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29 de marzo de 2024

Cisco García: «El tenis me salvó la vida»

Cisco García: «El tenis me salvó la vida»

El cordobés sufrió un accidente mientras hacía 'snow', una de sus pasiones, que le marcó para siempre. Desde entonces, camina en una silla de ruedas. Lejos de venirse abajo, trabaja sin descanso para recuperarse. Hoy, gracias a otra de sus pasiones, el tenis, se ha convertido en un referente

Cisco García es un joven cuyas dos pasiones le cambiaron su vida: el snowboard y el tenis. Un 28 de diciembre del 2015 un mal salto le derivó a una silla de ruedas a los 33 años. Su positividad y carácter le han hecho cumplir todas las metas que se ha propuesto.
Otra de sus grandes pasiones, el tenis, le ha abierto las puertas de la superación. Hoy, Cisco García está dentro de la élite del tenis con silla y viaja por todo el mundo. Gracias a esos viajes, escribió Irrompible. Su filosofía de vida en 212 páginas escritas entre estaciones de tren o aeropuertos.
Todo eso con un perfil de redes sociales donde da a conocer la discapacidad con una sonrisa que sirve de ejemplo a muchas personas que ven en él un foco de inspiración, superación y una muestra de valores. Precisamente esos valores son los que le han hecho merecedor del Premio Ángel Herrera a la Ética y a los Valores en Redes Sociales, otorgado por la Fundación Universitaria San Pablo CEU.
Premio Ángel Herrera a la Ética y a los Valores en Redes Sociales, ¿qué supone para usted este galardón?
–Es un premio muy importante, porque hoy en día los valores y la ética, que quizás suene muy antiguo y muy vetusto, tiene más importancia ya que uno antes de tener redes sociales podías tener unos valores y una ética, pero se quedaba en tu entorno. Pero hoy en día si tienes seguidores, esos valores se impregnan en mucha gente, gente joven, y puedes influir bien o influir mal. Por eso creo que hoy en día hay que ser más férreo con los valores.
Las redes sociales, ¿qué importancia tienen para usted?
–Para mí muchísima, porque me ayudaron a comunicar. Yo antes de lesionarme no tenía redes. Cuando se cumplió un año de mi lesión abrimos una cuenta de Instagram para enseñar lo que era la vida en silla. Yo venía de ir andando por la calle sin problemas, sin que nadie me mirara, a ir en silla, donde todo el mundo te mira, te ofrece ayuda que no necesitas y te tratan con indulgencia. Fue duro. Siempre digo que hay que enseñar la vida en silla, porque la vida en silla no es lo que nos enseña la Dirección General de Tráfico (DGT), que es una vida triste, apagada, que eres un desgraciado. Si has tenido una adversidad, como le ocurre a mucha gente, la aceptas y vives feliz.

Las redes sociales me han dado el poder poner un granito de arena en vidas de otros

Por tanto, eso me fue aportando mucho, el que la gente ya no te viera de esa manera, que la gente fuera cambiando ese estereotipo de la discapacidad me ayudó mucho.
Dígame algo bueno y algo malo de las redes
–Cosas buenas te podría decir millones. Para empezar, cuando me encontraba a la gente por la calle todo el mundo tendía a preguntarme qué tal estaba. Desde que me ven en redes ya saben que estoy bien. Y, sobre todo, me ha dado el poder inspirar o ayudar, poner un granito de arena en las vidas de otros. He recibido fotos, por ejemplo, de una chica que iba a entrar a operarse de cáncer y decía que yo le estaba inspirando mucho. Gente que se da cuenta de sus problemas y les sirves de inspiración.
Cosas malas te diría que muy pocas. Yo tengo pocos haters. Pero cuando leo algún comentario negativo no me afecta, porque me da igual. Yo tengo claro mi camino y lo que soy.
Un apasionado del snowboard al que un 28 de diciembre un mal salto le cambió la vida. ¿Cómo recuerda ese día seis años después?
–Siempre que paso por ese día en mi mente lo paso como muy automatizado para no sufrir. Porque, a veces, cuando me sumerjo sí lo paso mal. Era una mañana normal y no hice nada especial. Ese día hice los saltos que yo suelo hacer, pero entré con demasiada velocidad, despistado, porque había una barandilla al lado y entré totalmente descontrolado. Me hice una bola para no caer de cuello, pero, aunque no caí mal, ese año había nevado muy poco, por lo que al caer fue como caer en hormigón y ya no me podía mover. Cuando no me pude mover ni levantarme entré en pánico.
Llegó un helicóptero, me sedaron, ya no recuerdo casi nada. Me desperté en la unidad de cuidados intensivos, tras la operación. Me encontraba fundido porque una hora antes estaba saltando sin problema, y ya no me podía ni mover. Todo ello en un segundo. Los días posteriores fueron una montaña rusa emocional. Un día crees que te puedes recuperar, al otro día lo pasa fatal y así vas hasta que pasas todo ese pequeño luto de varias semanas, meses, que tienes que adaptarte a todo.

