Hay una Italia que añora al ladrón Craxi y Sánchez podría remediarlo
Una publicación española hubiera dispensando tal reconocimiento al líder del PSI y primer ministro Bettino Craxi
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
Cuando la corrupción no halla su «non plus ultra», sino que rebasa confines a cada hora, parece que «el infierno está vacío y todos los demonios están aquí», como refiere Shakespeare en «La Tempestad». Todo ello por mor de un presidente como «Noverdad» Sánchez que envilece lo que toca y normaliza el delito sin atisbarse entre los suyos, quien se desperece y diga, como en la tragicomedia del genio inglés, «¡Si fui tonto de remate al tomarlo por un dios y adorarle!». Al contrario, anhelan que sea una marejada pasajera que la Navidad borre del mapa en un PSOE que metaboliza la carcoma generando costra.
A estos efectos, deducen que basta con cubrir a los votantes de promesas como a los santos durante el temporal y, cuando amaine, olvidarse y reemprender las fechorías. Así ha sido desde el «ni Flick ni Flock» de Felipe González cuando el diputado socialdemócrata Struck reveló en 1984 que el PSOE había percibido –vía Fundación Ebert– un millón de marcos del magnate Friedrich Karl Flick.
Por eso, en su lobreguez, el sanchismo se agarra como un clavo ardiendo a excentricidades como la de «L'Espresso» que ha designado «hombre del año» a un Sánchez embadurnado de podredumbre de la cabeza a los pies, pero que para este semanario italiano personifica que «otra política -más justa, más valiente, más europea- no solo es posible, sino que ya es una realidad». Que Santa Lucía les conserve la vista a estos ciegos de bolsillo.
Sin duda, resulta tan extemporáneo como si, en el fragor de «Tangentópolis», una publicación española hubiera dispensando tal reconocimiento al líder del PSI y primer ministro Bettino Craxi aplaudiendo su política diplomática y omitiendo las «tangentes» que le pondrían en fuga a Túnez.
El sanchismo se agarra como un clavo ardiendo a excentricidades como la de «L'Espresso»
Cogiendo el tren expreso a Roma, Sánchez repararía el desconsuelo de esa izquierda italiana que aparenta añorar al ladrón Craxi, de paso que dejaría en España gran descanso. Empero, aún aguardan estertores que pueden cambiar la historia de España como la italiana cuando la exmujer del socialista Mario Chiesa lo denunció por rebajarle la pensión alimenticia.
En un registro policial para averiguar sus ingresos reales, los carabinieri hallaron en su oficina cuentas suizas de varios millones de dólares de mordidas para las arcas del PSI y para sus comisionistas. Cuál Atlántida enterrada en el océano, esta excavación judicial emergió «Tangentópolis» bajo el subsuelo del oasis de Milán.
Cuando aquel «señor 10 %» fue a la cárcel, su jefe Craxi llamó a Chiesa «pequeño maleante» -descalificativo al uso de Sánchez contra sus compinches de «la banda del Peugeot»- y, como en la historia bíblica de Sansón y los filisteos, derribó el templo con amigos y enemigos dentro porque «aquí nos morimos todos».
Y esto es lo que encierra el «merece la pena seguir a pesar de las circunstancias» dicho ayer en Cáceres, por quien usa La Moncloa como burladero contra la Justicia con unos compañeros de viaje que no ignoran la verdad, pero la encubren y acallan.
Nada nuevo bajo el sol. Ya Javier Pradera, editorialista de El País, detectó en 1994 «esas formas corsarias de abastecimiento de recursos monetarios allí donde el veredicto electoral les ha dado posibilidades para chantajear a los constructores, contratistas o concesionarios que aspiraban a hacer negocios con centros de poder bajo control partidista».
Pradera metió su volumen en un cajón publicándose con dos décadas de retraso
Pero no quiso publicar en vida el libro «Corrupción y Política, los costes de la democracia», donde analizaba pormenorizadamente los males que negaba en público hasta denigrar a los periodistas del «sindicato del crimen» por rebelar la degeneración felipista como hoy hacen sus hijos periodísticos con mayor indigencia y zafiedad con los «seudomedios».
Pradera metió su volumen en un cajón, publicándose con dos décadas de retraso, pero sin perder vigencia su ácida reflexión sobre una descomposición que ahora se expande con Sánchez cuál riada de lodo.
Aunque cunda un desánimo entre algunos ciudadanos con base en que nunca terminar de ocurrir nada, como le comentó Sir William Harcourt, ministro de Hacienda y líder de la oposición con el Partido Liberal, al perspicaz jovencito Churchill, lo cierto es que, desde aquel almuerzo de 1895, se precipitaron los acontecimientos clausurando una época.
Como la hora más oscura del día es justo antes del amanecer, no hay que perder la esperanza ante un sanchismo que se ha rodeado de estiércol para hacer crecer el árbol podrido de la mentira y la corrupción, cuya verticalidad vencida sujetan los etarras del partido de Otegui y los golpistas del prófugo Puigdemont. Ambos levitaron la pasada semana en su conclave de Waterloo de solo imaginar lo mucho que aún pueden sisar a Sánchez a costa de los españoles.
Entretanto, Sánchez ultima reestructurar su Gabinete después de Reyes, aprovechando la salida forzada de la ministra portavoz, Pilar Alegría, por las elecciones anticipadas en Aragón para el 8 de febrero, y la de la vicepresidenta Montero de cara a las urnas andaluzas en primavera.
A Montero le persiguen sus años a las órdenes de Chaves y Griñán, los padres de los ERE
Ambas parecen encaminarse al degolladero tras sus complicidades y padrinazgos con el supuesto acosador Francisco Salazar y con el trujimán Vicente Fernández, al que la heredera hizo primero Interventor General de la Junta de Andalucía y luego promovió como presidente de la SEPI –gran caja negra del agiotaje y de los rescates amigos– manteniendo el cargo vacante casi 600 días.
Al aguardo de si su protegido era desimputado por la adjudicación de una mina en Aználcollar, le consintió trajinar en la trastienda engrosando su patrimonio milagrosamente como panes y peces.
El entusiasmo de ambas es perfectamente descriptible aplastadas por su pasado. Alegría, como delegada del Gobierno, debió conocer al dedillo los negocios «verde que te quiero verde» de la familia de Susana Sumelzo, amiga de Sánchez, y de Forestalia del cochinero Samper, hoy judicializados.
Y a Montero le persiguen sus años a las órdenes de Chaves y Griñán, los padres de los ERE, luego de soñar con reemplazar a Sánchez en aquel abril de 2024 de retirada y amor desesperado. Si a ello se une que al nada Gallardo aspirante a las elecciones extremeñas del domingo sólo le anima seguir aforado para eludir el banquillo junto al hermanísimo de Sánchez, el «hombre del año» para «L'Espresso» lo fía todo a que los pactos autonómicos de PP y Vox produzcan un efecto rebote como en julio de 2023 que le faculte sobrevivir aun sin ganar como antaño.
En este sentido, Sánchez concibe a Vox como su comodín contra el PP y al propio Abascal le satisface para, merced al juego del enemigo de mi enemigo es mi amigo, pescar en aguas revueltas.
Al no poder ganar ninguna de las próximas elecciones autonómicas, previas a las generales, PSOE y Vox hacen un uso instrumental de éstas de cara a la batalla de las batallas, mientras Feijóo trata de sumar metas volantes para que el premio a la regularidad le franquee esta vez sí La Moncloa empezando por Extremadura. Nada fácil cuando, como sentencia Shakespeare en «La Tempestad», «todo lo sólido se disuelve en el aire».