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08 de mayo de 2024

Arriba, imagen de Los Nikis en 1985; abajo, imagen de Carolina Durante en 2022

Arriba, imagen de Los Nikis en 1985; abajo, imagen de Carolina Durante en 2022

De Los Nikis a Carolina Durante: ¿la penúltima esperanza del pop-punk español?

Treinta años separan a los dos grupos madrileños. El más joven de los dos es casi una isla paradisíaca en el panorama musical asolado por el reguetón

«Frescos», «divertidos» o «simples» eran algunos de los calificativos que la prensa musical de los ochenta le dedicaba a Los Nikis, «ramonistas» de Algete, en Madrid, cuyas canciones han aguantado mucho más allá de lo que alguno podía pensar. Los Nikis llevaban vaqueros Levi's y camisetas y zapatillas de deporte y cargaban con el eco del garaje, que no pesaba nada, como su música y sus letras de ironía gruesa, sencilla, pero ironía.
El Imperio Contraataca se escucha en el siglo XXI con una actualidad inimaginable que nunca se ha perdido, para lo que acontece. Es algo inmortal. Todo el mundo se sabe la canción o se la ha ido aprendiendo en estos treinta años. El himno que no era un himno y ahora está más dentro que cualquiera, incluso si uno no quiere.
Apenas tres años y tres discos y un puñado de canciones casi sembradas, ya hechas árboles. Un bosque antiguo, que uno se acostumbra a ver por Madrid, como en un parque. Como los árboles de El Retiro que uno hubiera visto crecer en otro parque más moderno, pero con la misma forma y el mismo espíritu que se creía perdido entre constantes alusiones a las posaderas o a los pechos femeninos de los «reyes» de la música actual.
Si Los Nikis eran a finales de los ochenta una pequeña isla, pero muy cerca del continente, digamos Capri, Carolina Durante es a principios de los veinte del siguiente siglo el atolón Tetiaroa que se compró Marlon Brando en medio del Océano Pacífico para no tener que ver a nadie.
Ahora Tetiaroa, tras la muerte del actor, es un destino turístico para enormes fortunas, pero sigue estando casi en mitad de la nada, como Carolina Durante, Los Nikis del XXI con personalidad propia. En Yo soy el Problema, Diego Ibáñez lleva unos Levi's y una camiseta y unas zapatillas, y el timbre sin concesiones de su voz (como el de Emilio Sancho) surfea como un portaaviones sobre una música algo más elaborada con algunas influencias novedosas, ciertas «complejidades» en comparación al «bloque» de Los Nikis, que sin embargo en esencia es lo mismo, como las letras.
Si uno oye los primeros acordes de Famoso en Tres Calles (es como si hablaran de Olaf, el vikingo) está oyendo también a Los Nikis, igual que en Granja Escuela, mezclada con Por el interés te quiero Andrés o Me voy a Benidorm. Carolina Durante desciende un poco más que Los Nikis, que siempre flotaron sobre la superficie. Carolina se sumerge en algunas profundidades donde hay todo un mundo de color, en el fondo del mar, porque hablan, cantan, sobre sí mismos.
Los Nikis solo hablaban de los demás, pero eso es todo. Y los treinta años que no son nada si después de todo uno se hace mayor y descubre que aún queda algo de lo que había, como cuando el dependiente de Tiffany's se sorprende, «con la agradable sensación de pertenencia al pasado» de que aún haya regalos en las cajas de sorpresas cuando Audrey Hepburn y George Peppard le piden que la casa les grabe el anillo que les ha tocado en una de ellas.
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