Zedong, se supone que con el entusiástico apoyo de las autoridades comunistas locales.
Irónicamente, la zona en que se levantó fue una de las más golpeadas por la hambruna desatada como consecuencia de las políticas de colectivización y revolución cultural decretadas por Mao, con millones de muertos.
Medía 37 metros de altura, estaba chapada en dorado (como si de una divinidad se tratara) y costó casi medio millón de dólares. El resultado fue horroroso y desató tal polémica entre los ciudadanos chinos —y tal ridiculización en la prensa internacional— que el Partido Comunista ordenó en 2016 su derribo con el argumento de que se levantó sin los correspondientes permisos.
Comandante Chávez
En Venezuela el chavismo bolivariano venera la figura de Hugo Chávez como si de un santo se tratara. Sin embargo, el sentimiento no es compartido por el sufrido pueblo venezolano.

Derribo de una estatua de Hugo Chávez en Venezuela
Durante las últimas protestas masivas tras el pucherazo electoral de Nicolás Maduro en julio de 2024, los manifestantes derribaron sin contemplaciones al menos cinco estatuas de Chávez, ataviado con uniforme militar, mano en pecho y rostro paternal.
La costumbre de levantar estatuas de Chávez comenzó tras la muerte del presidente en 2013. En una estrategia por legitimar a Maduro como sucesor de «el Comandante», se levantaron estatuas de Chávez en plazas, escuelas, hospitales, estadios y toda clase de espacios públicos.
El Che de Oleiros
El guerrillero comunista y criminal Ernesto «Che» Guevara no fue presidente de Cuba, aunque sí fue piedra angular de la revolución que llevó a Fidel Castro al poder y ocupó varios cargos gubernamentales.
El Che no fue, precisamente, ningún ejemplo de tolerancia y convivencia democrática. Al frente de guerrillas que asolaron parte de Sudamérica y hasta de África (trató de exportar la revolución a la República Democrática del Congo) cometió un sinfín de tropelías, asesinatos y diversos crímenes por motivos ideológicos.

El Che Guevara de Oleiros
Sin embargo, los antecedentes criminales del Che no parecieron un obstáculo para que el ayuntamiento coruñés de Oleiros le levantara una estatua en una rotonda, objeto habitual de actos vandálicos de vecinos que denuncian la vergüenza de levantar un monumento a un criminal.
Ave, Putin
Como no podía ser de otro modo, el aspirante a emperador de moda en el siglo XXI, Vladimir Putin, merecía una estatua acorde con su ego.

Un hombre se arrodilla ante la estatua de Putin a la romana
El presunto criminal de guerra por la invasión, ocupación y anexión de una parte del territorio soberano de Ucrania se ha levantado villas, palacios, búnkeres y hace ostentación de un estilo de vida excesivo por todos lados.
En 2015, unos incondicionales levantaron en su ciudad natal, San Petersburgo, un busto de Vladimir Putin ataviado como si de un emperador romano se tratara.
Siguiendo como modelo un famoso busto de Julio César, Putin aparece con toga, armadura y sello pectoral con el águila bicéfala rusa.
Sadam Hussein y la caída de Bagdad
El siglo XXI comenzó de la manera más turbulenta posible: los atentados en Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001, invasión de Afganistán e invasión de Irak.
En ese contexto, el derribo de la estatua de Sadam Hussein en la plaza Firdus fue un símbolo del nuevo orden geopolítico mundial postsoviético que se inauguraba con el nuevo milenio, caracterizado por la guerra contra el extremismo islámico, las revoluciones árabes, el auge de China como superpotencia y el resurgir del expansionismo ruso de la mano de Putin.

Derribo de la estatua de Sadam Hussein en Bagdad
Sadam Hussein fue el prototipo de dictador para el que la propaganda era un elemento central y, dentro de ella, la representación gráfica de su persona era política de Estado.
Sadam Hussein se hizo representar en pinturas a caballo, esgrimiendo espadas, disparando el Kalashnikov o flanqueado por misiles balísticos con la bandera iraquí. Su modelo de propaganda fue ampliamente replicado en otras dictaduras árabes, como la del Gadafi en Libia o Bashar al Asad en Siria.
Los paternales líderes de Corea del Norte
Corea del Norte es, sin duda, la dictadura más terrible en este momento en el mundo. Último ejemplo de la peor versión del comunismo asiático —con trágicos ejemplos como la China de Mao, el Vietnam de Ho Chi Minh o la Camboya de Pol Pot— el hermético régimen totalitario que encabeza hoy Kim Jong-un es un ejemplo paradigmático de propaganda comunista.
El régimen, con una ideología donde se entremezcla el ateísmo comunista con la divinización de sus líderes, construyó todo un santuario para la adoración de una gran estatua de su padre fundador, y abuelo del actual líder supremo, Kim Il-sung.
Tras el fallecimiento de su hijo y sucesor, Kim Jong-il, se le sumó la estatua del heredero, y ahora hay un proyecto para añadir la estatua de Kim Jong-un.
Las estatuas de 20 metros de altura y recubiertas primero de oro y luego de bronce, muestras unos sonrientes, amigables y paternales líderes supremos de Corea del Norte que poco tienen que ver con la deriva genocida y la afición por el apocalipsis nuclear que caracteriza a los presidentes norcoreanos.
Como curiosidad, los abrigos de las estatuas son de quita y pon. Inicialmente llevaban largos abrigos proletarios y, posteriormente, se sustituyeron por zamarras más acordes a la moda de hoy.