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20 de mayo de 2024

Little Richard en 1956

Little Richard en 1956GTRES

Cinco canciones de Little Richard, el genio del rock & roll

Se cumplen 4 años de la muerte del artista inolvidable que abandonó su carrera en la cumbre para ser predicador ambulante

Casi todo fueron contradicciones en la vida y carrera de Richard Wayne Penniman, y a pesar de ello nunca dejó de establecer certezas. Los Beatles le escuchaban entre bambalinas en Hamburgo en el ocaso de él y en el nacimiento de ellos, como niños emocionados que antes de componer sus propias canciones cantaban las de él, e incluso algunas de las más famosas, como Tutti Frutti o Long Tall Sally, se convertirían en éxitos tocadas por los Fab Four.
Por entonces Little Richard, por supuesto ya conocido como Little Richard, estaba en el ir y venir de los escenarios y de sus dudas, lejos del estrellato absoluto, compartido en los años 50 con el mismísimo Elvis. El huracán ya se había calmado para siempre, pero a más que fuego se había grabado aquellos pocos años de locura en el espíritu humano para siempre.
Little Richard, de Macon, en Georgia, fue un padre fundador del rock and roll que lo inventó todo. Los otros no solamente tocaban sus canciones, desde Elvis a Los Beatles. Prince no hubiera existido sin Richard, tampoco su rímel que no era primigenio. 1956, el año del rey, fue también su año de un éxito que dejó de ser extraordinario en 1958. En esos dos años escasos lo que sembró sirvió para una cosecha eterna que fueron recogiendo los demás década tras década.
Se fue de casa a los 13 años y ganó un concurso local de talentos a partir del cual comenzó a fabricarse su imagen: el maquillaje, el rímel, el copete, todo influencias que iba cogiendo, retales, para hacerse a sí mismo. Era un genio porque robaba, como decía Picasso que hacían los genios en vez de los buenos artistas, que solo copiaban. A pesar de esto, no parecía haber futuro para el joven engendro, sin suerte en las listas de éxito.
Fue en 1955 cuando cantó Tutti Frutti y entonces lo consiguió. Después llegó Long Tall Sally y alcanzó la cumbre de la que se bajó nada más llegar para terminar haciéndose ministro de una escuela evangélica. Entonces comenzó el ir y venir, sobreviviendo como artista y como figura extravagante por su aspecto y por su mito. Como tal vivió durante muchos años, sin dejar de actuar y sin dejar de estar en el candelero a pesar de no estarlo por su actualidad, sino por su pasado.
El símbolo viviente que dejó de estar de pie al piano por una operación de cadera y tuvo que sentarse a él sin perder la niña que llevaba dentro en el timbre y chillaba no para ensordecer sino para calar, quizá como nunca nadie lo hizo en tan poco y fugaz tiempo prodigiosamente extendido para siempre por todo el mundo.
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