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25 de abril de 2024

Marcel Proust (izq.) con su madre Jeanne y su hermano Robert, en 1896

Marcel Proust (izq.) con su madre Jeanne y su hermano Robert, en 1896Bibliothèque Nationale de France

Proust a través de sus cartas, objetos y relaciones: una exposición en París conmemora al escritor en el centenario de su muerte

El 16 de diciembre se inaugura la exposición 'Marcel Proust. Una novela parisina', que reúne 280 obras que reflejan la relación del autor con la Ciudad de la Luz

Siempre quiso parar y escribir una gran obra, pero su vida mundana, atrapada por el elixir del París decimonónico y consagrada a noches eternas con artistas y aristócratas, se lo impidió. Al cumplir los 30 años confesaba el peso que portaba consigo por no haber sido capaz de «hacer nada». Marcel Proust (1871-1922) tardaría todavía casi una década en escribir su gran novela, En busca del tiempo perdido: un escrito que se convirtió en obra cumbre de la literatura del siglo XX. 
Precisamente esta confesión, realizada en forma de carta a su amigo Robert de Montesquiou, puede verse en una exposición que recoge su vida y su universo. Cuando se cumplen 150 años de su nacimiento y casi 100 de su muerte, el Museo Carnavalet de París estrena Marcel Proust. Una novela parisina, una muestra comisariada por Valérie Guillaume, directora del museo, y Anne-Laure Sol, conservadora jefe de patrimonio, que ahonda en la relación del escritor con la Ciudad de la Luz. 
El espíritu de la sofisticada Belle Époque hizo mella en el joven, que escribía sobre sus veladas en Le Figaro. En su gran obra consagra precisamente esa vida a través de su alter ego, un joven que, como él, quiere ser escritor, pero su anhelo se extravía porque pasa la mayor parte de su tiempo socializando ociosamente y buscando infructuosamente el amor romántico.
El París en el que vivió y murió Marcel Proust, pintado por Pisarro

El París en el que vivió y murió Marcel Proust, pintado por Pisarro

Primera parte: el París real

La primera parte de la exposición explora el universo parisino de Marcel Proust. Nacido y muerto en París, la vida del escritor transcurrió en el corazón de un espacio muy pequeño, un cuadrilátero que va del Parc Monceau a la Place de la Concorde, de Concorde a Auteuil, de Auteuil al Bois de Boulogne y Étoile. París tiene una dimensión decisiva en el despertar de su vocación literaria, desde sus primeros textos a finales de la década de 1890 con sus compañeros del Lycée Condorcet hasta sus inicios en la alta sociedad parisina y el encuentro de personalidades determinantes. 
Su descubrimiento de los círculos artísticos y sociales de París, las amistades y amores que allí nacen, fortalecen la personalidad del escritor y lo llevan a la revelación de su vocación. Una cartografía importante permite materializar la presencia de Marcel Proust en París, sus redes y lugares de predilección.
En el corazón de la exposición, la evocación del dormitorio de Marcel Proust ofrece, gracias a un nuevo dispositivo, una inmersión en el mundo del escritor. Los muebles y los objetos que lo componen, ligados a su vida íntima y a la de su familia, permiten representar el espacio de creación y dar cuenta de la génesis de la obra. De hecho, no fue en el despacho donde escribió su obra: con una salud muy débil desde que nació, que lo mantenía prácticamente recluido en su apartamento, Proust escribía desde su cama, que había heredado de sus padres, cubierto por un famoso abrigo de piel, con su bastón y su reloj a mano. 
Recreación del dormitorio de Marcel Proust

