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05 de mayo de 2024

Exilio español en Francia

Exilio español en Francia

Frente Popular

Los campos de internamiento del Frente Popular francés

Miles de refugiados españoles que habían cruzado los Pirineos en 1938 fueron enviados a campos de trabajo y calificados de «elementos indeseables» por el ministro del Interior Albert Sarraut

«¡Nuestro hermoso país se ha convertido en el vertedero de Europa!» escribía un periodista de La Croix de Lozère el 26 de febrero del 1939. Centenares de miles de refugiados españoles habían ya cruzado los Pirineos en menos de dos años; la opinión pública francesa los quería fuera. El ministro del Interior Albert Sarraut, que consideraba a los españoles como «elementos indeseables», puso entonces en marcha una política de internamiento obligatorio. Era más fácil en aquel momento para el Gobierno de Daladier vengarse en los centenares de miles de refugiados españoles –entre los cuales había pocos combatientes– que evitar la humillación de los acuerdos de Múnich, que ratificaron de facto la anexión de los Sudetes por la Alemania nacionalsocialista.

«Campos de concentración improvisados»

El Gobierno de Édouard Daladier veía en estos refugiados unos seres «susceptibles de perturbar la paz social o de perjudicar la defensa nacional», lo cual le condujo a adoptar el decreto-ley del 12 de noviembre del 1938 que establecía que todos los españoles –fuesen excombatientes o no– debían «por razones de orden o seguridad pública [someterse] a una vigilancia más estrecha [...]» y ser internados en «uno de los centros [designados] por decreto [...]». Mientras los más ancianos, las mujeres y los niños fueron enviados a «centros de acogida», los hombres fueron destinados a «centros de internamiento» cuyas condiciones de vidas se equipararon, según las propias palabras del historiador francés Jean-François Berdah, a «campos de concentración improvisados».
Memorial en recuerdo de los internados en el Campo de Gurs

Memorial en recuerdo de los internados en el Campo de Gurs

Bien conocidos son para los aficionados de la historia del Siglo XX los nombres de Gurs, Argelès-sur-Mer, Rivesaltes o Saint-Cyprien, pero poco se habla de las condiciones estrepitosas que tuvieron que soportar los españoles enviados ahí. Las fuentes históricas confirman lo mismo: a finales de 1938, en estos campos, no había ni barracones, ni comida. Los españoles dormían directamente en la arena de las playas de Saint-Cyprien y de Argelès, vigilados por las tropas coloniales francesas (senegaleses, argelinos…). Los más débiles fallecían: «ahí, los de más de 50 años morían porque no podían soportar las desgracias, las vicisitudes, el mal tiempo, el frío... Cada día enterrábamos a muchos de ellos», recogen Julio Martín Casas y Pedro Carvajal Urquijo en su libro El exilio español
La comida era escasa: en Saint-Cyprien, los refugiados no tenían derecho a más de dos kilos de pan por grupo de 24 personas, lo cual representaba menos de cien gramos por hombre. Unas condiciones que son totalmente imposibles de entender para el homo consumidor de nuestro tiempo.

Enrolamiento forzoso

Los españoles que tuvieron la suerte de no ser reenviados directamente ante San Pedro, por el sentido peculiar de la hospitalidad que tenían entonces las autoridades francesas, pudieron integrarse a la vida económica francesa, encargándose principalmente de tareas agrícolas. Pero no todos corrieron esta suerte: una parte de los refugiados españoles fueron enrolados forzosamente en las Compagnies de Travailleurs Étrangers (Compañías de Trabajadores Extranjeros, CTE) para desarrollar tareas a favor de la defensa nacional francesa.
El decreto-ley del 12 de abril del 1939 del Gobierno Daladier impuso el trabajo obligatorio en estas CTE a más de 55.000 españoles. Los que quisieron evitar las CTE integraron la Légion Étrangère y derramaron su sangre para un país que les había tratado como poco más que animales.
Los españoles de las CTE también se encontraron bajo el fuego enemigo: no fueron pocas las veces en las que las CTE dedicadas a trabajos de fortificación o de defensa pasiva fueron consideradas como metas y objetivos prioritarios de la aviación alemana.

«Campos de la vergüenza»

Pocos españoles de Francia, fuesen de tercera o cuarta generación, exigieron cualquier tipo de reconocimiento por la existencia de esos «campos de la vergüenza», según las propias palabras del ex primer ministro francés. Aún así, Manuel Valls inauguró en el 2015 un museo en Rivesaltes; una ceremonia que, por cierto, el estratego de salón no desaprovechó para cargar una vez más contra el Frente Nacional de Marine Le Pen.
Los socialistas franceses, tanto la alcaldesa parisina Ana Hidalgo como Manuel Valls, intentaron politizar la memoria histórica de esos refugiados españoles considerando a todos ellos como militantes o combatientes republicanos, lo cual no era nada cierto. La mayor parte de los que cruzaron la frontera huían de la pobreza y de los combates, no de la ideología nacional católica que se avecinaba.
Su tentativa de politización de la memoria histórica ha sido un fracaso por dos razones. Primero, porque los hijos de españoles que se asimilaron totalmente a la república francesa no pedían ningún reconocimiento ni lloriqueo socialista, siendo un grupo poco compatible con el comunitarismo progresista. Segundo, porque muchos recuerdan que los campos de internamiento de Rivesaltes, de Argelès y de Gurs fueron creaciones del Frente Popular, o sea de los propios socialistas, que intentaban ahora aprovecharse de una heridas reales para hacer política y disgregar o enfrentar a las distintas tribus de la memoria histórica.
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