La esperanza en momentos de zozobra es importantísima

¿Cómo avisa a su familia? ¿Recuerda el momento en el que les comunica la noticia?
–Yo no fui porque yo estaba en la UCI. Fue mi amigo Pepe y el pobre lo pasó muy mal. A él fue al que yo llamé, gracias a que unos riders me ayudaron y cogieron mi móvil. Yo dije que lo llamaran a él. Tú imagínate a mi amigo que coge el teléfono y recibe la noticia de lo que ha pasado. Él fue el que llamó a Raquel, mi novia por aquel entonces, hoy mi mujer, y a mi familia. Para todo el mundo fue un trauma. Si a mi me hubieran dicho cómo iba a estar a los tres años, no es tan malo, pero en ese momento crees que se acaba el mundo.
¿Qué siente cuando el médico le comunica el diagnóstico?
–Yo ya lo sabía. Desde que estaba tumbado sobre la nieve yo ya sabía lo que había ocurrido. No necesitaba que me lo dijeran. Sí es verdad que yo recuerdo que el médico lo primero que me dijo fue «tu médula espinal está muy dañada». En ese momento te das cuenta de lo importante que es la esperanza, porque tú lo ves ahí todo negro, pero tienes una luz de esperanza. Con los meses ya esa esperanza se pierde, pero la balanza se sube porque tú estás cada vez más fuerte y más adaptado a la situación. Por lo tanto, la esperanza en momentos de zozobra es importantísima.
¿Cómo son esos primeros días?
–Los diez días que estuve en Austria no tengo mal recuerdo porque al final tiendo olvidar lo malo. Yo recuerdo tener una habitación para todos nosotros, comíamos pizza, estaban mis amigos, etc.  Pero luego había momentos duros como, por ejemplo, las noches cuando no podía moverme ni cambiar de postura. Yo me despertaba y me quería mover. No podía y ya no podía seguir durmiendo. Tenía que tocar un botón y venían a cambiarme. Te despiertas y crees que es una pesadilla, pero por desgracia es real. Sobre todo yo la definiría como una montaña rusa de emociones. Tienes momentos de euforia, incluso de que crees que te vas a recuperar. Luego hay momentos de tristeza absoluta. Si lo recuerdo, sufro, seguro. Pero como te digo, todo lo malo va al cajón del olvido y anestesio esos sentimientos