Recreación del dormitorio de Marcel ProustMuseo Carnavalet de París

Segunda parte: el París ficticio

La segunda parte de la exposición se abre al París ficticio creado por Marcel Proust. Siguiendo la arquitectura de la novela En busca del tiempo perdido y a través de lugares emblemáticos de París, ofrece un recorrido por la obra y la historia de la ciudad, centrándose en los principales protagonistas de la novela. La ciudad de París, poetizada por la ficción, es el escenario de la búsqueda del narrador, doble del autor, hasta la revelación final de su vocación de escritor.
Alrededor de 280 obras (pinturas, esculturas, obra gráfica, fotografías, maquetas arquitectónicas, complementos y vestuario), manuscritos y documentos de archivo, de colecciones públicas y privadas, francesas y extranjeras, evocarán el universo parisino de Proust, oscilando entre la realidad y la reinvención. Numerosos extractos de películas de archivo, adaptaciones cinematográficas y grabaciones de sonido de En busca del tiempo perdido ofrecerán a los visitantes una introducción sensorial a la novela y al mundo proustiano. 
Además de las comisarias, la exposición cuenta con un comité científico de expertos en Proust: cinco especialistas y estudiosos de su vida y obra que han aportado un enfoque riguroso a la muestra, que marca la reapertura de este museo histórico tras cuatro años de reformas. Los mismos cuatro años que han tardado en pensar, diseñar y construir esta increíble exhibición, que ha tratado de reflejar también la importancia del paso del tiempo para el escritor, especialmente a través de la música. El estímulo sensorial de las obras de Wagner, Ravel, Debussy, Frank, Saint-Säens o Schubert queda en evidencia en la exposición, una de las más grandes jamás dedicadas al genio francés.
Tanto la música como la pintura tuvieron un importante calado en Proust, y así se entiende en la exposición, en la que se podrán ver obras de Monet –al que el escritor consideraba un genio–, Pisarro, Le Sidaner, Caillebotte o Prinet. Su relación con los pintores impresionistas marcaron también su biografía, así como sus escritos. 
René-Xavier Prinet: 'Le Balcon', 1905

René-Xavier Prinet: 'Le Balcon', 1905

Mapa físico y espiritual

Pero no solo se recogen sus documentos y efectos personales, sino que para entender a Proust es importante entender el París que transitaba, y por eso se ha recreado también la transformación de la ciudad, con la aparición de la electricidad, los coches y también la ópera, los restaurantes y los cafés que frecuentaba. A través de diversos mapas de la ciudad se pueden conocer sus rutas habituales y los lugares en los que transcurrieron algunas de las experiencias que marcaron su vida. 
Entre las fotografías, que reflejan su juventud, sus amores y sus amistades, se encuentra también una inquietante obra. Tras la muerte de Marcel Proust, el fotógrafo Man Ray acudió a inmortalizar su cuerpo el 20 de noviembre de 1922. 
La exposición del Museo Carnavalet será la primera de un conjunto de homenajes al escritor. El otoño próximo, la Biblioteca Nacional de París llevará a cabo una muestra centrada en su literatura. El Museo Judío de París dedicará otra a su relación con su madre, de origen judío. Otra muestra tendrá lugar en la Villa de Combray, donde transcurre el legendario comienzo de Por el Camino de Swann, el segundo volumen de En busca del tiempo perdido
Al mismo tiempo, dentro de las colecciones permanentes del Museo Carnavalet, la exposición Anna de Noailles, L'Ombre des jours permitirá a los visitantes descubrir el universo creativo de una amiga de Marcel Proust, la poeta Anna de Noailles, de soltera Brancovan (1876 -1933). Él solía recibirla con sus amigos en el domicilio de sus padres, y también cenaban en el Ritz con ella; luego aparecería en su novela como princesa oriental. Ante todo era un ferviente admirador de su obra y de hecho mantuvieron una extensa correspondencia a lo largo de su vida. Su habitación, que fue donada al museo Carnavalet a finales de la década de 1970, será reconstruida, al lado de libros dedicados por Proust y del famoso retrato que le realizó Philip de László. 
Comtesse Anna de Noailles, pintada por Philip de László

Comtesse Anna de Noailles, pintada por Philip de LászlóMuseo de Orsay

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