
Dibujo a tinta de Leonardo da Vinci titulado Estudios del feto en el útero
El corazón delator
Vox, en su proverbial torpeza que le lleva a defender ¡lo que cree justo! ha preferido que por un momento pongamos atención a ese latido, y su fuerza nos ha ensordecido
En El corazón delator (The tell-tale heart), Edgar Allan Poe describe, con concisión de bisturí, la historia de un asesino que, obsesionado con el ojo vigilante del que será su víctima, decide asesinarla. Tras descuartizarla, el asesino sigue oyendo, constante e implacable, el latido del corazón del asesinado, que nadie oye sino él.
Ese martilleo acusador llena su conciencia atormentada, y, desesperado, confiesa.
He recordado este cuento que leí de adolescente, animado por Ibáñez Serrador, al ver el baile frenético, espasmódico y rabioso de unos señores y unas señoras ante el latido del corazón de un feto.
No estoy yo capacitado para saber los mecanismos psicológicos que han generado tal rabia ante la propuesta de Vox de que, a las embarazadas, a todas, y subrayo, a todas, se les ofrezca la posibilidad de oír el latido cardíaco del ser humano que llevan dentro. De ese ser distinto que se desarrolla dentro de su útero. Dependiente de ellas, pero como ser humano, por definición, sagrado. Ya uno de los nuestros, pero la absoluta originalidad de su genética le hace único en el universo, y esa unicidad le separa del resto de los seres humanos, incluyendo a su propia madre.Es el latido de su corazón la voz que reclama ese puesto único entre nosotros.
Ese latido tan tenue, que sólo se puede oír con ultrasonidos, ha bastado para que todos los que creen que tienen derecho a matar a un ser humano dependiente echen espumarajos de rabia.
El compositor Músorgski, en su obra Una noche en el monte pelado describe bien ese aquelarre. Pues bien, cien mil latidos apagados cada año nos recuerdan que cien mil seres humanos son exterminados en una incesante noche de Walpurgis.
Vox, en su proverbial torpeza que le lleva a defender ¡lo que cree justo! ha preferido que por un momento pongamos atención a ese latido, y su fuerza nos ha ensordecido. Podrán seguir agitándose los fascinados por el poder de matar, pero ese tenue latido ya se ha hecho dueño de las conciencias.
Para algunos, se ha convertido en el corazón delator que desesperaba al personaje de Poe.
Para otros, en la campana que anuncia la aurora y la lluvia en este monte árido de la conciencia que lleva todavía el nombre de España.
Definitivamente, estos de Vox…..pero…. ¿a quién se le ocurre?
¿Y todo esto, por un latido?
Así es.