Olivia de Borbón, en una imagen de archivo
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Las dos pérdidas que han marcado la vida de Olivia de Borbón
La sobrina de Alfonso de Borbón, recientemente fallecido, también ha perdido a dos de las personas más importantes de su vida
El fallecimiento de Alfonso de Borbón y Escasany ha sumido en una profunda tristeza a la familia del aristocrática al completo. Su viuda, Marisa Yordi, y sus hijos, Alfonso y Alejandro, han recibido el apoyo en todo momento de su círculo cercano, siendo Olivia de Borbón, una de las primeras en llegar al tanatorio. Nacida en Marbella en 1974, ha sabido mantener el equilibrio entre el peso de la tradición y la naturalidad de la vida moderna. Es sobrina del fallecido, hija de Francisco de Borbón Escasany, duque de Sevilla y descendiente directo de los Borbones españoles, y de Beatrice von Hardenberg, condesa alemana apodada por la prensa como «la condesa hippie».
Desde joven, Olivia se movió con soltura en los ambientes de la alta sociedad, pero sin dejarse encasillar por ellos. Su carrera ha pasado por el mundo de la moda, el diseño y el compromiso social, especialmente a través de su participación en causas ligadas a la discapacidad intelectual, donde ha puesto el foco en la inclusión y la sensibilidad humana más allá del protocolo.
Pero fue en 2013, en uno de los lugares que mejor representan el cruce entre glamour y cotidianeidad, Puerto Banús, donde la vida de Olivia de Borbón dio un giro personal decisivo. Allí conoció a Julián Porras-Figueroa, empresario manchego con raíces discretas y personalidad arrolladora. El flechazo fue inmediato. Entre reuniones sociales, paseos por Marbella y una conexión profunda, forjaron una relación que rápidamente se consolidó.
Un año más tarde, en octubre de 2014, se dieron el «sí, quiero» en una doble ceremonia que reflejaba perfectamente la dualidad de Olivia: una íntima ceremonia religiosa en Madrid, rodeados de apenas una quincena de personas, y una celebración civil más extensa y sofisticada en el Palacio de Villapadierna, en Benahavís, con invitados de hasta quince nacionalidades. Olivia lució un vestido exclusivo de Atelier Pronovias con más de 500 flores bordadas, símbolo de su apego al detalle y a la elegancia sin ostentación.
Desde entonces, Olivia y Julián han formado una familia sólida y alejada de los focos mediáticos excesivos. Viven en Marbella junto a sus dos hijos, Flavia y Fernando Enrique. «Es supercoqueta, siempre con su maquillaje, su ropita siempre tiene que estar bien conjuntada y hasta se sube en los tacones para presumir. Desde allí arriba sé que la están viendo», confesaba en Vanitatis.
Julián Porras y Olivia de Borbón, llegando al tanatorio
El 13 de febrero de 2020 marcó un trágico punto de inflexión en la vida de Olivia de Borbón, cuando sufrió la dolorosa pérdida de su hermana mayor, Cristina de Borbón von Hardenberg, a los 44 años. Apenas un mes después, en marzo del mismo año, falleció también su madre, la condesa alemana Beatrice von Hardenberg zu Fürstenberg, descendiente de una distinguida familia aristocrática europea con estrechos vínculos con la realeza y la nobleza alemana.
Estas dos pérdidas consecutivas sumieron a Olivia en un profundo duelo. La muerte de su madre no solo significó un golpe emocional, sino también el cierre de una etapa muy significativa en su vida familiar. Beatrice von Hardenberg fue una figura clave en su vida: una mujer con fuerte personalidad, gran elegancia y una importante herencia cultural que transmitió a sus hijos. Ambas muertes ocurrieron poco antes del estallido de la pandemia de COVID-19, lo que hizo aún más complicado el proceso de despedida y duelo, al limitar los homenajes y reuniones familiares.
Con la pérdida superada, en su rutina es habitual que se mezclen los compromisos sociales, la vida empresarial de Julián, los paseos con sus perros y la crianza en un entorno natural. En verano, es habitual verlos en eventos como el Festival Starlite, aunque siempre con un perfil bajo y reservado.
Olivia de Borbón representa a una nueva generación de la nobleza: menos rígida, más empática y profundamente conectada con las causas sociales. Su historia personal, marcada por la elegancia discreta, la sensibilidad familiar y un amor nacido de la coincidencia y el destino, es el reflejo de una nobleza adaptada al siglo XXI, donde el linaje se mide tanto por el apellido como por los valores que se defienden.