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Una madre, en la cocina junto a sus hijos

Una madre, en la cocina junto a sus hijosPexels

La rutina familiar «más potente que cualquier terapia o extraescolar», según Harvard

La ciencia señala que una rutina diaria típica de cualquier hogar puede ser una de las más eficaces herramientas para la salud emocional, el desarrollo lingüístico de los niños y la cohesión familiar

Ni largas sesiones de terapia, ni actividades extraescolares imposibles de cuadrar en la agenda, ni escuchar podcasts con expertos, ni enfrascarse en libros de autoayuda: el hábito más potente para desarrollar las habilidades blandas, mejorar la salud emocional de niños y mayores y fortalecer la cohesión familiar es un hábito cotidiano que puede darse en cualquier hogar.

Así lo asegura un estudio de la prestigiosa Universidad de Harvard, que incluso ha apadrinado todo un proyecto internacional para analizar cómo llevarlo a cabo, y perfeccionarlo, en distintos lugares del mundo y en diferentes contextos socioculturales.

Un «súper hábito» en cualquier hogar

Este «súper hábito» capaz de mejorar la salud mental de los padres, incrementar la autoestima de chicos y chicas, y mejorar las habilidades de comunicación de los niños no es otro que las cenas familiares que se llevan a cabo con regularidad.

En concreto, el Family Dinner Project, iniciativa del Harvard Graduate School of Education, ha demostrado que los adolescentes que cenan con sus familias al menos cinco veces por semana tienen menos riesgo de sufrir depresión, ansiedad y trastornos alimentarios, así como un menor peligro de consumo de sustancias, en comparación con quienes no lo hacen.

Además, estos jóvenes presentan también mejores resultados académicos, y una mayor estabilidad emocional en sus relaciones sociales, tanto en el centro escolar como entre sus amistades y noviazgos.

Más predictivo que el tiempo de deberes

Pero no sólo son los adolescentes quienes se benefician. Según la psicóloga clínica Anne Fishel, cofundadora del proyecto, «la cena familiar es más potente que cualquier clase extracurricular, actividad extraescolar, terapia o castigo, para fomentar la salud mental de los hijos».

Su investigación sugiere, además, que también la frecuencia y la calidad del diálogo que se desarrolla durante las cenas pueden llegar a predecir el rendimiento escolar de los niños con un nivel de precisión más elevado que el propio tiempo que dedican a hacer deberes.

Impacto en el futuro profesional

La investigación de Harvard no es única. Otro estudio, publicado en New Directions for Child and Adolescent Development, apunta que, durante las comidas, los niños escuchan 1.000 palabras más, en promedio, que en cualquier otro momento del día. Algo que se traduce en un vocabulario más rico y en el desarrollo de habilidades de conversación y comprensión más fuertes que quienes no cenan en familia. Unas competencias que no solo impactan en su educación, sino también en su integración social, en sus amistades y hasta en su futuro profesional.

Y aunque el Family Dinner Poject incorpora diferentes recetas para propiciar la variedad gastronómica, insiste en que, en rigor, no hacen falta recetas complicadas ni sobremesas eternas.

De hecho, aseguran que bastan entre 30 y 45 minutos diarios de comer o cenar en familia para construir unas relaciones emocionales más duraderas, prevenir y detectar trastornos, y cultivar una ética personal y familiar más fuerte. En plena época de prisas y pantallas, una cena en familia puede ser todo un acto de resistencia cultural.

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