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Cubierta de 'Auge y caída del conejo Bam'

Cubierta de 'Auge y caída del conejo Bam'Anagrama

`Auge y caída del conejo Bam': una fábula política del siglo XXI

Andrés Barba retoma la alegoría animal para radiografiar, desde la incertidumbre, el auge del populismo y la manipulación del lenguaje en nuestras democracias

Andrés Barba (Madrid, 1975) regresa con una novela insólita en el panorama español: Auge y caída del conejo Bam (Anagrama, 2025), un proyecto que maduró a lo largo de una década. Tras obras de registro muy diverso –desde la sombría República luminosa hasta su poesía autobiográfica–, el escritor, ensayista, traductor y fotógrafo español radicado en Argentina construye aquí una fábula que, bajo la aparente ligereza de los animales parlantes, aborda de manera directa la fragilidad de nuestras democracias contemporáneas, el peso del populismo y la manipulación de la memoria colectiva. Por su forma y ambición, Auge y caída del conejo Bam puede situarse en diálogo con hitos de la fábula política animal como Rebelión en la granja de George Orwell y La colina de Watership de Richard Adams. El parentesco es evidente, pero la intención de Barba es distinta: no busca elaborar una alegoría cerrada de equivalencias históricas, sino explorar la vulnerabilidad de los conceptos que sustentan nuestra vida común –democracia, identidad, verdad–.

Cubierta de 'Auge y caída del conejo Bam'

Anagrama (2025). 176 páginas

Auge y caída del conejo Bam

Andrés Barba

El punto de partida es sencillo y perturbador a la vez: Copito, un conejo que narra los hechos desde la incertidumbre, reconstruye la historia de la Gran Madriguera y la irrupción de Bam, un animal que porta algo tan insólito como un nombre. Ese gesto mínimo inaugura la identidad individual, y con ella la necesidad de rituales, instituciones y, finalmente, un líder. El relato se abre con un estado «preparadisiaco», donde los conejos carecen de diferenciación, y pronto desemboca en la construcción de un orden político atravesado por el miedo y la manipulación.

Copito es un narrador peculiar. Su discurso está marcado por una coletilla que aparece una y otra vez: «no sé». Ese «no sé» es mucho más que una indecisión: es el reflejo de una crisis gnoseológica que afecta tanto al personaje como al autor. Barba lo formula como la imposibilidad de afirmar nada con certeza en un mundo donde los términos fundamentales –libertad, democracia, identidad– se han fragmentado en interpretaciones irreconciliables. La novela se convierte así en una metáfora de nuestro presente, donde la comunicación parece un espejismo y el lenguaje un engranaje que ya no impulsa movimiento alguno.

La construcción de Bam como líder resulta fascinante. Al comienzo es un paria, apenas distinguible de los demás, pero pronto se convierte en catalizador de energía y fe. Su carisma no nace de la verdad, sino de la necesidad de creer que tienen los conejos. Lo improvisado se vuelve necesario, lo banal se transforma en dogma. Una cicatriz, una mirada, una frase enigmática como «Ser conejo es que no haya alternativa» bastan para cimentar un poder que no se apoya en hechos, sino en la repetición ritual de palabras que ofrecen un consuelo extraño y fatalista.

Barba pone en el centro al miedo, esa herramienta tan elemental como eficaz en la política. El miedo moviliza, une y paraliza a la vez. Mantiene a la comunidad en un estado de ficción permanente y la obliga a inventar enemigos: los topos, convertidos en adversarios externos cuya existencia es indispensable para cohesionar a la Madriguera. La invención del «ejército de la paz», encargado de impedir que los topos beban agua, condensa el absurdo de la violencia institucionalizada en nombre de un supuesto bien común.

El relato muestra también cómo la memoria y el lenguaje se convierten en campos de batalla. Cuanto más lejanos están los conejos de Bam, más fantásticas y convincentes resultan sus historias sobre él. La cicatriz del líder genera relatos contradictorios que acaban pareciendo más verdaderos que la verdad. El pasado se reescribe constantemente hacia adelante, borrando la frontera entre recuerdo e invención. De ese modo, el mito sustituye a la experiencia, y la posverdad se instala como forma de cohesión política.

El cinismo impregna las frases de Bam. «Puede que tengamos miedo, pero nadie nos quitará la libertad», proclama, enunciando palabras que parecen significar algo y, en realidad, no significan nada. El narrador observa cómo esos lemas vacíos fascinan a la comunidad, cómo se devoran a sí mismos y al mismo tiempo legitiman la corrupción institucional. Todo se hace «por el bien general de la Gran Madriguera», incluso las acciones más crueles. Ese automatismo verbal muestra cómo el lenguaje político puede ser vaciado de sentido y al mismo tiempo conservar su eficacia persuasiva.

La Gran Madriguera, que en su origen contenía la promesa de una comunidad justa, acaba devorada por la lógica del miedo, el culto al líder y la manipulación del lenguaje. Barba no ofrece consuelo ni esperanza fácil. Lo que entrega al lector es la constatación de que las utopías, cuando llegan, encuentran a sus habitantes incapacitados para sostenerlas. Y sin embargo, en esa derrota puede residir un principio. Barba, al igual que Copito, se enfrenta al vacío con la narración como único recurso. La escritura se convierte así en un modo de sanar y de buscar sentido en medio del caos. La novela trasciende su trama alegórica para convertirse en testimonio de una herida colectiva y, al mismo tiempo, en recordatorio de que la literatura sigue siendo un espacio privilegiado para pensar lo que parece impensable.

Auge y caída del conejo Bam se inscribe en la tradición de las grandes fábulas políticas, pero la renueva desde la sensibilidad del siglo XXI, un tiempo en el que la verdad se ha vuelto relativa, la democracia se fragmenta en versiones incompatibles y la identidad se multiplica hasta el agotamiento. El logro de Andrés Barba es transformar esos dilemas abstractos en una narración conmovedora y lúcida, protagonizada por conejos, pero que nos habla directamente a nosotros.

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