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Ryan Kaji es el millonario más joven de la historia

Ryan Kaji es el millonario más joven de la historia

Los menores 'influencers' millonarios que el Gobierno quiere regular y sus efectos en otros niños

Los niños prefieren ser influencers a astronautas, un 29 % frente a un 11. Esta actividad a edades tan tempranas puede entrañar algunos peligros, no solo por la dinámica de las redes sino por la gestión de su identidad digital

Vlad y Niki, de apenas 12 y 10 años, tienen más de 28 millones y medio de seguidores en su canal de YouTube (solo en el de España). Sus padres gestionan más de 20 cuentas en esta plataforma en 18 idiomas, y algunos de ellos son de los más vistos a nivel mundial. Sus aventuras, entre las que figura la construcción de una casa a tamaño real de piezas Lego, han retribuido a esta familia de origen ruso con un patrimonio estimado en más de 100 millones de dólares, entre los ingresos de la plataforma y los acuerdos con marcas.

Otro de los influencers de juguetes más conocidos de internet es Ryan Kaji, más conocido por sus casi 39 millones de suscriptores como Ryan´s World. Según la revista Forbes, este niño de 8 años es el cuarto creador de contenido mejor pagado de YouTube, con un patrimonio neto de 100 millones de dólares. Ya era millonario a los 6 y multi a los 10, y en 2024 ha protagonizado ya su propia película (aunque tan solo recaudó 324.423 dólares frente a los 10 millones de presupuesto que tuvo).

El fenómeno de los 'kidfluencers'

Por lo menos en España, los bautizados como kidfluencers pueden tener los días contados. El Gobierno plantea acabar con los niños que ingresan millones a través de contenido en las redes sociales a través de una ley. Así, el Ministerio de Trabajo, en colaboración con el de Cultura, está preparando una modificación del Real Decreto que regula la relación laboral de los trabajadores de las artes escénicas, audiovisuales y musicales, en el que quedaron incluidos los youtubers y los instagramers en 2022.

Este fenómeno tiene riesgos para ambas partes, tanto para el menor que está expuesto a una cámara y para el que desde el otro lado de la pantalla pasa horas deslizando su dedo y sus ojos por sus vídeos. Los niños prefieren ser influencers a astronautas, un 29 % frente a un 11, según una encuesta de Lego. Esta actividad tan pública a edades tan tempranas puede entrañar algunos peligros, no solo por la dinámica de las redes, sino por la gestión de su identidad digital. Según apuntan Ferran Lalueza y Enric Soler, de la Universidad Oberta de Cataluña, algunos de estos perjuicios pueden ir desde la pérdida de la noción de privacidad, confusión de identidad, obsesión por ser aceptado por los demás, dificultades en la gestión de la popularidad, desarrollo de rasgos narcisistas, pérdida de autoestima y duelo patológico ante la pérdida de seguidores o de ingresos.

Riesgos delante de la cámara

Ante esto, Lalueza, profesor de Ciencias de la Información, opina que «sería necesario garantizar que los niños influencers disfrutan de todo lo que pueda aportarles la celebridad, pero siendo conscientes de que puede desvanecerse en cualquier momento y sin desatender otros aspectos fundamentales de esta etapa de la vida en términos formativos».

La otra cara de la moneda son los perjuicios que pueden suponer estos contenidos tan adictivos para los usuarios menores de edad. Esta cuestión ha sido analizada por la directora del máster en marketing digital de la Universidad Internacional de La Rioja, Alba López Bolás, a través del canal de YouTube de Vlad y Niki. Sus vídeos están basados en la promoción de juguetes y editados con distintas músicas y efectos especiales, que según la experta puede crear confusión sobre las características reales de los productos.

Y detrás de la pantalla

Los niños, como usuarios «muy influenciables», quedan expuestos a estos vídeos donde «no se muestra cómo han conseguido los padres esos juguetes ni el esfuerzo que hay detrás para comprarlos», incide. Así, los menores de entre 3 y 6 años (los espectadores más habituales de este contenido) terminan consideran como algo «normal» que los protagonistas vivan completamente rodeados de juguetes y siempre tengan uno a estrenar.

En este sentido, esto puede generar frustración en los más pequeños al comprobar que su vida no es tan emocionante como la de los niños de la pantalla, ya que a cortas edades todavía no diferencian la realidad de la ficción. «Piensan que lo normal es estar en casa jugando con juguetes nuevos, sin interacción social con otros niños, y tampoco realizan otro tipo de actividades más reposadas, como manualidades», explica López Bolás.

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