Resistencia negativa
«En su resistencia negativa, desde su muro excluyente, el autócrata se niega a comportarse como un demócrata con sentido de Estado»
Nadie pone en duda hoy que tenemos un presidente del Gobierno que basó su carrera ascendente en su capacidad de resistencia frente a las adversidades que encontraba en su afán desmedido para conquistar el poder. Tal era su fe narcisista que, nada más alcanzar el poder, se hizo publicar un libro en 2019 escrito por una amanuense, en el que presumía de su innata capacidad para afrontar y recuperarse de situaciones difíciles y traumáticas, hasta el extremo de salir fortalecido de las mismas. Era su «Manual de Resistencia», una hilera de esfuerzos titánicos por hacernos ver la fortaleza moral de un personaje presuntuosamente casi mitológico.
Hoy la realidad es que Sánchez es un resistente negativo, es decir, un autócrata, un renuente a cumplir las más elementales obligaciones que configuran la decencia de un político democrático. Su afán por gobernar de espaldas al Parlamento, el mercadeo indecente al que se somete para comprar su sillón presidencial, la implacable persecución de la disidencia, tanto interna como externa, la manipulación de las instituciones del Estado, desde la Fiscalía hasta la Abogacía del Estado en su exclusivo interés personal, y la obsesiva pretensión de acabar con lo único que aún se le resiste (el poder judicial y la prensa libre) pone de manifiesto su negativa actitud para cumplir obligaciones inherentes a cualquier dirigente democrático y la manipulación de la opinión pública mediante la degradación del concepto progresista con el que pretende encubrir su narcisista conducta.
Los cambios, sin explicaciones de ningún tipo, de su política exterior están provocando un aislamiento y un descrédito internacional que los españoles no se merecen. Su cambio de orientación respecto al Sahara, su alineamiento con los totalitarios del grupo de Puebla, su cercanía con países dictatoriales y los negocios encubiertos de su padrino Rodríguez Zapatero, que ponen en riesgo la seguridad nacional, van aislando a España de nuestros socios europeos que desconfían cada vez más del camino emprendido por Pedro Sánchez. Ello explica que se excluya a nuestro país de la cumbre de seguridad entre EEUU y Europa para la negociación sobre Ucrania. Y que en todos los países occidentales se comience a recelar sobre el intercambio de información confidencial con España, a raíz de la contratación, vía Zapatero, de la tecnología Huawei, con el riesgo de espionaje chino que ello comporta.
El manual de resistencia sanchista es tan falso como su pretendido progresismo. Hoy lo que se va sabiendo es lo mucho que ocultó, desde la manipulación de las primarias a bordo del Peugeot con Abalos, Cerdan y Koldo, hasta la desidia con la que se están ejecutando los fondos europeos. Corremos el riesgo de perder la mayor parte de los mismos, pues, por su incapacidad gestora, sólo se ha gastado el 19,5 % del dinero destinado a los distintos planes de ejecución. La baja productividad de la economía española, pese al incremento del número de empleados, es un problema endémico, según la Comisión Europea, lo que repercutirá negativamente en el fututo, agravado con el alto nivel de la deuda pública pese a que ha habido recaudaciones récords gracias al cerca del centenar de subidas de impuestos. Son las secuelas de una política falsamente progresista, tan sólo empeñada en la compra de voluntades improductivas.
La realidad de una resistencia negativa lo confirma un Gobierno que no gobierna y una España que no funciona. Los trenes son un calvario y el ministro del ramo se entretiene con mensajes absurdos en las redes que parecen emitidos desde algún corral, confirmando su frivolidad. Faltan viviendas asequibles, con una ministra inoperante que si fue eficaz en buscar rápido acomodo en el Ibex a su marido. Adolecemos de una política acertada y segura sobre la inmigración ilegal y al Gobierno sólo interesa la polémica para distraer la atención. No se convocan las plazas necesarias de médicos que cubran el déficit sanitario porque la ministra del ramo se entretiene en demagogias sin fin. Los servicios policiales de seguridad tienen que pagarse anticipadamente sus dietas mientras evitan que el narciso sea molestado. La ministra de Hacienda se entrega sin pudor a su amo, traiciona a su tierra andaluza y a toda España, y rompe el principio de igualdad con sus concesiones al independentismo. A Sánchez le repele el control parlamentario porque lo que le interesa es alentar a su orfeón papagayo de ovinos complacientes para que entretengan al personal con falsos debates sobre curriculums, fiestas religiosas y beneficios fiscales que solo seducen a quienes, desde el otro extremo, son tan intransigentes como ellos, empeñados ambos en una polarización irresponsable de la sociedad.
El resistente de manual ha pasado a ser un simple reaccionario, un renuente a cumplir sus elementales obligaciones de dirigente democrático, con una panda asilvestrada de corifeos sin más norte que seguir disfrutando lo más posible las mieles de un poder comprado a un huido de la Justicia a costa de la soberanía nacional, a la que no quieren consultar porque ya le ha vuelto las espaldas. El renuente Sánchez se niega a compartir con el líder de la oposición, como un hombre de Estado, las líneas maestras de la política exterior y de defensa; no presenta al Parlamento ni el techo de gasto ni los presupuestos; como buen dictador gobierna a base de decretos; se niega a debatir el estado de la Nación e introduce en estamentos sensibles del Estado a representantes de partidos enemigos del mismo.
En definitiva, en su resistencia negativa, desde su muro excluyente, el autócrata se niega a comportarse como un demócrata con sentido de Estado. Su manual de resistencia para alcanzar el poder se ha convertido en una renuencia a abandonarlo, pese a navegar sin rumbo y a la deriva. A nivel internacional, Sánchez ha convertido a España en irrelevante, porque ningún país serio se fía de un mentiroso: como se comenta en las cancillerías, «Sánchez habla muy bien en inglés, pero nadie en el mundo libre le entiende».
La mala gestión del interés general y el despilfarro improductivo, la corrupción galopante de su entorno político y familiar, la inmigración descontrolada y la frivolidad de unos ministros, convertidos en hinchas radicales del déspota, están cavando la fosa de un cadaver en descomposición. A la vuelta del verano el autócrata intentará vender nuevos trozos de la dignidad nacional, entre el aplauso tosco de su colección de gañanes y el bochorno de una ciudadanía esquilmada. Pero ya les queda poco. Como le ocurrió a los protagonistas de la película «Los otros», que estaban muertos pero ellos no lo sabían.