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03 de mayo de 2024

Muñecos en la tarta de boda

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Crónicas castizas

De bodas, bodones y bodorrios

Hace unas décadas en una boda no podían faltar unos enormes langostinos del tamaño de langostas o el clásico cóctel de gambas, más pescado y carne

Antes las bodas eran otra cosa. Ahora, con la cultura woke a las puertas de casa en España podemos encontrarnos en los juzgados bodas de ellos, ellas, elles, etc. Aunque aún no hemos llegado a bodas estilo Las Vegas donde te puede casar Elvis u oficiar la boda un marciano de la Guerra de las Galaxias. Todo llegará.
Hace unas décadas en una boda no podían faltar unos enormes langostinos del tamaño de langostas o el clásico cóctel de gambas, más pescado y carne. Luego tarta de merengue con unos novios de plástico coronando el pastel.
En un prestigioso salón de bodas, antes cine, de la madrileña calle López de Hoyos, los novios bajaban por una escalera de las llamadas imperiales, doble, y al unirse en el salón un niño vestido de blanco, al estilo de primera comunión, les unía las manos mientras cantaba Triste y radiante va la novia para luego entregarles una espada toledana y cortar la tarta nupcial, en entre los aplausos de los invitados.
En tiempos de innombrable, una época en que John Wayne marcaba estilo con aquello tan machista de que los hombres ni bailan ni llora, al novio se le cortaba la corbata a trozos y se subastaban. Se sacaba a la venta del mejor postor las ligas de la novia. El padrino, como mucho, proponía un brindis, uno, por la feliz pareja. No se hacía nada de eso que los novios entrasen bailando la música de Pulp Fiction y menos los de pedir la oreja con a servilletas pues eso quedaba para los toros. Se habría podido pedir la oreja del novio, pero para eso se tendría que ver el remate de la faena y no a lugar.
Todo estos cambios son fruto del cine, de películas como Tres y bodas y un funeral, que nos llegan del otro lado del mar y a nos han dejado sin langostinos y sin tarta de merengue con niños cantor. Del cine vienen los amigos de novio que dicen unas palabras que pretenden ser ingeniosas, y rara vez lo son, y las de la amiga de la novia siempre más inteligente y más sentidas.
Mi amigo Eugenio me cuenta que han estado hace poco en boda en Murcia. La novia llegó en coche de caballos, lo que resultó cuando menos impresionante teniendo en cuenta que esto parecía estar reservado para las tonadilleras, no para las peluqueras. Pero es lo bueno que tiene la democracia. La novia, de blanco, con enorme cola, que llevaban sus hijas ya mayorcitas, estaba radiante. Todas las novias lo están.
Sus damas de honor de dorados y pedrería. Una de ellas llevaba el mismo traje que Elizabeth Taylor en Cleopatra, pero sin egipcios. Solo le falta la diadema con el áspid en la cabeza.
Otras dos invitadas llevan vestidos de tull rosa con mucho frufru, como los que llevan las Barbys. ¡Una boda siempre es un lugar para que las mujeres luzcan sus mejores galas! Los varones de traje, siendo destacar las chaquetas casi toreras, los pantalones para pescar y los zapatos de fiesta sin calcetines entre los más jóvenes. En Francia los novios iban de punta en blanco pero los invitados en pantalón corto y camiseta. Desde la muerte de De Gaulle la grandeza de Francia ya no es lo que era.
En otras bodas se ha visto entrar cada plato al ritmo de una música diferente. Cuando llegó la carne sonaba Rocky. Mesas con gominolas y regaliz, regalo de zapatillas para las invitadas (pues los zapatos de tacón no parecen muy buenos para bailar), abanicos y otras chucherías compiten en bodas de alta cuna y de baja cama. Eso del padrino repartiendo Montecristos a troche y moche ya no se estila pues fumar es muy malo.
En una boda sevillana, en la cena de la preboda, se sentaron en la misma mesa presidida por la matriarca de la familia, uno de sus hijos con su mujer de siempre, el otro con sus dos exmujeres, su hermana con su marido y su exmarido. La madre del novio, ex del anterior aporto por su parte tres exmaridos más al convite. No se puede negar que los allí reunidos son una familia civilizada de las que no debe existir otra igual en España y seguramente en el resto del planeta. La mesa seguro que podía ser incluida en el Güines.
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