Fundado en 1910

20 de abril de 2024

El fútbol según Pasolini de Valerio Curcio

Portada de «El fútbol según Pasolini» de Valerio CurcioAltamarea

'El fútbol según Pasolini'

La mirada concentrada en el rito del escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini

Evasión o victoria es una película sobre fútbol. Pero también podría ser el título de una biografía de Pier Paolo Pasolini. El hombre solo contradictorio para el monstruo de la sociedad. Pasolini era un niño que nunca tuvo miedo de los monstruos. Una rareza. Nunca necesitó una luz nocturna para dormir. El sueño del fútbol iluminaba sus noches y la oscuridad de sus días. Mientras corría detrás de una pelota el monstruo no le alcanzaba.
El fútbol según Pasolini es la mirada concentrada en el rito («el único gran rito que queda en nuestros días»: no diría lo mismo hoy tras ver cumplidas sus predicciones sobre la corrupción que lo acechaba) del escritor y cineasta. En la preparación, en el vestido, el preámbulo del vestuario o la espontaneidad de la pachanga callejera con los niños de la calle. Escribir o rodar era alejarse de la vida metiéndose en ella como en una jungla machete en mano. Jugar al fútbol era volar como Peter Pan. Era Pasolini un Peter Pan lejos de un Nunca Jamás en el que hacía incursiones desesperadas para sobrevivir a sí mismo.
El fútbol según Pasolini de Valerio Curcio

Altamarea / 160 págs.

El fútbol según Pasolini

Valerio Curcio

El comunista que abominaba del aborto, el loco por el fútbol (como el Snopes de Faulkner por un caballo) que dijo: «Que las mujeres jueguen al fútbol es un desagradable mimetismo un poco simiesco». Pasolini no podría haber sido un personaje de Disney (y menos de este Disney), y sin embargo soñaba con serlo. La contradicción es la personalidad de la que huía tratando de llenar sus silencios íntimos con el jadeo personal y el de sus compañeros y rivales.
Con el ruido de los patadones y de los gritos. Ese revuelo, como un remolino, el tornado por el que salían volando todas las ideas sobre la belleza, entre las cuales él corría hablando su lenguaje, el del fútbol, sus fonemas. El niño sumergido, como el bebé del disco de Nirvana, en un mar de fonemas para el que un jugador jugaba un fútbol en prosa y otro en poesía. El Brasil de los poetas dribladores y la Italia de los geómetras del catenaccio, que tenían, tienen, el contraataque como único momento poético.
Qué comentarista se perdieron los tiempos. Sobre todo, porque pensaba que el lenguaje del deporte no es el de los periodistas deportivos sino el de la invención, el del gesto de su adorado Rivera, quizá como el de Benzema al anochecer sobre la línea de fondo del extinto Calderón. Sobre su ataúd pusieron una camiseta de la Roma con el número 11, aunque él era boloñista. Su amigo Ninetto Davoli, quien la puso, dijo que «a él le hubiera gustado». Otra contradicción indescifrable.
Del partidillo a la solemnidad y la trascendencia de, por ejemplo, el encuentro entre el Novecento contra el Centoventi. Un equipo de Bertolucci contra un equipo de Pasolini, respectivamente, quien había hecho una crítica (que pendía) poco favorecedora hacía un tiempo de El Último Tango en París. El de Pasolini era el equipo bueno, pero Decio Trani, el director de producción de Novecento, fichó a unos cuantos juveniles del Parma, entre los que estaba un tal Carlo Ancelotti, para ganar un partido cuya derrota a Pier Paolo (que estaba jugando de maravilla) no le sentó bien porque además lo lesionaron adrede.
Una gran derrota, casi última (fue el año en que murió salvajemente asesinado en Ostia, mientras en los alrededores jugaban los chavales sin percatarse del cadáver, dice Valerio Curcio (el autor del hallazgo, del agradecido El Fútbol según Pasolini) que escribió Oriana Fallaci. El partidillo diario para poder vivir (lo de su morir fue otra historia) entre Decamerones, Evangelios y otras lluvias que nunca fueron impedimento para jugar porque el fútbol era una necesidad «física y existencial».
Más en los años de mayor creatividad. El fútbol como respiradero artístico. La máscara de oxígeno entre la polución fecunda del poeta, el forofo o el periodista. Es el retrato singular de Curcio para conocer el sueño de Pasolini, la Evasión o Victoria que comenzó en la Bolonia del Prati de Caprara en las tardes que el genio describió como las más hermosas de su vida.
Comentarios
tracking