La fe me ayudó a encontrar pequeñas respuestas a lo que me ocurrió

Usted se ha caracterizado siempre por tener una actitud de positividad ante la adversidad, pero no sé si sabe la gente que usted al poco tiempo del accidente empieza a demostrar una gran capacidad de superación.
–No sé sinceramente de dónde pude sacar esa fuerza, esa energía. Yo era una persona optimista, que creo que es lo que me ha salvado de esta situación y siempre digo que mi forma de vivir es lo que me ha traído a ella de no plantearme mucho las cosas y no llevar a veces las cosas al límite, el snow en este caso. Pero fue esa actitud la que me salvó, ese punto de locura de creerte que todo es posible y se puede conseguir. Para mí todo mi proceso en silla, durante la recuperación en los meses posteriores, fue una huida hacia adelante. El poder hacer cosas: ¿Quería ir a una discoteca? Me iba a la discoteca con miles de personas. ¿Te quieres ir a Panamá? Te vas a Panamá. Ese punto de locura que me trajo a esta situación es la que me salvó.
Cuénteme ese punto de locura que le llevó del Hospital de Parapléjicos de Toledo a una discoteca de Madrid
–(Risas) A mí me gusta mucho la música electrónica. Yo estaba en el hospital, ya podía salir los fines de semana y vi que pinchaba Marco Carola, que me encanta, un DJ italiano muy bueno. Llamé a la discoteca para ver si tenía escaleras  y recuerdo que me me dijeron que, entrar podría entrar, pero que no me recomendaban venir en silla porque iba a haber mucha gente. Esa contestación me llenó de más ganas de ir, así que pedí una silla a una ortopedia y fui. Para mí el ir fue un golpe de libertad brutal. 
Me puse mi camiseta favorita y cogí el tren por la mañana. Me fui de Toledo a Madrid solo. Luego me recogieron varios amigos, dejamos las cosas en la casa, nos fuimos a comer, vi amigas y amigos que llevaba tiempo sin ver. Más tarde, pasé mucho miedo porque ver a gente en silla al principio daba mucho miedo, pero los superé. Fue para mi la mejor terapia que pude hacer, el choque frontal contra las cosas.
Luego en la discoteca lo pasé genial, pero también, por otro lado, fue muy duro, porque meses antes yo estaba de pie y ese día estaba en silla.

Lo que más echo de menos es hacer snow

En algún momento en todo este tiempo, ¿ha torcido el rostro y decir un 'por qué yo'?
–Sí, claro sobre todo al principio. Durante los primeros meses en el hospital con los compañeros de habitación nos preguntábamos mucho ese '¿por qué a nosotros?' Pero yo ya luego reflexionaba mucho, iba mucho a la capilla del hospital a rezar y a pensar. Y te das cuenta de que no nos hacemos esa pregunta del por qué a mí con las cosas buenas que nos han ocurrido: el nacer en una buena familia, el tener hijos sanos. Solo nos lo preguntamos con las cosas malas. Esa reflexión me vino muy bien para no sentirme un desgraciado.
Qué importancia tienen su mujer, Raquel, y su hijo Gonzalo para su actitud? 
–Raquel, mucha, porque estuvo en mis momentos más débiles y tiraba de mí cuando yo estaba mal. Nunca me hizo sentir que estuviera conmigo por pena o por compromiso, que es al principio algo que te puede ocurrir, porque tu autoestima se va al suelo y ella se lo tomó con mucha naturalidad y eso me ayudo mucho.
Y luego, mi hijo Gonzalo es mi alegría a día de hoy. Es una relación de amor-odio, porque luego me hace la vida imposible, (risas). Me recuerda mucho a mí en la actitud ante la vida, como dice mi mujer, Raquel. Él no ve el peligro en ningún sitio. Yo mantengo una filosofía de que si haces cosas, te pasan cosas. Tienes que aceptarlo y tener ese punto de responsabilidad. No puedes pretender hacer surf o snowboard y que no pueda pasarte nada.
Cisco García junto a su hijo Gonzalo

Cisco García, junto a su hijo GonzaloINSTAGRAM

¿Qué importancia tiene la fe en su día a día?
–Tiene mucha importancia. Yo siempre fui una persona muy creyente. Sí te digo que, tras la lesión, tuve una crisis, ese 'por qué a mi' que hablábamos antes, pues también tiendes a cabrearte con Dios. Yo iba todos los días a la capilla, hablaba, rezaba y al final vas encontrando pequeñas respuestas a lo que comentábamos antes de que la vida no es solo buena o mala. Yo creo que la fe es muy importante y más hoy, con tanta banalidad. Al final es a lo que te agarras cuando estás mal.
Una de sus grandes pasiones, el snowboard, le obligó a una vida distinta, y otra de sus grandes pasiones, el tenis, le ha abierto las puertas de la superación.
–El tenis me salvó la vida. Me dio unos objetivos, unos retos que superar y me devolvió parte de esa autoestima que perdí y, sobre todo, disfrutaba del juego. Además, me gustaba que había muchos torneos muy bien organizados y muy profesionales.
En poco más de seis años se ha convertido en parte de la élite del tenis en silla de ruedas.
–Sí. La verdad es que llevo jugando desde mitad del año 2016. Yo antes del accidente ya jugaba bien, que es importante saberlo, porque el tenis es un deporte muy difícil. Técnicamente yo ya tenía unos principios, pero creo que fue en mitad del año 2018, cuando dejé la abogacía y ya me dediqué en cuerpo y alma al tenis y empecé a entrenar cinco días a la semana, durante dos horas diarias. Pasé a jugar 20 torneos anuales, con sus 20 semanas fuera de casa por los viajes. Tuve que crear algo alrededor para poder pagarme todo eso, ya que el tenis en silla no te da dinero, solo te da gastos.
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Su libro, Irrompible, escrito entre estaciones de tren o aeropuertos, ¿le sirvió como desahogo? 
–Fue como sentarte en un diván a contar tus miedos y tus cosas, porque además muchas veces escribía en situaciones reales. Por ejemplo, estaba en Kenia jugando un torneo y me llegaba parte de ansiedad. Lo estaba pasando mal y yo me sentaba y me servía para echarlo todo. En Irrompible lo que cuento es mi filosofía de vida. A mi antes me preguntaban mucho por redes, sobre todo el cómo afrontar las cosas. Yo siempre decía que para eso tenía que escribir un libro y empecé a escribirlo de casualidad. En marzo del año 2020 lo ordené todo en mi mente y lo publiqué. Hay capítulos donde cuento diferentes cosas que me parecen importantes: cómo tener confianza en la vida o cómo saber apretar los dientes ante las adversidades.
Sin embargo, ahora se ha embarcado en otra aventura, un cuento para niños. ¿Cómo surge la idea?
Irrompible surgió de la nada, fue algo más espontáneo, mientras que el libro infantil fue una editorial la que llegó a nosotros gracias a un post que puse en Instagram en el que parecía que le estaba hablando a mi hijo sobre cosas que me gustaría que él hiciera en la vida. A la editorial le gustó esa idea de que los niños puedan aprender los valores de la familia. Lo que hicimos fue impregnar mi filosofía de vida, la que tenemos mi mujer y yo, junto a los valores de la familia.
¿Cuántas veces se lo ha leído al pequeño Gonzalo?
–No te creas que tantas como la gente creería. Yo creo que lo vamos a disfrutar más cuando él sea un poquito más mayor y pueda darse cuenta de todo.
Por último, quiero hacerte dos preguntas ¿Echas de menos algo?
–Hacer snow es lo que más echo de menos, sin ninguna duda. Mira, en un escenario de ciencia ficción que me dijeran 'Cisco te doy dos opciones: puedes caminar, pero no puedes hacer snow'. Entonces me levanto y me voy andando a mi casa. O 'puedes hacer snow a pie'. Yo elijo hacer snow y no caminar. Te lo digo así de claro.
Has luchado mucho, no has perdido la ilusión y has sonreído siempre ante la adversidad. ¿Con qué sueña Cisco García?
–Si te soy totalmente sincero, me gustaría volver a caminar, la verdad, aunque sé que es muy difícil. Pasa que sabes que es muy difícil. A ver, yo hay algo que tengo claro. Muchas veces escucho a gente que tiene lesiones y te dice que se alegra de que le ocurriera el accidente. Yo no. Yo era más feliz antes, eso lo tengo muy claro. Ahora mismo llevo una vida brutal y soy muy feliz, pero yo era más feliz antes. Por tanto, recuperarme sería brutal y es algo que no descarto. Yo creo que no existe lo imposible.
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